El PSOE de Sánchez, una máquina de triturar votos sin descanso
Pedro Sánchez se estrenó perdiendo más de un millón y medio de votos en las generales, luego llegó el hundimiento socialista en el País Vasco en 2016, el fiasco catalán en 2017 y, ahora, la debacle andaluza
El hundimiento del PSOE en las elecciones andaluzas suma otra sonada derrota al currículum de Pedro Sánchez. Desde que está al frente del partido, su balance es demoledor, de récord: con él como cabeza de cartel, el PSOE se dejó más de un millón y medio de votos en las generales de 2015 y 2016; el socialismo vasco se hundió en las urnas en septiembre de 2016; el socialismo catalán sigue por los suelos; y, ahora, el descalabro alcanza de lleno a Andalucía, históricamente el más fiel y rentable granero de votos del PSOE.
A menos de seis meses de las elecciones municipales y autonómicas de mayo, la derrota andaluza ha disparado la zozobra entre los barones socialistas a los que les tocará vérselas en las urnas. Encaran la cita con la certeza –reincidente- de que con la «era Sánchez» el viento les sopla en contra una y otra vez.
Perdedor reincidente en las generales
Los números son elocuentes. Sánchez tomó el timón del PSOE en el verano de 2014. Cogió un partido que, pese a la severa erosión que sufrió tras la etapa de Zapatero, aún tenía siete millones de votantes en España –los que se mantuvieron fieles a las siglas socialistas en las generales de 2011-. Pedro Sánchez se convirtió en secretario general del PSOE, en 2014, con el encargo de reflotar al partido, pero lo hundió todavía más en cuanto llegó. En su primera cita con las urnas, en las generales de diciembre de 2015, Sánchez perdió del orden de 1,46 millones de votantes que sí habían confiado en el PSOE en las anteriores generales, las de 2011.
Pese a aquel rotundo fracaso, Sánchez volvió a intentarlo apenas unos meses después, cuando el bloqueo parlamentario forzó a repetir las elecciones generales en junio de 2016. Y no solo volvió a perderlas, sino que lo hizo todavía con peores resultados que los que había cosechado seis meses antes: le dieron la espalda otros 100.000 votantes.
Hundimiento en el País Vasco
Debilitado en su liderazgo y cuestionado por la mayoría de su ejecutiva, acabó dejando el timón del PSOE el 1 de octubre de 2016. Eso sí, unos días antes, su mandato al frente del partido había cosechado otra derrota sonada, en este caso en el País Vasco. En las elecciones autonómicas vascas de septiembre de 2016, los socialistas perdieron el 40% de los votantes que habían tenido cuatro años antes, y quedaron hundidos con menos de un 12% de respaldo electoral.
Sin levantar cabeza en Cataluña
Tras su accidentada dimisión como secretario general del PSOE, Pedro Sánchez volvió a plantar batalla interna, se presentó de nuevo a las primarias y regresó al frente del partido en mayo de 2017. Desplegó una controvertida estrategia política en sus particulares y arriesgadas ecuaciones con la izquierda más radical y el nacionalismo, mientras los independentistas lanzaban su órdago contra el Estado.
La jugada de Sánchez acabó de nuevo en fiasco electoral, en este caso precisamente en Cataluña: en las elecciones autonómicas de diciembre de 2017, los socialistas no lograron levantar cabeza. El leve aumento de votos fue, en realidad, una amarga derrota. Arrinconado por el electorado del nacionalismo, el voto constitucionalista dio de lado al PSC y se volcó con Ciudadanos, que se convirtió en el partido más votado en Cataluña.
El «granero» andaluz, barrido
Lo ocurrido este domingo en Andalucía añade inquietud en las filas socialistas, que siguen sin ver el final del túnel ni aciertan a encontrar cuándo tocarán fondo en la caída electoral en la que está sumido el partido desde hace años. El caso andaluz es especialmente significativo en perspectiva nacional, porque es el tradicional feudo electoral del PSOE, la más relevante fuente de votos.
Este nuevo fiasco en las urnas es otro suma y sigue en la cuenta de derrotas electorales del PSOE de Sánchez. Van ya cinco en cuatro años, todas las que se han celebrado. Un negro telón de fondo a menos de seis meses de las elecciones municipales y autonómicas de mayo, y seis meses después de la moción de censura con la que se instaló en La Moncloa con ayuda de los independentistas catalanes (ERC y el PDeCat), Bildu y Podemos.