El racismo en el arte
'Lo que el viento se llevó' no debe ser prohibida, ocultada, alterada o controlada en modo alguno. Es una obra de arte única, excitante, gloriosamente entretenida
Vi Lo que el viento se llevó por primera vez cuando debería tener doce o trece años. Recuerdo el estuche con dos cintas VHS, y la veneración de mi madre al hablar de la película antes de ponerla. Cuatro horas más tarde, no había entendido todo lo que había visto, pero poco importaba. Me encantó. Gran parte de mi amor por el cine, por el viejo Hollywood, empezó esa tarde.
Han pasado casi treinta años desde ese día, y mi opinión sobre Lo que el viento se llevó no ha cambiado en absoluto. ‘Lo que el viento se llevó’ es una película feminista, con una protagonista que lucha activamente contra adversidades. Es una película romántica, con una pareja principal irrepetible. Es épica hasta decir basta. Es también poco menos que un auténtico milagro cinematográfico. Tres directores, un presupuesto colosal, unas dificultades técnicas únicas, un rodaje difícil, un libro enorme, casi inadaptable, todo resuelto de forma heroica por David O. Selznick, el arquetipo de viejo titán de la era dorada de los grandes estudios. Su influencia en el cine es colosal. Es una obra maestra que debería ser revisada una y otra vez.
Es también, a la vez, una película increíblemente racista, y negarlo es tan estúpido como peligroso.
Vaya por delante: Lo que el viento se llevó no debe ser prohibida, ocultada, alterada o controlada en modo alguno. Es una obra de arte única, excitante, gloriosamente entretenida para aquellos que nos gustan los melodramas de cuatro horas. Pero el hecho que sea una gran película no quiere decir que no sea imperfecta, o que debamos aceptar sus abundantes lagunas morales de forma acrítica y si parpadear.
Es un ejemplo más de las incontables novelas, películas, obras de teatro, libros de historia y artículos que celebran “la herencia” del sur para continuar legitimando un régimen de brutal opresión racia
El contexto es importante. Lo que el viento se llevó es la adaptación de una novela escrita en 1936 que daba una visión dulce, edulcorada, y completamente falsa de la vida en el sur esclavista de los Estados Unidos antes y después de la guerra civil. El libro (que es aún más racista que la película, incluyendo una aparición heroica del Ku Klux Klan) fue escrito durante la gran depresión y el New Deal, cuando los estados sureños mantenían un brutal régimen de segregación racial. La mitología de ‘The Lost Cause’ era una parte integrante de ese sistema; una visión idílica de un sur armonioso y pacífico hasta que “The War of Northern Agression” (la guerra de agresión norteña) atacó su cultura y forma de vida. ‘Lo que el viento se llevó” es un ejemplo más de las incontables novelas, películas, obras de teatro, libros de historia y artículos que celebran “la herencia” del sur para continuar legitimando un régimen de brutal opresión racial.
Este sistema fue tolerado por el Gobierno federal durante décadas por dos motivos. Primero, el bloque de legisladores del sur en el Senado, que ejercieron de minoría de bloqueo de forma incansable desde el final del periodo de reconstrucción hasta las leyes de derechos civiles de Johnson en los sesenta. Segundo, el pacto implícito dentro del New Deal con el que los demócratas sureños permitieron la creación del estado de bienestar a cambio de excluir a los negros del sistema y no cuestionar la segregación racial.
Mitología racista
La visión idealizada del sur de pre-guerra en Lo que el viento se llevó, por lo tanto, no es en absoluto inocente. Los esclavos leales y felices, los arquetipos racistas en todos los personajes de color, la imagen de las hordas bárbaras de la unión destruyendo plantaciones y quemando ciudades, la amoralidad de los esclavos liberados, todo ello son parte de una mitología racista nacida a finales del s. XIX para justificar la segregación. El mundo que refleja es una gran mentira, una ficción mitológica.
También es una historia que se explica la sociedad americana a sí misma en 1939 para poder dormir por la noche
Cuando vi la película con doce años todo esto, por supuesto, se me pasó por alto. Ver Lo que el viento se llevó no hizo de mí un racista, y desde luego, bien se encargaba mi madre de recordarme que las películas eran ficción (y más con mi inevitable obsesión por Star Wars). La película miente, pero no es un lavado de cerebro. Revisitada después, conociendo mejor el contexto, es cuando entendí sus sombras, pero eso no empequeñeció la película. Al contrario, la hizo más importante, más digna de ver. Porque Lo que el viento se llevó, vista con esos ojos, no sólo es la apasionada historia de amor entre Scarlett O´Hara y Rhett Butler, sino también una historia que se explica la sociedad americana a sí misma en 1939 para poder dormir por la noche. Es a la vez melodrama y leyenda, algo que la convierte en un objeto artístico fascinante.
Por este motivo es necesario evaluar y criticar obras de arte pasadas por los valores morales y culturales que dicen representar. Debemos hacerlo no por un afán de censura o de ufana superioridad moral, sino porque nos ayudan a valorar y entender mejor la obra y la sociedad y el mundo que están describiendo.
Un libro revolucionario
Esto es especialmente crucial, por cierto, en obras que leídas superficialmente hoy nos pueden parecer moralmente reprobables. La Cabaña del Tío Tom, la novela de Harriet Beecher Stowe publicada en 1851, es leída con ojos acríticos increíblemente racista; está plagada de arquetipos ofensivos y con una actitud condescendiente en extremo hacia sus personajes de color. En el año que fue publicada, sin embargo, fue entendida como un libro de protesta casi incendiario, provocando reacciones airadísimas en el sur de Estados Unidos. James McPherson, en su historia de la guerra civil, escribe que la novela de Stowe fue crucial para cambiar la opinión pública en el norte en contra de la esclavitud. Leída sin contexto, parece una obra casi reprobable; vista desde el punto de vista del mundo en que fue escrita, es un libro revolucionario.
No temamos hablar de racismo, ni tengamos miedo de mirar a nuestros tesoros artísticos de cerca. Ni El Quijote es peor libro porque su personaje central sea un machista nostálgico de un feudalismo imaginario, ni Lo que el viento se llevó es peor película porque tenga lugar en una Georgia de pre-guerra inventada. El arte refleja el mundo en que fue escrito, con sus prejuicios y debilidades. Entenderlas y explicarlas es importante y necesario.