El ruido de Twitter apaga el reportaje del año
Gay Talese en 2013. Evan Agostini Evan Agostini/Invision/AP
Gay Talese narra la historia real de un ‘voyeur’ que remodeló un hotel para espiar a los clientes
El escritor estadounidense Gay Talese descubrió la semana pasada qué supone convertirse en el centro de una tormenta de críticas en las redes sociales. Primero declaró durante una conferencia en Boston que no podía nombrar a ninguna escritora que le hubiera influido de joven, en los comienzos de su carrera. Después, un artículo de The New York Times aseguraba que le había preguntado a una reportera afroamericana si después de la entrevista iría a “hacerse las uñas” y “cuándo y por qué” había sido contratada por ese diario.
El revuelo duró más de 24 horas e incluyó un comunicado de la defensora del lector del Times por haber publicado una pieza visiblemente favorable al escritor, la correspondiente avalancha de mensajes en Twitter en defensa de novelistas y periodistas femeninas y en contra de la discriminación e iniciativas para recomendar firmas a las que Talese puede leer.
Pero ninguno de ellos hacía referencia a la última publicación del escritor, un reportaje tan espeluznante como desconcertante en la revista The New Yorker, anticipo de su próximo libro. El motel del voyeur cuenta la historia de Gerald Foos, un hombre que contactó con Talese para contarle cómo había comprado un hotel en Colorado, lo había remodelado para poder espiar desde un falso techo en las habitaciones y había catalogado las prácticas sexuales de sus huéspedes durante décadas. Solo dos personas conocían este asalto a la privacidad: la mujer del voyeur y Talese. El escritor llegó a visitar el motel y a espiar a una pareja junto al dueño.
Internet se podía haber encendido estos días debatiendo si Talese fue cómplice de un delito, dónde están los límites éticos del periodismo o los valores de uno de los periodistas más admirados y respetados de Estados Unidos. Este otoño, el escritor de 84 años publicará un libro basado en la valiosa información que compartió con él Foos, el voyeur, que también ha cobrado por sus diarios. Cuando su contenido salga a la luz, 36 años después, puede que ya haya prescrito cualquiera de los delitos en los que hubieran incurrido los dos.