El síndrome de China
Debió ser una gira internacional exitosa y de hecho lo fue: el viaje presidencial a China concluyó con la firma de importantes acuerdos en materias comerciales, de integración estratégica y cooperación tecnológica. Fue también una instancia que permitió a nuestras autoridades acceder a un diálogo directo con los líderes de la principal potencia emergente del mundo actual, un actor que será cada día más relevante en términos económicos y geopolíticos.
Pero las potencialidades y los resultados sustantivos del periplo terminaron al final completamente invisibilizados por los errores comunicacionales del gobierno, por situaciones perfectamente evitables que volvieron a confirmar las serias deficiencias con que se están tomando e implementando decisiones al más alto nivel.
Viajar a China, principal comprador de cobre chileno, sin invitar a los ejecutivos de Codelco, es una opción por lo menos extraña; más aun cuando se integra a la comitiva a uno de los principales empresarios del país, dueño de Antofagasta Minerals, una empresa privada que en el mercado internacional representa una obvia competencia para la minera estatal. ¿Cuál fue la razón para facilitar el contacto con autoridades chinas al propietario de una entidad privada y no hacerlo con los ejecutivos del consorcio público? No se sabe ni se entiende; en este sentido los reclamos de Nelson Pizarro, director ejecutivo de Codelco, parecen plenamente justificados.
Después, la visita a China se transforma en el contexto de una de las frases de Sebastián Piñera más desafortunadas del último tiempo: “los países tienen el régimen político que quieran”; una sentencia para salir del paso pero plena de connotaciones negativas, más aun dicha por un presidente que ha buscado hacer de su sello político la defensa de la democracia y el respeto a los derechos humanos en cualquier circunstancia. ¿El Mandatario y su equipo no pensaron que un viaje a China siempre implica la posibilidad de ser interrogado por su sistema político? ¿No era lógico, por tanto, llevar una respuesta bien elaborada para esa eventualidad, una que no dejara la impresión de que al Presidente de Chile le da lo mismo si los países viven en democracia o en dictadura?
Por último, la decisión de integrar a sus hijos en la comitiva oficial, de hacerlos participar en reuniones con autoridades e inversionistas chinos, fue un desatino mayúsculo. En tiempos de desconfianza total hacia la política, de rechazo a los privilegios no obtenidos por mérito propio, esta decisión solo vuelve a confirmar la tremenda falta de conexión y de empatía con el sentido común de los ciudadanos. Una decisión además innecesaria, dañina para la imagen del presidente, de su gobierno y su sector político. Y que después de haber tenido que retirar el nombramiento de su hermano como embajador, supone también una nula capacidad de aprendizaje.
Al final del día, este síndrome de China dejó completamente al desnudo los delicados problemas de gestión política y comunicacional que arrecian en La Moneda.