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Elecciones EEUU: La Convención republicana

TITUS, Anthony Hopkins, 1999, poster art
TITUS, Anthony Hopkins, 1999, poster art

“LUCIUS. Art thou not sorry for these heinous deeds?

AARON. Ay, that I had not done a thousand more.
Even now I curse the day- and yet, I think,
Few come within the compass of my curse-
Wherein I did not some notorious ill.

William Shakespeare – Titus Andronicus

 

LUCIUS. ¿No sientes acaso lástima por estos hechos atroces? 

AARON. Ay, sólo de no haber cometido un millar más.

Incluso ahora maldigo el día- y, sin embargo, creo que

Pocos hay dentro del ámbito de mi maldición-

En el que yo no cometí una maldad notoria.

 

William Shakespeare – Tito Andrónico

 I

Escribo esta nota a pocas horas del comienzo de la convención republicana. Me centraré más que en el resultado candidatural -ya decidido, atado y bien atado, que diría el cuasi correligionario Francisco Franco- en algunas de las características que certifican el hundimiento de los valores democráticos del otrora gran partido.

RIP al Grand Old Party, entra en escena el Trumpismo y su jefe único, “Tito Andrónico Trump”. Malos tiempos para la democracia norteamericana. Aunque la verdad es que me equivoco cuando intento comparar a Trump con uno de los villanos más notorios en las tragedias de Shakespeare, Tito Andrónico (éste al menos tenía alguna justificación para su conducta sanguinaria). Porque en Shakespeare algunos malvados tienen un atisbo de conciencia (recordemos a Edmund, de King Lear, o a Macbeth y Lady Macbeth), si bien tal conciencia llegará a convertirse en testigo privilegiado de su locura y desesperación. Los malvados de hoy simplemente no tienen conciencia; alguna mutación genética debe haber intervenido.

¿Lugar donde se escenificará esa farsa que hubiera inspirado sin duda a Shakespeare? Cleveland, Ohio, entre el 18 y 21 de julio. Es la tercera vez que se celebra la convención republicana en dicha ciudad (primera vez desde 1936), hogar de los Indios de Cleveland, actualmente líderes cómodos de la División Central de la Liga Americana en la pelota de Grandes Ligas, y de los Cavaliers, los muy celebrados y recientes campeones de la liga de basketball norteamericana.

Ohio es por cierto de los llamados “swing states”, de los que deciden la elección presidencial cada cuatro años.

Además de escoger la fórmula candidatural, la convención –casi 2500 delegados- debe aprobar la plataforma electoral del partido. 

A la convención la ha precedido, durante meses, un amplio catálogo de pequeñas farsas (¿recuerdan los debates?), de rendiciones morales del liderazgo republicano, de traiciones continuadas, así como desvergüenzas de todo tipo. Lo que ello tiene en común es que todo importa menos la ética. 

Viene a cuento una pregunta que se hace Julian Barnes, en su última novela, «The Noise of Time» (El ruido del tiempo), recordando la vida -más bien la supervivencia- del gran compositor Dimitri Shostakovich en ese hoyo negro ético que fue el totalitarismo soviético: «¿En qué momento el pesimismo se transformó en desolación?»

II

Donald Trump, que posee tantas originalidades en su persona y en su vida, será asimismo el primer candidato nominado por uno de los dos grandes partidos desde Wendell Wilkie, candidato republicano en 1940 (y quien, como todos sus colegas que lo intentaron, mordiera el polvo tratando de desbancar al invicto Franklin Delano Roosevelt), que es electo sin haber ejercido ningún cargo público ni poseer un alto rango militar antes de su nominación.

De Donald Trump se ha dicho tanto, que quizá sea el momento de destacar algunas cosas de su recientemente nombrado compañero de fórmula, y de lo que dicen estudios de opinión muy recientes.

 

Pence-CPAC

El empresario ha escogido como su candidato a vicepresidente al gobernador de Indiana, Mike Pence. Su nombre no dice nada por los momentos, pero su actuación en los cargos que ha ejercido sí, y mucho. Veamos.

Decir que el hombre es un dinosaurio sería agredir injustamente a los reptiles protagonistas de las sagas cinematográficas de Steven Spielberg que se iniciaran con Jurassic Park.

A finales del pasado siglo, allá por 1998, cuando las agencias reguladoras habían determinado hacía tiempo las consecuencias dañinas del cigarrillo, nuestro hoy aspirante a Vice consideraba tales afirmaciones como “pura histeria”, ya que “fumar no mata”.

Cuando, más allá de los discursos, las luchas conservadoras contra el “Big Government” se diluían ante la realidad, el señor Pence, miembro entonces de la Cámara de Representantes, votó, desafiando incluso la línea de su partido, contra programas sociales como “No Child Left Behind” y la ampliación de beneficios del Medicare.

Pence ha formado parte siempre de esa sección del partido que por comodidad expresiva es llamada “conservadurismo social”. Y la palabra “extremista” se queda tan corta para describirlo que baste este otro ejemplo: el señor es tan farisaicamente abstemio que una vez afirmó que para evitar la tentación él nunca iría a ningún sitio donde se sirviera alcohol a menos que lo acompañara su esposa.

En las entrevistas Pence siempre se describe como “un cristiano, un conservador y un republicano, en ese orden”.

La respuesta del comando de Clinton a su nombramiento fue lacónicamente clara: “es la escogencia más extremista en una generación”.

 En una encuesta de hace pocos meses sobre la popularidad de todos los gobernadores, Pence estaba en el puesto 33 entre 50.

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Ciudadanos de Indiana protestando por las políticas del gobernador Pence.

Lo cierto es que los temas sociales favoritos por años de Pence son asuntos que Trump ha tratado de poner a un lado en la campaña. ¿Aceptará el muy egocéntrico candidato que el partido le proponga no solo un candidato a vicepresidente, sino una plataforma programática de la ultraderecha conservadora, una plataforma que se acerca más a las propuestas del derrotado pre-candidato Ted Cruz, y de las cuales Pence es orgulloso defensor?

Porque en verdad Pence se considera el orgulloso último mohicano del pensamiento norteamericano más retrógrado y reaccionario.

Al parecer, demasiado ocupado y preocupado por imitar a los Torquemadas de este mundo, su papel como parlamentario dejó mucho que desear: durante sus doce años en el capitolio en Washington, introdujo 90 proyectos de ley y resoluciones. Ninguno fue aprobado.

Mejor suerte tuvo como conductor de un programa de radio, “The Mike Pence Show” (1993-1999), que creó después de dos derrotas consecutivas intentando entrar en la política. Gracias al programa se dio a conocer en Indiana y pastos aledaños, obviamente entre los oyentes conservadores.

Rush-Limbaugh-newsweek-cover

Preguntado sobre cuál era la orientación suya, se describió como un “Rush Limbaugh descafeinado”. Para el lector que no esté enterado, Limbaugh es algo así como el American Idol radiofónico de la ultraderecha norteamericana; ¿Exagero acaso? Veamos algunas afirmaciones que lo han hecho famoso:

“No se debería permitir que las mujeres fueran jurados en juicios donde el acusado es un semental”.

“Ellas protestan por algo que realmente desearían que les pasara alguna vez”. (Sobre actos de condena contra el acoso sexual).

“¿Holocausto? ¿Noventa millones de indios? ¿Sólo quedan cuatro millones? Todos son dueños de casinos ¿de qué se quejan?”

Este último debe haber sido rabiosamente aplaudido por Trump:

 “La única forma de reducir el número de armas nucleares es usándolas”.

Que Pence, como Limbaugh, es un cavernícola anacrónico es seguramente una razón por la cual ha ganado la simpatía de Trump (y del liderazgo actual republicano). ¿Otra razón posible? Las encuestas.

 III

** FILE ** Susannah Fox, the main author of a study on internet spyware by the Pew Internet and American Life Project, is seen at the Pew Research Center in Washington in this July 6, 2005 file photo. In a recent survey, the Pew Internet and American Life Project found that adult Americans are broadly divided into three groups: 31 percent are elite technology users, 20 percent are moderate users and the remainder have little or no usage of the Internet or cell phones. (AP Photo/Lauren Victoria Burke, file)

Según un estudio de opinión de Pew research publicado la semana pasada, casi cuatro quintas partes de los votantes blancos evangélicos afirman que votarán por Trump, a pesar de los múltiples matrimonios del candidato, su carencia de práctica religiosa e inconsistencia en los temas que ellos dicen defender.

De hecho, el apoyo a Trump por ese sector poblacional es hoy mayor que el que recibiera hace 4 años Mitt Romney.

Los blancos evangélicos representan casi un 20% del total de electores inscritos. Y pareciera que son una carta principal a jugar por Trump y los jefes republicanos, cuando todas las encuestas insisten en que Hillary Clinton lo supera en apoyos entre los jóvenes, mujeres, latinos, negros y asiáticos.

¿Qué sucede con los católicos? En el mismo estudio de opinión los católicos favorecen a Hillary Clinton, con 17% de ventaja. Es un cambio significativo con el resultado de las elecciones hace cuatro años, cuando el voto católico se dividió casi un 50-50% entre Obama y Romney.

El cambio se debe al abrumador apoyo de los católicos de origen hispano, un tercio del total, y que favorecen a Clinton sobre Trump 77 a 16 por ciento. Los católicos blancos favorecen a Trump 50-46, pero entre los que afirman ir a misa semanal, Clinton tiene 19 puntos de ventaja.

El voto protestante favorece a Clinton (entre los negros) y a Trump (entre los blancos).

Clinton también posee una ventaja muy sólida entre los votantes “no religiosos” (grupo de rápido crecimiento, al punto de casi igualar en número al de los ya mencionados “blancos evangélicos”): 68 a 26 por ciento.

Por último, la encuesta le da una ventaja a Clinton de 51 a 42 por ciento.

¿Campanas al vuelo? De ninguna manera. Una reciente encuesta de Times/CBS News (hecha después de que Bernie Sanders le diera su apoyo a Clinton) ofrece una conclusión muy preocupante:

  Por primera vez en la moderna política norteamericana más de la mitad de los votantes poseen una opinión negativa de los candidatos de los dos principales partidos, considerando que no son honestos ni confiables.

 Después de ese dato, la única palabra –muy de moda en el escenario político mundial- que se me ocurre, y con ella concluyo, es: “incertidumbre”. 

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