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Elecciones EEUU: Retos y Dilemas de los Demócratas

 

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I

Las tribulaciones del partido Republicano han ocupado las primeras páginas de la prensa mundial, gracias a ese tenebroso torbellino antipolítico llamado Donald Trump, pero ¿qué ha sucedido en la acera de enfrente, en el partido Demócrata?

Allí también el status quo se ha visto sacudido por un huracán que ha puesto en más de una ocasión contra las cuerdas a una Hillary Clinton que por lo visto está siempre destinada a sufrir cual protagonista de tragedia griega durante este periodo de elecciones primarias, donde las ambiciones políticas personales buscan socorro y apoyo en las esperanzas colectivas. El nombre de su némesis: Bernie Sanders, senador por Vermont.

Destaquemos algo de entrada: Bernie Sanders no es Donald Trump. Ni en la forma ni en el fondo, ni en sus propuestas ni en sus maneras. Es un venerable caballero –me viene a la mente Don Quijote de La Mancha- que quizá sabe en su interior que no será electo, que no puede serlo, pero caramba cómo le gusta echar vainas…

Dos de sus mejores avisos publicitarios (el de «America» ya lo había publicado, pero me parece que vale la pena verlo de nuevo, es uno de los mejores de esta cosecha electoral, con la excelente canción de Simon & Garfunkel):

 


 

Bernie Sanders –digámoslo en homenaje a sus ofrecimientos y programas, que en lo personal no comparto mucho, pero a pesar de ello no dejo de admirar a su proponente- posee el tipo de osadía, de valentía propositiva, que uno extraña, por ejemplo, en una política española tan ausente de estadistas como ahíta de seudo-líderes, todos de ligas menores.  Un Bernie Sanders nacido en Europa sería ese dirigente que la socialdemocracia de ese continente necesita, en primer lugar en Gran Bretaña –donde para que un laborista triunfase en el último medio siglo debió ponerse de rodillas ante los sindicatos, como Harold Wilson o James Callaghan, o respetar lo esencial del programa conservador de su antecesora, como Tony Blair hizo con respecto a Margaret Thatcher.  En España, señalémoslo más sucintamente: con Felipe González nace y muere el verdadero liderazgo del socialismo español post-Franco. Luego de su retiro, solo ha aparecido una cadena de mediocridades, especialmente un tal Rodríguez Zapatero, sin olvidar al atribulado conductor actual de la nave socialista, el señor Pedro Sánchez. 

II

El principal reto del partido Demócrata norteamericano es sustancialmente distinto al de sus rivales republicanos; si éstos ni siquiera se han dado por enterados del peligro que corren abrazados al futuro de Donald Trump, para los demócratas el asunto es claro: cómo unir a las dos corriente partidistas fundamentales, los centristas-moderados y el ala izquierda.

No se ven -al menos por ahora- vientos de división soplando en las avenidas del partido de Kennedy, Johnson y Roosevelt; ya hay llamados claros para que se produzca la unión interna, y que de ella salga un gran movimiento nacional que enfrente el peligro trumpista.

De inicio, Sanders debería seguir el ejemplo de la propia Clinton, en 2008, cuando luego de perder el conteo de delegados con Obama, tragó duro y endosó la candidatura del que sería electo presidente en noviembre de ese año.

Sanders debe “amarrar a sus locos” –en todo movimiento hay radicales, en especial si los vientos que mueven las velas del bote vienen por la izquierda-, y negociar con Clinton qué puntos fundamentales de su programa deben ser asumidos por la candidata. Ello no es de gratis, pues Clinton debe aceptar el hecho de que el mensaje de Sanders ha generado mucho más apoyo entre los votantes jóvenes que el suyo, más bien tímido, muy poco específico, y a veces incluso acomodaticio –perdone, amigo lector, pero esta peste de “lo políticamente correcto” a veces no puede evitarse; lo que quise decir fue “oportunista”-.

En estos momentos pre-convención se necesita siempre una pequeña dosis de pragmatismo. Lo ideal sería que el partido escogiera el mejor candidato, el que tuviera más chances de ser electo, asimismo que éste poseyera una gran popularidad y el mejor de los programas, una especie de “New Deal” cosecha 2016. Pero esa película no está en cartelera, y lo que mejor puede conseguirse es una Hillary que no meta la pata gravemente, que cargue con sus errores, procurando tener adecuada respuesta para ellos, en especial en los debates por venir, y que acepte entonces, y asuma en sus puntos menos conflictivos, lo fundamental de la plataforma programática de la izquierda partidista.

A fin de cuentas, ambos están de acuerdo con lo fundamental del Obamacare, la cobertura en salud; Sanders desea un “Medicare para todos”, Clinton –siempre más pragmática- no está en contra, simplemente le recuerda que eso jamás será aprobado por el Congreso. Otro punto en que las diferencias no son insalvables es el referente a la gratuidad en el pago de la colegiatura universitaria en las universidades públicas, donde también la discrepancia está en el universo de beneficiados por cubrir.

Más contencioso es el espinoso tema –central para Sanders, y para toda la izquierda demócrata- de los abusos de Wall Street. Aquí si van a tener que ponerle cerebro al asunto, como también en el tema del financiamiento de las campañas electorales, casi un punto de honor para Sanders.

III

Ya hay iniciativas dentro del propio campo de Sanders para unificar al partido. Un grupo de sus seguidores, incluso colaboradores voluntarios de su campaña le han llevado una propuesta en la cual le piden que después del 7 de junio, día de la elección primaria de California, suspenda su campaña, le conceda la victoria a Clinton  y concentre sus energías en construir una plataforma amplia, que apunte hacia los votantes independientes, con el objetivo central de derrotar a Trump, y de darle la voz “a un nuevo y creciente grupo de activistas demócratas”.

No hacerlo, ir a la convención nacional demócrata con ánimo de pelea (como ha estado amenazando en los últimos días), para luego tener que retirarse, y dejar los restos de sus huestes a  la disposición, si ello fuera posible, de las diversas corrientes de la izquierda partidista, sería echar al cesto de la basura todo lo logrado por el movimiento durante estas elecciones primarias.

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El objetivo, visto en positivo, es no perder el ritmo fervoroso que trae la campaña, y ya se verá, luego de noviembre, qué nuevas metas debe plantearse la izquierda demócrata. Por ahora, su portaestandarte más respetado, Elizabeth Warren, le está asestando a Trump cornada tras cornada en los campos de batalla de las redes sociales, en especial Twitter ¿se atreverá Hillary a ofrecerle la vicepresidencia a la brillante senadora de Massachusetts? ¿Un ticket femenino, que combine las dos sensibilidades ideológicas fundamentales del partido de Kennedy?

Bernie Sanders, todo hay que decirlo, hizo una campaña novedosa, plena de entusiasmo, y de ideas; ciertamente merece que se le tome en cuenta en la campaña, no que se le ponga a un lado. Está, eso sí, en sus manos, no poner la torta y contribuir a la unidad partidista para el triunfo contra el enemigo no sólo de su partido, sino de la humanidad, el peligroso demagogo Trump.

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