Elecciones EEUU: Una buena semana para la señora Clinton
Este lunes 26 de octubre celebró un nuevo cumpleaños la pre-candidata demócrata a la presidencia, por ahora favorita para presentarse en las elecciones de fines del 2016 (cumplió 68 primaveras, veranos, otoños e inviernos). Y el mejor regalo que pudo haber recibido, a menos de 100 días de las primarias de Iowa, es que esta semana pasada –en realidad la anterior también- fue sencillamente extraordinaria para la antigua primera dama.
En primer lugar, en el primer debate con su hasta ahora único contrincante, Bernie Sanders, y una troupe de acompañantes muy hábiles en lucir intrascendentes, la señora mostró maneras de ganadora, sin apenas esforzarse mucho; a medio swing, que dirían los aficionados a la pelota.
Luego, el vicepresidente Biden, sumido en un dilema casi hamletiano, ser o no ser…candidato, al final tomó la decisión más aconsejable, no serlo: un político, independientemente de sus méritos personales, debe darse cuenta si su tren ya pasó, y el de Biden hace rato que lo hizo.
Por último, Hillary salió más que airosa de la maratónica sesión congresional (más bien republicana) que busca investigarla por los sucesos en Benghazi, Libia, en septiembre de 2012, que concluyeron con el asesinato del embajador norteamericano. Para ese momento, ella era Secretaria de Estado.
Como era de esperarse, de lo que se trataba era de ver si los legisladores republicanos lograban asestarle un golpe directo a la favorita para lograr la candidatura presidencial demócrata. No lo lograron. De hecho, la señora salió del ataque más presidenciable que nunca, con un amplio conocimiento de los temas de política exterior. Más que una investigación parlamentaria, aquello tenía todas las apariencias de una sesión de la inquisición hispana. Pero un ejercicio persecutorio que les ha costado a los contribuyentes gringos casi cinco millones de dólares.
Por cierto, además de investigar obsesivamente a la política demócrata, podrían haber examinado las razones por las cuales ellos mismos se negaron en el pasado reciente, previo a Benghazi, a aumentar la partida de gastos de seguridad para las sedes norteamericanas en el exterior. Pero no lo podían hacer, porque como afirmara uno de los miembros demócratas de la comisión, aquello no era una investigación sino una persecución.
Otra cosa que se esperaba era ver si Clinton perdía los estribos –como la última vez que compareció en el Congreso por el mismo asunto-. Nada que ver. Paciente, tranquila, dura y curvera, con recta de cien millas en las respuestas, durante una auténtica maratón que duró once horas, respondiendo más de 300 preguntas. Durante ese largo tiempo, Clinton mostró los rasgos de luchadora que la base demócrata ansía y espera de su candidato. Como afirmara un comentarista, “Clinton lució como un David lanzando rocas, y no como un Goliat con armadura.” Un hecho confirmatorio: Fox News suspendió la transmisión en directo desde el congreso horas antes de que finalizara; y al día siguiente no destacó la noticia en su página web. Mientras que la prensa liberal, con frecuencia crítica de la precandidata, se unió toda en destacar el buen resultado obtenido. Para Huffington Post: “Hasta los conservadores se dieron cuenta de que la audiencia terminó siendo ridícula.” Vox.com: “Las once horas de interrogatorio se convirtieron en el mejor aviso de campaña de Clinton.” Matt Taibbi, que escribe para Rolling Stone: “Los republicanos del parlamento pueden haberle entregado a Clinton la presidencia.”
Gail Collins, en su columna del New York Times, se preguntaba por dónde podrán venir los próximos ataques republicanos. ¿Cuál será el próximo dolor de cabeza de la hasta ahora segura candidata? Algunos posibles ejemplos:
-Descubrimiento de que Justin Bieber es un viejo amigo de la familia, y de que se ven regularmente;
-Insinuación de que entre los principales donantes a la Fundación Clinton se encuentran El Chapo y Lance Armstrong;
-Cualquier cosa, no importa cuál, que involucre a Bill, su marido.
¿O serán más bien los 68 ya cumplidos? Sólo dos presidentes han llegado a la presidencia con más edad, Ronald Reagan y William Henry Harrison; éste último no contribuyó mucho a la causa que justifique presidentes mayorcitos, porque se murió al mes de instalarse en Washington.
El gobernador de Winsconsin, Scott Walker, señaló varias veces el año pasado que él podría lanzarse de candidato dentro de veinte años y tendría la edad que tiene Hillary hoy. El republicano, quien era uno de los pre-candidatos de su partido, ya renunció a ser candidato para el 2016. Con algo de suerte –para él- a lo mejor está en las quinielas de 2034.
Destaca también Gail Collins que, con la excepción de Marco Rubio y Ted Cruz (ambos de 44 años), y Bernie Sanders (74 años), los demás pre-candidatos están en sus sesentas. Donald Trump es mayor que Clinton, pero es evidente que, al hablar de la posibilidad de Trump presidente, “la edad es algo así como la preocupación número 4.353.”
Por si acaso, amigo lector, usted que ha tenido la paciencia de llegar a este punto de la lectura, se pregunta si soy un fan del partido de Roosevelt, Kennedy y Obama, debo aclararle que no. Muy al contrario. Pero hay que reconocer que algunos líderes republicanos se han convertido en sombras iracundas, absurdas y antipolíticas, negadoras de los principios esenciales del verdadero conservadurismo. El partido republicano, crecientemente disfuncional, necesita con urgencia líderes que no rindan pleitesía al Tea Party, y que sean reales representantes del pensamiento conservador. Pero esos son temas para una nota futura.