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Elías Amor: Dos nuevas notas sobre la economía castrista en 2015

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Desequilibrios fiscales y políticas equivocadas (II)

Elías Amor Bravo, economista

En la misma reunión del consejo de ministros en que Marino Murillo dio a conocer los datos del PIB de la economía castrista, la titular de Finanzas y Precios, Lina Pe­draza Rodríguez, informó sobre el comportamiento del presupuesto, que es prácticamente lo mismo que la economía, durante el año, e indicó que el déficit, la diferencia entre gastos e ingresos, se situó en un 5,7% del PIB, unas cinco décimas inferior al 6,2% previsto en la Ley del Presupuesto del 2015.

Es decir, por enésima vez, la economía castrista cierra con un agujero entre lo que gasta y recauda. Un agujero del 5,7% de la economía nacional, que se viene manteniendo de manera irresponsable de año en año, a la espera que alguien lo cierre, con alguna donación generosa o la entrega de crudo a bajo precio.

Es una pauta que se mantiene en el tiempo y al mismo tiempo, uno de los desequilibrios estructurales que actúan de forma negativa sobre el crecimiento de la economía generando tensiones presupuestarias que están en el origen de ese “bloqueo interno” que impide a la economía normalizarse. Ese déficit, en lugar de estimular el crecimiento económico lo frena, y lo que es peor, las políticas fiscales son contrarias al desarrollo de la riqueza y el empleo.

Para justificar la incompetencia en la recaudación tributaria se recurre, igualmente, a un viejo argumento, las “indisciplinas fiscales”. Lo que realmente es complicado de entender, si se tienen en cuenta los informes procedentes del interior de la isla que confirman la creciente presión fiscal sobre los cuenta propistas y la voracidad recaudadora del régimen. En todo caso, lo que recauda el régimen es inferior a los gastos, y ello viene motivado, qué duda cabe, por unas débiles bases imponibles en las que el estado detrae una parte muy importante de la riqueza generada en el país antes de que la misma llegue a quiénes la generan.

Además, lejos de avanzar en una mayor simplicidad de la normativa tributaria, que posiblemente podría servir para que los nuevos emprendedores pudieran cumplir adecuadamente sus obligaciones, el régimen ha ido justo en la dirección contraria.

Las políticas fiscales expuestas en la reunión del consejo de ministros son inadecuadas para una economía que necesita crecer consolidando las posiciones de un nuevo sector de emprendedores privados que permita cubrir las demandas de la población a precios competitivos y ganar dinero.

En ese sentido, cabe preguntarse qué sentido tienen las “transformaciones en impuestos asociados a la comercialización mayorista” que es un sector que necesita justo lo contrario para poder dar atención a las demandas de la población. La comercialización mayorista en Cuba tiene que modernizarse, incorporar nuevas tecnologías, atender de manera eficiente las necesidades de los productores y expansionar sus mercados. Cualquier acción fiscal puede ir en contra de esos procesos, absolutamente imperativos.

Un segundo ejemplo de políticas fiscales equivocadas: el eterno problema del “financiamiento de la canasta familiar normada”, que cada vez contiene menos bienes, obligando a los cubanos a comprar los mismos artículos a precios de mercado, al perderse completamente la subvención histórica de la vieja y obsoleta libreta de racionamiento. Una práctica detestable del castrismo.

Y por último, “la eliminación de subsidios a los insumos agropecuarios, con adecuaciones a los precios de acopio”, que si bien podría entenderse como una política acertada para aumentar la oferta y mejorar la cantidad y calidad de los bienes producidos y que se comercializan en los mercados, el hecho de que no se acompañe de las reformas estructurales en el régimen de propiedad de las tierras que permita la consolidación de rendimientos a escala en el campo cubano, lejos de ser beneficiosa, entorpece lo que se tiene que hacer.

Lo que se descubre de estas opciones fiscales es que el estado, que sigue concentrando la mayor parte de la actividad económica planificada y controlada centralmente, se convierte en un obstáculo y un freno a la expansión de las fuerzas dinámicas de la economía, y con la política fiscal lo que verdaderamente consigue es desincentivar el comportamiento emprendedor y la lógica de la rentabilidad que son los motores que permiten a una economía crecer y generar empleo y riqueza. Los miembros del Consejo de Ministros analizaron igualmente el Anteproyecto del Presupuesto del Estado para el año 2016, que también será aprobado en el Parlamento en los próximos días.

Y ¿qué hacemos con los salarios en Cuba?

Elías Amor Bravo, economista

Si hay algo que funciona rematadamente mal en la economía castrista son los salarios. Por ello, no es extraño que en la reunión del consejo de ministros se abordó este asunto. La ministra de Trabajo y Seguridad Social, Margarita González Fer­nán­dez, presentó una evaluación sobre la aplicación de nuevas formas de pago en el sistema empresarial. Según la ministra, “tras un año y medio de su implementación, la Resolución No. 17 ha favorecido el aumento del salario de los trabajadores, asociado al incremento de la eficiencia, el aprovechamiento de la jornada laboral y la disminución de gastos y costos”.

La cuestión salarial en Cuba es uno de los asuntos más importante de cara a la normalización del sistema económico creado por los Castro hace más de medio siglo. Los salarios nominales cubanos siguen siendo de los más bajos del mundo, en términos absolutos y relativos. La ministra ofreció algunos datos que tenemos que valorar con sumo cuidado. El salario mensual por trabajador quedó en 696 pesos (29 dólares al cambio actual) con un crecimiento del 12 % comparado con el plan. Lamentable. Ciertamente, resulta difícil encontrar otros en que las remuneraciones se sitúen a unos niveles tan reducidos.

El régimen justifica estos bajos salarios nominales argumentando que a cambio los cubanos reciben gratuidades en una medida destacada, lo que aumenta el salario real. En esencia, las consabidas educación y sanidad gratis, que realmente no lo son porque se pagan los la detracción de ingresos que realiza el estado, y la canasta normada, cada vez más reducida, entre otros.

Este año aparece una novedad en la información oficial de la ministra. Casualmente, el aumento salarial coincide con un incremento de la productividad del trabajo, un 30 %, respecto a lo planificado. Cabe concluir que si el aumento salarial ha sido un 12% y la productividad lo ha hecho en un 30%, la diferencia supone un descenso de casi un 20% en los costes unitarios, que son los que influyen de forma directa en la determinación del nivel de beneficios.

Resultados más propios del “capitalismo salvaje” que del paraíso de los trabajadores en el que, además, según datos oficiales, “las empresas con pérdidas se redujeron de 245 en 2014 a 64 en el primer semestre de 2015 y se mantiene la tendencia a la disminución del número de em­presas que pagan salario sin respaldo productivo, de 238 en el 2014 a 99 en la primera mitad del 2015”. Pero es fácil de suponer que en un país en que no existe la negociación colectiva, ni los sindicatos libres ni tampoco la libertad de elección de profesión y oficio, los determinantes del salario en el mercado laboral son inexistentes.

A pesar de estos resultados, hasta cierto punto positivos, la ministra se refirió a cuestiones como, “el incumplimiento de los indicadores directivos, deficiencias en la elaboración del plan, errores en la planificación del fondo de salario, retraso en el arribo de materias primas, roturas de equipos y la no aplicación de  lo que está regulado para las interrupciones laborales” que originan mayores problemas en la determinación de los salarios.

Este tipo de análisis vienen a confirmar, una vez más, lo alejado que se encuentra el análisis de las autoridades de la realidad económica. Y claro, lo más gracioso de esta historia, es que un general del ejército castrista sea el que tenga que incidir en la cuestión de la “necesidad de medir con exactitud el impacto que pueden tener medidas de carácter estratégico, como es el caso del salario de los trabajadores. Hay que tener en cuenta la diversidad de las cuestiones, pues lo que se aprueba es para implementarlo en todo el país y no es igual lo que sucede en un territorio u otro”.

Absurda letanía. Los salarios dependen de la productividad, y ésta se encuentra en función de las condiciones técnicas, productivas y laborales de cada una de las empresas. Pretender condiciones salariales homogéneas es algo que puede funcionar en las organizaciones cuarteleras castristas, pero no en una economía que quiere ser dinámica y eficiente. Convengo con el general su afirmación de que “las instrucciones no se pueden quedar arriba. Tenemos que llegar hasta la base, tocar con las manos las insatisfacciones, escuchar las opiniones y no esperar a que los problemas nos sorprendan, puntualizó”. Cuidado con lo que vayan a oir.

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