No cabe duda que el tema del momento, al menos para aquellos que nos dedicamos al análisis de la economía cubana, es la autorización oficial al cambio de divisas en una serie de establecimientos y por un importe fijo solo para personas físicas, en tanto que se mantiene el oficial de 1X24 de la tarea ordenamiento para el resto de transacciones.
En este blog ya se explicaron las razones que nos llevaban a pensar que detrás de esta autorización hay algo escondido, y las consecuencias negativas que cabe derivar de la misma, pero como el régimen sigue adelante no podemos menos que constatar aquello que nos parece que no viene a cuento.
Es lo que ocurre con el opúsculo publicado en Granma con el título ¿Por qué se tomó como referencia el tipo de cambio del mercado informal? Y que procede de la página web del Banco Central de Cuba en una entrada común con el ministerio de economía.
¿Qué dice la nota? Pues que, básicamente, para restablecer las operaciones del mercado cambiario oficial en Cuba, que conviene recordar fueron interrumpidas por el régimen al poco tiempo de empezar la tarea ordenamiento con el impracticable cambio de 1X24, no ha quedado otro remedio que “tomar en cuenta las condiciones preexistentes del mercado de divisas en el país”.
Y claro, ese mercado de divisas es el informal, que viene operando justo desde que el régimen decidió no realizar cambios. De ahí, se justifica, sin más, la decisión de implantar un tipo de cambio para las operaciones de compra y venta similar al que existe en el mercado informal. ¿A alguien se le ocurre pensar en el régimen comunista cubano aceptando el precio del pollo en las tiendas en MLC para la canasta normada? Difícil.
Para aquellos interesados en la dialéctica comunista aplicada al mercado cambiario, la nota va a pasar a la historia. Presos de la ideología totalitaria que impide contemplar una economía como un mercado interdependiente en continuo crecimiento, los comunistas cubanos se inventan una definición sui generis del tipo de cambio, según la cual, este “surge mediante un proceso de mercado en el que se igualan la oferta y la demanda de divisas, en el que los agentes (hogares, empresas y gobiernos) pueden acceder de forma libre y oportuna a las divisas, a cambio de moneda nacional y viceversa”. Error.
El tipo de cambio, como el precio o el nivel de producción de la economía surgen de la interacción de mercados internos (el de bienes, el de trabajo, el de activos etc.) con el externo. La economía no puede fijar el precio relativo de su moneda solo con las divisas que entran y salen, sino con el destino que tienen las mismas en la economía nacional. Los comunistas cubanos son incapaces de observar esta interrelación, preocupados como están por llenar las arcas del estado para sus propios fines.
Y de ahí viene el segundo error garrafal cuando afirman que “el estado puede influir en el establecimiento de un tipo de cambio de equilibrio incidiendo sobre las fuentes de oferta y demanda de divisas, mediante políticas cambiarias, fiscales, monetarias y de otro tipo, pero su capacidad para fijar un tipo de cambio se encuentra limitada por las condiciones imperantes en la economía”.
El estado puede decir lo que quiera, pero si la economía se encuentra en equilibrio, lo que desgraciadamente no ocurre a la economía cubana, de poco o nada sirve que el estado intervenga en el mercado cambiario. Lo único que podrá conseguir es alterar el comportamiento de oferta y demanda, que es lo que ha acabado haciendo. Los mercados buscan el equilibrio. Los gobiernos, con sus políticas económicas, lo pueden influir pero no cambiar.
Por ello, acertar con el tipo de cambio no es jugar a la ruleta, sino conocer bien las condiciones de equilibrio de la economía y ponerse a trabajar. No es éste el lugar para dar lecciones de macroeconomía práctica a los comunistas cubanos, pero antes de jugar a actuar como cambistas de divisas deberían empezar por reducir los gastos públicos descontrolados, reducir la expansión del dinero en circulación, estimular la oferta nacional por medio de reformas estructurales, vigilar el valor del peso en términos de fundamentales de la economía; en suma, hacer cosas que ayuden y no distraigan a los agentes económicos.
En realidad el mismo régimen contribuye a que los cubanos se sientan especialmente motivados a adquirir una mayor cantidad de moneda extranjera, al mantener artificialmente un cambio de 1X24 para las operaciones económicas del estado y sus empresas y conglomerados, al tiempo que otro tipo de cambio más barato para el público en general. Esa dualidad no va a ningún sitio y suele acabar mal, muy mal.
Y si quieren decir la verdad, quien propició en Cuba el nacimiento del mercado informal de divisas no fue otro que el estado, al renunciar a sus funciones. Si ahora pretende “ilegalizarlo” se comete un gran error, por cuanto reducirá la oferta y disparará al alza las cotizaciones alejándolas de cualquier opción de equilibrio.
Llegados a este punto, se podría afirmar que la decisión del régimen de elegir como tipo de cambio para el restablecimiento de las operaciones del mercado cambiario oficial en Cuba, el que rige en el mercado informal debería haber llevado quizás a ensayar otras fórmulas como una posible autorización de cambista como trabajo por cuenta propia que sacara a la luz la actividad de los “informales”.
El tipo de cambio informal, aun cuando es reflejo de los graves desequilibrios que existen en el resto de los mercados de la economía, es el más adecuado para hacer frente a la oferta y demanda de divisas de los cubanos, pero la imposibilidad del régimen de propiciar su extensión a todos los agentes económicos (el estado y sus empresas) indica que no es un tipo general, sino una solución parcial implantada a brochazos que no va a resultar en nada bueno, porque una cosa es el mercado informal y otra bien distinta es la red de cadecas, bancos y oficinas de aeropuertos. Eso lo entiende cualquiera.
Por otra parte, cargar como lo hace el régimen contra el tipo de cambio informal acusándolo de estar “impactado por procesos especulativos y los costos asociados a la informalidad” es injusto, un argumento que se cae por su propio peso, desde el momento que el régimen lo hace suyo en este relanzamiento del mercado cambiario oficial.
Si los agentes que asisten al mercado informal se sienten motivados a realizar intercambios de moneda extranjera (divisas) por moneda nacional y viceversa al tipo que rige en las operaciones, será por algo, pero en absoluto por esos procesos especulativos o costes. Esto es inadmisible porque anticipa por donde pueden venir las sanciones.
Utilizar el tipo de cambio informal para asegurar que desde el relanzamiento del mercado cambiario tengan lugar de la manera más fluida posible las operaciones de compra y venta de divisas, a través del sistema financiero, es una clara injerencia del estado o del régimen en la actividad privada de un mercado que ha funcionado de forma eficiente y continua desde que se suspendieron los cambios a comienzos de 2021.
Buena prueba de ello ha sido que desde el comienzo, ese tipo de cambio sustancialmente similar al que existe en el mercado informal se ha venido abajo, y ya existen lugares en que el peso se cotiza a 1X140 y continúa en caída libre. La limitación en el número de establecimientos autorizados, el racionamiento de dólares en 100 por persona y día, o la torpeza organizativa de los bancos, ha llevado a que aparezcan colas en los establecimientos, malestar, protestas y enfado de los ciudadanos. Este tipo de hechos, rara vez se producen en el mercado informal, que se apresta a competir directamente con el régimen.
Para los que defendemos la economía de mercado libre asistir a estos primeros pasos en el mercado cambiario en que el régimen se ve impotente para gestionar su papel frente a los agentes económicos privados que operan de forma eficiente y orientados por las necesidades de sus clientes, es un espectáculo formidable.
Contemplar cómo el gigante comunista creado por Fidel Castro es derrotado por el Goliat del mercado cambiario informal es una magnífica noticia, que confirma cuán despistados están el Banco Central o el ministerio de Gil para afrontar la competencia con el mercado informal en las actuales condiciones en que aun no se han desatado las campañas de represión y hostigamiento que se supone no tardarán en llegar. Si este escenario se extendiese al resto de mercados de la economía, el comunismo totalitario se habría acabado hace décadas.
Los comunistas se resisten a mantener un tipo de cambio artificialmente bajo en el mercado de la población y actores económicos no estatales, porque según dicen en la nota “ello implicaría inyectar de forma constante divisas desde otros sectores de la economía, lo que en el mediano plazo haría insostenible dicho tipo de cambio y obligaría a adoptar una nueva devaluación, que permita aproximar la tasa oficial hasta el equilibrio de mercado para continuar haciendo viable las operaciones cambiarias”
Bien ¿y entonces qué piensan que es lo que va a ocurrir en unos meses con la decisión que acaban de tomar? No habrá más remedio que depreciar el peso ¿Por qué no se preguntan cómo, con el nuevo tipo de cambio para la venta de dólares, el salario en pesos de un cubano medio ha descendido más de un 400% de sopetón? Cierto es que quien reciba remesas no lo tendrá complicado por cuanto obtendrá más pesos, pero y la inflación interna ¿qué? Por otro lado, ¿Qué ocurre con el 70% de la sociedad que trabaja solo en pesos? Demasiados interrogantes para el régimen.
El mercado cambiario oficial ha nacido en una condiciones tan lamentables, que lejos de cumplir su finalidad, pasará sin pena ni gloria, siendo inoperante en poco tiempo. La economía puede predecir los comportamientos humanos con cierta facilidad cuando se trata de la “libre elección” algo que no entienden los comunistas cubanos desde hace 63 años. El fracaso viene llegando.