Ante el silencio y la inacción de los dirigentes económicos castristas, el Economist Intelligence Unit (EIU) se ha descolgado con un informe en el que detecta síntomas claros de estanflación en Cuba desde el pasado 2020. La estanflación es un término que los economistas utilizan para definir uno de los peores escenarios que pueden afectar una economía, pues supone la coincidencia temporal de estancamiento económico e inflación, dos procesos que no suelen coincidir.
El estancamiento parece confirmado, e incluso la recesión, con la caída del PIB de forma continua desde el segundo semestre de 2019, lo que lleva a la EIU a estimar el crecimiento para este ejercicio en un 0,2%, insuficiente para remontar las perspectivas de la crisis del Covid-19, que hundió el PIB en un 10,9%.
La amenaza de la inflación, desatada con la aplicación de la Tarea Ordenamiento y que empezó a manifestarse en 2020 —según datos oficiales fue de un 18,5%—, se extiende por la economía cubana este 2021 con tasas de tres cifras.
A falta de informaciones oficiales, dicho aumento —que el EIU sitúa por encima del 300% en su último estudio, al cierre de agosto—, ha empezado a preocupar a economistas, si bien las autoridades no parecen inquietas por un fenómeno especialmente grave, nuevo en Cuba y responsabilidad directa de las políticas adoptadas.
De consolidarse la tendencia actual, lo peor es que la inflación puede terminar erosionando una parte muy significativa del presupuesto estatal de 2021, reduciendo la capacidad adquisitiva de asalariados y pensionistas, a la vez que disminuyendo el valor de los depósitos de las familias en el sistema bancario. Dicho de otro modo, la inflación descontrolada genera pobreza, y suele ser un indicador adelantado de malestar social, protestas y estallidos sociales de notables consecuencias políticas. El 11J fue un adelanto.
¿Ha escuchado alguien en los últimos meses una sola declaración del régimen en contra de la inflación que sacude la economía nacional? En absoluto. Parece que La Habana se siente a gusto con ella. A pesar de las graves consecuencias de una inflación descontrolada, el régimen mira para otro lado, o tal vez quiera sacar provecho del escenario. Las dos cosas son posibles al mismo tiempo.
Depósitos bancarios contra inflación
El aumento de los depósitos de ahorros en plena pandemia en Cuba obedeció a una reacción de las familias para cubrirse frente a posibles quebrantos, en un país en que el Estado se muestra incapaz. En 2020, la participación de los depósitos bancarios en el PIB aumentó al 53,3%, ocho puntos más que el año anterior, situándose en máximos históricos. En total, las familias y entidades cubanas atesoran en depósitos bancarios alrededor de 56.896 millones de pesos en valor nominal, según las últimas cifras oficiales de ONEI, relativas a 2020. El tamaño de dichos depósitos es impresionante. Su pérdida de valor puede ser muy negativa. Supera en 5,6 veces a las inversiones, y en siete a las exportaciones e importaciones.
Sin embargo, el encarecimiento de la cesta de la compra, tanto la normada como la que se tiene que cubrir en los mercados, hace que el valor real de estos fondos bancarios se reduzca de forma notable. Con una inflación del entorno del 300%, el volumen de ahorro de los cubanos reduce la capacidad de compra prácticamente a cero. Los cubanos deben ser conscientes de ello, y de la responsabilidad del Gobierno.
Salarios, pensiones, Tarea Ordenamiento y poder adquisitivo
La lucha contra la inflación es una batalla perdida para los dirigentes de la economía castrista. Creen que topando precios pueden hacer algo, pero al final esta es una medida que provoca escasez. Por otro lado, los aumentos salariales y de pensiones acordados en 2019 perdieron su poder adquisitivo de forma muy rápida a causa del aumento de precios.
Los aumentos de salarios y pensiones en 2021, acordados en la Tarea Ordenamiento, han durado mucho menos aún, y en el curso de unos pocos meses, todo el poder de compra ha desaparecido. Una inflación del 300% es insostenible para cualquier aumento salarial, más aún, cuando estos no van asociados a un incremento de la productividad. Y esto con respecto a trabajadores y pensionistas; quienes perciben ingresos por otras fuentes, pueden encontrarse en una situación mucho peor.
Recapitulando: el aumento de la inflación ya tiene un efecto negativo sobre el consumo, que acabará reduciéndose en términos reales, limitando así su impacto en la recuperación económica. Y ello ocurre porque conforme los precios aumentan, si las familias y entidades quieren mantener un determinado volumen de gasto nominal, lo único que podrán hacer es asumir una reducción del volumen de bienes y servicios que consumen por ese mismo dinero. Dicho de otro modo, si determinados productos o servicios aumentan mucho sus precios, no quedará más remedio que reducir su consumo.
La consecuencia de este comportamiento restrictivo será el frenazo a la recuperación económica. De ahí el estancamiento anticipado por el EIU y numerosos analistas, entre los que me encuentro. La estimación formulada por CEPAL para el PIB de la economía cubana en 2021 parece excesiva, a la vista de estas tendencias, y en la medida que el gasto de consumo se reduce para mantener el coste nominal, la consecuencia directa será menos crecimiento y menos ingresos tributarios. Con unos gastos de Gobierno disparados sin control, habrá más déficit público y esto llevará a la economía nacional a las proximidades de la bancarrota.
Esto quiere decir que, si grave es el impacto de la inflación provocada por la Tarea Ordenamiento sobre familias y entidades, sus consecuencias sobre las cuentas públicas son incluso peores.
No cabe duda de que el aumento de la inflación compromete el diseño de la planificación económica y la elaboración del presupuesto para 2022, que puede acabar siendo otro año perdido. Simplemente, si el régimen se plantease la recuperación de rentas salariales y pensiones perdidas por la inflación, los recursos destinados para ello serían inasumibles en las condiciones actuales. La otra cara de la moneda es más pobreza y malestar social. Habrá que elegir, pero los márgenes son muy limitados.
Dudas y temores
En tales condiciones, los analistas se preguntan cuál puede ser la reacción del régimen para evitar alejar la economía de un escenario fuera de control como el descrito. Aquí surgen las dudas y, sobre todo, los temores.
Cuando la inflación aumenta de forma intensa, como ocurre ahora en Cuba, existe un potencial efecto positivo para las arcas públicas, pero uno negativo para entidades y familias. Este efecto supone que el aumento de la inflación puede acabar convirtiéndose en un incremento tributario encubierto. Se trata de la denominada «progresividad en frío»; es decir, las distorsiones que produce la inflación en los tributos que gravan la renta o la riqueza de las personas de acuerdo con una escala progresiva: cuando el salario de un trabajador sube lo suficiente como para que aumente de tramo en el impuesto de ingresos personales, pero no lo suficiente como para compensar la subida de la inflación. ¿Es tal vez esto lo que están pensando los dirigentes comunistas?
Es difícil responder esta cuestión. No parece probable que el Ministerio de Finanzas y Precios actualice los tramos de renta sujetos al impuesto conforme a la tasa de inflación, que es la solución al problema. No lo ha hecho nunca, y no parece que pretenda hacerlo ahora. En tal caso, la habitual inactividad de los dirigentes comunistas supondrá una actualización genérica de rentas y pensiones que tenderá a potenciar el efecto de la «progresividad en frío». De ser así, los dirigentes estarían apostando por un escenario en el que los trabajadores cobren como si fueran más ricos, aunque en realidad no lo son, porque pagan más impuestos, al tiempo que pierden poder adquisitivo por el avance de la inflación. El aumento de precios convertido en un aliado del régimen sería uno de los escenarios más inconcebibles, pero es una posibilidad.
Parece que los dirigentes han descubierto que la inflación es un impuesto ciego e injusto donde los haya, pero que permite llenar las arcas del Estado. Ciego, porque no atiende a la capacidad económica, e injusto, porque no discrimina entre los diferentes niveles de renta. Supone en definitiva aumentar la presión fiscal nominal al someter a gravamen rentas que no corresponden a una efectiva capacidad contributiva, primer y principal postulado de justicia tributaria.
Con la progresividad en frío, la ceguera y la injusticia de la inflación golpean a la sociedad con mayor intensidad, pero los gobiernos no rechazan algo que les puede ofrecer una recaudación tributaria en expansión. Habrá que estar atentos para ver si el régimen cubano solo quiere resolver el problema de manera parcial, maquillando la progresividad en frío. De momento, con un déficit por encima del 18% del PIB, los márgenes son estrechos y apuntan a recaudar más, como sea. La cuestión es si los cubanos están dispuestos a ello.