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Ensayo

Me estoy tomando este episodio como un ensayo general de comunismo. Es decir, como una prueba piloto de lo que pueda venir. Porque las pasadas/próximas dos semanas son lo más parecido a lo que sería una España bolivariana al modo que quiere Podemos, sin libertades y con la Policía parándote por la calle para controlar tus movimientos. Sin derecho de reunión ni capacidad de darse un homenaje en hoteles o restaurantes. Con colas para entrar en unas tiendas de alimentación con las estanterías medio vacías. Sin Semana Santa, ni misas, ni ningún tipo de acto litúrgico. Con el presidente protagonizando interminables alocuciones en todas las cadenas de televisión en las que cuenta lo bueno que es. Con ruedas de prensa en las que el presidente responde preguntas filtradas por su gabinete leídas por el propio secretario de Estado de Comunicación. Con un Gobierno que recibe trato de favor en la sanidad y que no respeta las normas de cuarentena que se imponen a los ciudadanos. Con un Parlamento sin apenas actividad y reducido a mero certificador de las medidas adoptadas por el Ejecutivo. Con las empresas privadas maniatadas por la prohibición de despedir trabajadores. Con los hospitales saturados y con falta de material. Y, sobre todo, con una sociedad que se siente engañada e impotente. Todo esto lo soportamos estos días porque lo consideramos una situación excepcional, un paréntesis momentáneo, pero así es la vida coridiana en el comunismo venezolano que quiere imponer Podemos. Probablemente le parezca irreal que eso llegue a ocurrir en España. Ojalá, pero hace solo un mes también también nos parecía irreal la situación que estamos viviendo hoy.

Podemos venía en caída libre -había perdido 29 escaños en las elecciones de abril y otros siete en las de noviembre-, pero en sólo tres meses se han dado los cuatro requisitos que soñaba Pablo Iglesias cuando fantaseaba con un asalto bolivariano al poder: primero, entrar en el Gobierno; segundo, que haya un presidente débil y manejable; tercero, una crisis económica descomunal que justificase la intervención de la economía; y cuarto, una UE con graves tensiones internas. Todo ello se ha dado de repente en una alineación astral inesperada que Pablo Iglesias no va a desaprovechar. El asalto a los cielos que pregonaban los dirigentes de Podemos ya ha comenzado, e Iglesias marca goles en la portería de Pedro Sánchez mientras se permite amenazar en redes sociales con intervenir empresas y hasta el ahorro de los españoles. Para el comunismo es ahora o nunca, porque el virus ha debilitado también los pilares de nuestro sistema. A nadie se le pasa por la cabeza una España bolivariana, pero si algo nos ha enseñado esta crisis es que lo inimaginable es factible.

 

 

 

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