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Entrar como papable, salir como cardenal

«Siempre habrá gente que diga que España debe aspirar a más. Coincido, debemos siempre aspirar a lo máximo, pero este resultado es extraordinario, demuestra que España ha vuelto a la política europea. La última vez que tuvimos un puesto con un nivel de responsabilidades parecido fue hace 15 años». Tras prácticamente 60 horas encerrado en la sede del Consejo en Bruselas, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció el martes por la tarde ante los medios para asegurar que el acuerdo alcanzado en la Cumbre perpetua era «una noticia extraordinaria». Para los 28 por lograr un paquete equilibrado en el reparto institucional en el continente, y para España en particular porque el puesto del alto representante para la Política Exterior será para Josep Borrell.

El resultado es ciertamente muchas cosas, pero no extraordinario, en ninguna de sus acepciones. Ni siquiera bueno. Las negociaciones tras las elecciones europeas empezaron en París, con una cena de Sánchez en nombre de los socialistas y de Macron en los liberales. Pero acabaron, como siempre, con un encuentro entre Francia y Alemania. El resultado del Consejo Europeo y el reparto institucional es novedoso en algunos puntos, como el tener por primera vez en la historia a dos mujeres al frente de las dos principales instituciones. Pero ordinario en la cocción y en quién sale ganando más, en absoluto. Al revés, se ha caído en la misma trampa de siempre. Le tentaron con la refundación de Europa y acabó agarrado a la desesperada con el premio de consolación.

Sánchez tenía una ocasión única y no la ha aprovechado. Ni para España ni para su familia política. El mejor resumen es el mensaje que se vio forzada a enviar nada más conocerse el resultado Iratxe García, su mujer de confianza en Bruselas y elegida recientemente jefa de grupo de los socialistas en la Eurocámara: «El resultado es profundamente decepcionante para nosotros». Un papelón para ella, la más fiel a su líder en los momentos más duros y que tiene una tarea imposible de compatibilizar en las próximas horas, eligiendo entre su cargo, su grupo, y su corazón.

¿Por qué? El lunes por la mañana, Frans Timmermans, el candidato socialdemócrata, estuvo muy cerca de presidir la Comisión. Y si no ocurrió fue por la presión del PPE. Eso dijo Sánchez. Los ‘populares’ se negaban a renunciar a la Comisión y a conformarse con el alto representante y media legislatura al frente del Parlamento Europeo. Poco más de 24 horas después, eso que ellos despreciaron es exactamente lo que Sánchez ha celebrado para los suyos.

SATISFACCIÓN EN EL PPE; CRÍTICAS SOCIALDEMÓCRATAS

 

El acuerdo ha dejado satisfecho al PPE, que logra su objetivo principal y casi único. Ha matado el sistema de ‘spitzenkandidaten’. Ha enervado al Parlamento Europeo, que amenaza con bloquear los nombramientos y provocar una crisis institucional. Y ha encantado al Grupo de Visegrado, que ha celebrado como victoria propia la derrota del holandés, presumiendo del poder que están logrando en Europa. Sánchez dice que eso no es así, pero su familia política, por desgracia para él, comparte el diagnóstico: «Es inaceptable que los gobiernos populistas representados en el Consejo descartan al mejor candidato sólo porque se ha mantenido firme en defensa del Estado de Derecho y nuestros valores», dice García.

Entre las filas socialdemócratas hay fortísimas críticas e incredulidad con el resultado y con quien era el negociador principal, que creen que no ha estado a la altura y ha terminado sacrificando los intereses del grupo y conformándose con un puesto para España. De verse teniendo lo más alto a quedarse con lo puesto. Sánchez, resignado, explica que ha obtenido lo mismo que salió en 2014, pero que ahora era más difícil porque los socialistas no tienen ya países como Francia o Italia. Cierto, pero si sales a jugar como y contra los primeros de la clase te arriesgas a salir escaldado. En la UE sólo cuenta el final, estar en la mesa de los grandes cuando se reparten las últimas cartas y no durante los primeros momentos del partido. Todo lo demás es ruido. Merkel lo sabe, Macron lo sabe y Sánchez, a su pesar, sabe ahora también qué supone entrar como papable y salir como cardenal.

Pero eso es sólo una parte. La elección de Timmermans hubieran sido buenas noticias para España. Sánchez ha sido durante meses su gran valedor ante los líderes, así que el nuevo presidente habría estado en deuda y eso hubiera permitido obtener un puesto muy interesante, mucho más que el de alto representante. Y combinable con más peso en la Eurocámara, por ejemplo. Además, Timmermans ha sido una de las voces más sólidas en la defensa de España en la cuestión catalana y frente al discurso independentista. Algo que será clave en la próxima legislatura, cuando no haya los mismos apoyos en otras instituciones.

UN PUESTO DE PRESTIGIO

 

Luego está el cargo en sí de Borrell. El alto representante, responsable de la diplomacia europea, es sin duda un puesto de prestigio. Es uno de los que eligen directamente los jefes de Estado y de Gobierno. Pero no hay que engañarse: tiene mucha imagen, supone muchos viajes, máxima visibilidad, fotos con líderes mundiales y estar en algunos Consejos Europeos. Es una vicepresidencia de la Comisión y luce. Y sumará competencias nuevas en Ayuda Humanitaria y Cooperación al Desarrollo. Pero es, de todos los puestos en liza, el más flojo, y en Bruselas muchos ya no lo consideran siquiera ‘top job’.

La UE no tiene una política exterior común, el alto representante domina a los embajadores, está en reuniones importantes, recibe a autoridades, pero mandar, lo que se dice mandar, manda poco. Está mucho tiempo fuera del continente, se pierde demasiados Colegios de Comisarios, y como se ha visto con Mogherini, no sirve a los intereses de su país con la misma efectividad que, por ejemplo, un vicepresidente económico potente. Comparen con Italia, que en una posición débil, muy tocada, resignada a ser secundaria, ha logrado amarrar la importante cartera de Competencia para la próxima legislatura y aspira incluso ¡a seguir presidiendo la Eurocámara dos años y medio!

Además, Borrell tiene 72 años, un carácter volcánico y una paciencia justita, por lo que el cargo se puede volver en contra muy rápido. Si es que supera indemne las audiencias en el Parlamento Europeo, donde saldrán a relucir la sanción de la CNMV, sus problemas en Florencia y algunas de sus ideas sobre Rusia, Trump, Irán, el Brexit y otros muchos jardines en los que se ha metido con los años.

España ha vuelto, tiene más voz que antes, tendrá un sillón de los destacados y todavía puede jugar un rol decisivo los próximos cinco años. Pero hay que contextualizar. Había muchas combinaciones potenciales infinitamente mejores, en nombres, en alianzas y para los intereses estratégicos, económicos y diplomáticos del país. Lo sacado de este Consejo Europeo es lo mínimo dado el peso del país, la emergencia de Sánchez y el contexto internacional. Y está por ver qué efecto tendrá en la reputación. En Europa no sólo importa obrar bien, sino el aura que dejes. Y ahora mismo, pocos van a pesar que estemos ante un éxito.

 

 

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