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Érase una vez… Alice Munro

 

Érase una vez… Fórmula inicial y mágica. Puerta abierta a sueños y realidades. Tres palabras que aproximan pretérito y presente para instalarnos ante el relato del mundo. De lo que somos. De lo que fuimos. Acaso de lo que seremos. Érase una vez… Alice Munro.

Premio Nobel de Literatura en 2013. Narradora excepcional que nos llevó de la mano a algunas de las historias más desveladoras que se hayan escrito en las últimas décadas. Un personalísimo territorio poblado por personajes que a través de sus comportamientos –inesperados, inquietantes, aparentemente anómalos– nos hablan e interpelan acerca del complejo trasunto que envuelve la condición humana.

Hasta que el pasado lunes, 13 de mayo, emulando a algunas de las protagonistas de sus relatos, asumió que el fin ya era y dejó de respirar, Munro fue una mujer que había nacido hace 92 años en Wingham, Ontario, en el seno de una familia de granjeros canadienses. En la universidad de aquella ciudad se formó, se casó, tuvo hijos, se divorció, se volvió a casar, y en el tiempo que le dejaban libre sus quehaceres construyó, a partir de la década de 1950, una obra cimentada en casi dos centenares de relatos de profundo trazo psicológico. Perturbadoras, emocionantes historias casi siempre ubicadas en el entorno geográfico de la escritora, que atrapan y dejan en el lector la huella de la literatura destinada a quedarse en uno para siempre.

La maestría de la que fuera definida como la «Chejov canadiense», bebía de otras a las que como lectora confesaba volver de continuo, ya fuera Tolstói, Katherine Mansfield, John Cheever, Carson McCullers o Flannery O’Connor.

Quien la lee crece. Asiste, acaso sin saberlo, al destilado de una autora capaz de observar a sus vecinos, que en el fondo somos todos y cada uno de los habitantes del mundo, con la inteligente meticulosidad con la que lo haría el más estricto entomólogo. Munro disecciona la desdicha y la felicidad, los giros imprevistos, el dolor propio y ajeno, el peso de la ambición, la parálisis a la que aboca la angustia, el valor de la curiosidad, la voz del silencio o el peso del azar. Desde y con ese material nos enseña el mundo, nos conduce a la reflexión, logra que encontremos caminos por lo que transitar hacia territorios, físicos y psicológicos, que desconocíamos.

“La comarca de Huron County en la que vivo es para mí el lugar más interesante del mundo”, dejó escrito. “Imagino que es porque sé más sobre él y sus gentes. Me produce una fascinación ilimitada que me lleva a escribir y desvelar lo que a mi alrededor sucede”.

Ese, su “alrededor”, lo ha hecho universal quien, además del Nobel, compiló buena parte de los más importantes premios que una “cuentista” puede recoger a través de selecciones de relatos como La vista desde Castle RockDemasiada felicidadLas lunas de JúpiterLa vida de las mujeresEscapadaMi vida queridaTodo queda en casa¿Quién te crees que eres? o Algo que quería contarte.

Ha muerto. Su literatura vuela. Su dimensión cobra definitiva altura.

Érase una vez… Alice Munro.

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