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Es tiempo de construir

“El primer e inaplazable desafío es resolver la crisis alimentaria y acabar con el hambre y desnutrición como principal enemigo del futuro. Es fundamental dignificar la labor del maestro y dotarlos de los recursos necesarios para que puedan cumplir con su importante rol en la formación de las nuevas generaciones. Es esencial promover la innovación, la creatividad y el emprendimiento, impulsando el desarrollo económico sostenible”.

 

Cuando sentimos que nos caen en la cabeza trozos de un imaginario techo, instintivamente pensamos en huir; una pulsión que se enfrenta a otra, opuesta: aceptar que puede comenzar el tiempo en el que debemos dedicarnos y concentrarnos en construir un nuevo techo, una nueva morada, un nuevo hogar, un nuevo país. Es apasionante desplegar la imaginación por todas las inmensas posibilidades que se abren ante esta perspectiva, un abanico mágico pero real que reconstruye, logra soldar piezas, introduce todas aquellas faltantes y posibles causantes del derrumbe, y perfila horizontes no explorados.

Si optamos con valor y decidimos que es impostergable comenzar a construir y salir del abismo, el principio debe ser claro y honesto. Preguntarnos sin miedo por nuestra identidad como país-nación: ¿Qué nos une?, ¿nace nuestra identidad en la escuela, en la familia, en el trabajo?, ¿qué valor tiene la Constitución?, ¿qué hicimos mal?, ¿dónde nos equivocamos?,  ¿qué no alcanzamos a comprender?, ¿cuáles son los retos?, ¿qué deberíamos construir?, ¿cuáles son las urgencias? Ante esta disyuntiva, me atrevo a formular una invitación a un comienzo frente a los siguientes desafíos, sólo como ejercicio inicial. Aquí van algunas ideas:

I.Enfrentar la crisis alimentaria- nutricional.
II. Instaurar el equilibrio de poderes.
III. Nueva legislación laboral.
IV. Parir un verdadero proyecto educativo.

Estos son cuatro espacios fértiles para iniciar la construcción de un país de libertad y prosperidad.

I. Enfrentar la crisis alimentaria-nutricional

Qué está afectando directamente a las nuevas generaciones, minando sus posibilidades y oportunidades, robando el potencial de capacidades a los miembros activos de la sociedad y exterminando a la población anciana inactiva; es un objetivo inaplazable que no puede estar condicionado por ninguna circunstancia política. Es una meta urgente, más allá del contexto político, debemos buscar salidas a esta trampa que le impide a nuestras nuevas generaciones avanzar hacia un futuro mejor.

Basta sólo citar cifras para dimensionar la magnitud del impacto de la crisis alimentaria y del hambre que oscurece hoy a Venezuela: 18,7 millones de venezolanos se encuentran en situación de inseguridad alimentaria; 30% de la población infantil enfrenta restricciones en su crecimiento y desarrollo por las fallas alimentarias permanentes. 19,1 millones de venezolanos en situación de pobreza multidimensional; 18,7 millones con pérdidas irreversibles de medios de vida; 19,1 millones con pérdidas de servicios de salud; 19,1millones con restricciones severas de acceso al agua y todos penalizados por una caída del salario real del 91%.

“No se puede esperar, un mes, un año, la desnutrición continuada, la carencia de proteínas para un infante menor a 6 años marcará su vida para siempre”

Sabemos que si el sector agroalimentario nacional tuviese la libertad necesaria para operar eficientemente, se le brinda el apoyo legal y financiero requerido por los sectores productores, se definen política y medidas que incentiven la productividad, se respeta la propiedad privada y se incorporan nuevas capacidades humanas con competencia a la dirección del sector agroalimentario este podría responder, generar y cubrir el 70% de la demanda de alimentos requeridos por los venezolanos, además se forjaría una oferta exportable que permitiría adquirir en mercados externos el 30% de la demanda restante de alimentos.

Es urgente por tanto presionar colectivamente para lograr que se tomen las decisiones inmediatas que permitan responder a esta emergencia cuya urgencia impone actuar aún en medio de la crisis política que envuelve al país. No se puede esperar, un mes, un año, la desnutrición continuada, la carencia de proteínas para un infante menor a 6 años marcará su vida para siempre. El primer e inaplazable desafío es resolver la crisis alimentaria y acabar con el hambre y desnutrición como principal enemigo del futuro de nuestras nuevas generaciones. En Venezuela están dadas las condiciones naturales, agroecológicas y las competencias humanas para alcanzar este ineludible objetivo en plazos muy cortos.

II. Instaurar el equilibrio de poderes

Es fundamental para el desarrollo de un país y para la existencia del Estado de Derecho. Las naciones surgen cuando los grupos humanos acuerdan objetivos, se unen en torno a metas y aspiraciones, crean leyes y asumen principios éticos plasmados en una Constitución que refleja los deberes y derechos de todos los ciudadanos. Hasta ahora, hemos sido un país dominado por la predominancia del Estado sobre la sociedad, con un poder ilimitado de quienes controlan el aparato público y una marcada subordinación de la ciudadanía frente al Poder Ejecutivo. Es momento de iniciar un proceso de desestatización que libere el poder de la sociedad civil y transforme al Estado en su servidor. Debemos construir una sociedad capaz de establecer límites y exigir cuentas al Poder Ejecutivo, evitando así la imposición de una tiranía. El equilibrio de poderes es la única defensa del ciudadano, y para lograrlo debemos establecer claras delimitaciones y cumplimiento de las funciones de cada poder: el Ejecutivo debe ejecutar lo que ordenan las leyes, el Legislativo debe legislar, y el Judicial debe garantizar el equilibrio que proteja los derechos del ciudadano.

“Necesitamos un sistema educativo que promueva la igualdad de oportunidades”

Para lograr esto, es necesario reconstruir nuestro marco jurídico, estableciendo las bases para una convivencia en la que los individuos sean responsables, respaldados por instituciones que garanticen sus deberes y derechos como parte de un nuevo modelo de gobierno descentralizado y desconcentrado, garantía de la libertad y del protagonismo de una ciudadanía responsable.

III. Nueva legislación laboral

Es crucial para promover el desarrollo económico y social de nuestro país contar con una nueva legislación laboral. Debemos dejar atrás las leyes que se basan en la lucha de clases y en la concepción del trabajador como débil jurídico vulnerable. Necesitamos un enfoque que fomente la colaboración y el entendimiento entre empresarios y trabajadores, basado en metas comunes y acuerdos colectivos. Las sociedades que han apostado por el odio y la confrontación entre trabajadores y emprendedores han experimentado grandes fracasos históricos. Debemos repensar nuestra legislación laboral, orientándola hacia el progreso y la construcción de acuerdos entre las partes involucradas. Es fundamental transformar la base jurídica de la relación entre el capital y el trabajo, propiciando un pacto en el que se reconozcan y respeten los derechos y responsabilidades de ambos. Debemos poner fin a las medidas arbitrarias e ideologizadas impuestas por el Gobierno, que obstaculizan el crecimiento económico y limitan las oportunidades para el desarrollo de las empresas.

IV. Parir un verdadero proyecto educativo

Es un desafío esencial para construir un futuro próspero y equitativoLa educación debe ser inclusiva y accesible para todos los ciudadanos, sin importar su origen social o sus circunstancias. Necesitamos un sistema educativo que promueva la igualdad de oportunidades y que reconozca y valore la diversidad de experiencias y talentos de los estudiantes, un sistema descentralizado basado en el poder administrativo de los municipios. La escuela debe ser un espacio donde se fomente la identidad ciudadana, se promueva el conocimiento, los valores y la formación integral de los individuos. Es necesario replantear nuestras leyes educativas, desconcentrando el poder del Ministerio de Educación y otorgando mayor autonomía a los municipios y a las comunidades educativas locales para que puedan adaptar la educación a las necesidades y realidades específicas de cada lugar.

“Es necesario establecer metas a largo plazo y trabajar de manera continua en su cumplimiento”

Debemos derogar la actual ley de educación y establecer una base jurídica que promueva la participación activa de los maestros, las familias, las autoridades y los estudiantes en la construcción de un proyecto educativo coherente y de calidad. Es fundamental dignificar la labor del maestro y dotarlos de los recursos necesarios para que puedan cumplir con su importante rol en la formación de las nuevas generaciones. Además, es necesario establecer responsabilidades compartidas entre todos los actores involucrados en el proceso educativo, promoviendo una cultura de corresponsabilidad. La educación debe ser un pilar fundamental para el desarrollo de nuestro país, y para lograrlo debemos trabajar en conjunto para construir un sistema educativo inclusivo, equitativo y de calidad.

Las  grandes tareas que debemos afrontar para construir un país de libertad y prosperidad pueden comenzar por las urgencias, deteniendo, erradicando la crisis alimentaria y el hambre que azota a más del 80% de la población, instaurando el equilibrio de poderes, promoviendo la participación activa de la sociedad civil y limitando el poder del Ejecutivo; buscando los acuerdos y consensos para establecer una nueva legislación laboral que fomente la colaboración entre empresarios y trabajadores; sumando esfuerzos y voluntades para poder parir un verdadero proyecto educativo que garantice una educación inclusiva, equitativa y de calidad para todos los ciudadanos. Estos campos son fundamentales para sentar las bases de un país que proteja sus nuevas generaciones, valore los derechos individuales, fomente el desarrollo económico-social, y promueva una educación que forme ciudadanos comprometidos con el bienestar de la sociedad. Con determinación y trabajo conjunto, podemos construir un futuro mejor para Venezuela.

Para lograrlo, es necesario que cada uno de nosotros asuma su responsabilidad como ciudadano, participando activamente en la vida política y social de nuestro país. Debemos exigir transparencia, rendición de cuentas y respeto a los derechos individuales; no podemos ser indiferentes ni ajenos a la miseria que envuelve a la mayoría de los hogares venezolanos, ni a la suerte del 20% de la población que ha huido buscando sobrevivir. Es crucial impulsar el diálogo y el consenso entre los distintos actores de la sociedad, promoviendo una cultura de paz y entendimiento. Además, es importante destacar que la construcción de un país no se logra de la noche a la mañana, requiere de un esfuerzo constante y persistente. Es necesario establecer metas a largo plazo y trabajar de manera continua en su cumplimiento.

En este proceso la educación juega un papel fundamental. Debemos apostar por una educación de calidad, inclusiva y equitativa, que forme ciudadanos íntegros y comprometidos con el bienestar común. Asimismo, es esencial promover la innovación, la creatividad y el emprendimiento, impulsando el desarrollo económico sostenible. Enfrentemos juntos los desafíos que se presentan. Unidos podremos superar las dificultades y construir el país que anhelamos. Recordemos que cada uno de nosotros tiene un rol fundamental en este proceso de transformación. Es momento de actuar. No podemos quedarnos de brazos cruzados ante las adversidades. Seamos agentes activos del cambio, trabajando con pasión y compromiso por un futuro mejor. Nuestra Venezuela merece prosperar y florecer. ¡Juntos lo lograremos!

 

 

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