Escobar: ¿Y tú, qué le pides a Biden?
Algunos amigos me preguntan a menudo «Y tú, ¿qué vas a pedirle a Biden?».
Desde que el señor Joe Biden fue proclamado presidente de los Estados Unidos ha recibido en su despacho de la Casa Blanca diversas peticiones, algunas públicas, otras privadas. Desde el interior de su país le han solicitado que tome decisiones relacionadas con la pandemia, con la venta de armas, con la discriminación racial; desde las fronteras los emigrados le gritan que abra las puertas y donde quiera que la primera potencia del mundo juega algún rol con su política internacional, sea Hong Kong, Siria, Israel, Rusia, China o Afganistán, surgen solicitudes de diversas tendencias.
En lo que a Cuba respecta, el abanico de peticiones cubre todo el espectro del debate político y se expresa tanto en forma de ruegos como de sugerencias e incluso exigencias.
Básicamente pueden identificarse dos tendencias con sus puntos intermedios.
Una de ellas es partidaria de mantener, incluso recrudecer, las restricciones comerciales, las sanciones, la inclusión en la lista de países que colaboran con el terrorismo, la suspensión de viajes y remesas. La otra se inclina por el restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas, el levantamiento del embargo y, de alguna manera, por la continuidad de la política de acercamiento que inició el presidente Barack Obama.
Los que apuestan por apretar las tuercas esperan que esas medidas provoquen un colapso económico con la supuesta consecuencia de una explosión social
Los que apuestan por apretar las tuercas esperan que esas medidas provoquen un colapso económico con la supuesta consecuencia de una explosión social que concluya con la capitulación terminante del régimen.
Entre quienes optan por una segunda edición del deshielo, se discute si deben ponerse condicionamientos a cumplir «por adelantado» o si debe dársele a los que mandan en Cuba la oportunidad de responder al desmantelamiento de las restricciones con reformas económicas y aperturas políticas.
Los críticos de la política desarrollada por Obama insisten en que se cedió demasiado a cambio de nada o de casi nada, lo que genera una postura intransigente frente a la posibilidad de que se repitan aquellos errores. Por su parte, quienes desaprueban las decisiones tomadas en la época de Donald Trump apuntan que lo realizado no trajo una mejoría ni en los derechos humanos ni en la vida de los cubanos y que en definitiva dichas medidas solo sirvieron para justificar las causas de los problemas generados por el sistema y aumentar la represión.
Resulta muy difícil mantenerse en silencio o pretender una neutralidad ante los dilemas que se desprenden frente a semejantes disyuntivas. Tarde o temprano habrá que responder a la pregunta ¿qué le pide usted a Biden?
Empiezo por la obviedad que Joe Biden no es mi gobernante. Alcanzó la presidencia de Estados Unidos en una polémica elección en la que no contó con mi voto ni a favor ni en contra, lo que significa que no tiene la obligación de cumplir ningún compromiso electoral conmigo.
Corresponde a los ciudadanos estadounidenses, incluyendo a cientos de miles de cubanoamericanos, el deber cívico de exigirle a su presidente que responda en primer lugar por los intereses de esa nación.
Corresponde a los ciudadanos estadounidenses, incluyendo a cientos de miles de cubanoamericanos, el deber cívico de exigirle a su presidente que responda por los intereses de esa nación
En relación a Cuba esos intereses inmediatos incluyen un justo pago de indemnizaciones por las propiedades confiscadas, la extradición de personas que cometieron graves delitos en ese país y que viven en la Isla y no otorgar créditos comerciales mientras no exista una garantía de que las deudas puedan ser saldadas por La Habana.
Los estadounidenses también deben exigirle a su presidente que sea un velador del respeto a los derechos humanos en todo el mundo, pero que cumpla esa obligación bajo las reglas que rigen el derecho internacional con el propósito de respetar la soberanía de otras naciones y evitar conflictos bélicos.
A finales de enero del pasado año numerosos manifestantes estadounidenses y cubanoamericanos pidieron al Gobierno de Biden que pusiera fin «al criminal bloqueo contra el pueblo de Cuba» y sostuvieron el lema «Puente de amor» como nombre de un proyecto que dice poner por delante a la familia antes que la política.
Eliécer Ávila, residente en Florida y líder del Movimiento Somos+, al convocar a una marcha frente a la Casa Blanca el pasado 20 de marzo, explicó sus deseos de que cuando se anuncie la política hacia Cuba, «sea una política encaminada al fin de esa dictadura, no a que la dictadura funcione mejor o tenga algún tipo de facilidad para seguirse manteniendo en el poder».
Los cubanos que permanecemos en la Isla hemos experimentado durante seis décadas los resultados de una dictadura, las consecuencias de las acciones por derrocarla llevadas a cabo por el poderoso vecino del norte y la frustración de ver fracasados los intentos por cambiar las cosas con nuestros propios esfuerzos.
Los cubanos que permanecemos en la Isla hemos experimentado durante seis décadas los resultados de una dictadura
Es como si habitáramos una vivienda llena de ratas atacada con gases venenosos por los vecinos empeñados en eliminar la plaga. Las ratas no nos dejan vivir como quisiéramos, pero el veneno nos asfixia porque se fumiga con toda la familia dentro. De esta casa se ha ido mucha gente y en cuanto llegan a su destino, se ven en el dilema de proteger a los parientes que dejaron atrás pidiendo que cesen las ponzoñosas emanaciones o ejercer el legítimo rencor contra los indeseables roedores, exigiendo que se aumente la dosis del veneno.
Para dar fin a la metáfora hay que advertir que la mayoría de quienes continúan bajo este techo ha terminado por acostumbrarse a convivir con las ratas y a aguantar la respiración. Otros no hemos renunciado a erradicarlas sin tener que depender de lo que hagan los vecinos.
¿Qué voy a pedirle a Joe Biden?