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España: Cinco consecuencias de una investidura
Pedro Sánchez salió de la Cámara ataviado con una gran frustración. Cuando a uno el Rey le encarga que intente ser presidente, es inevitable sentirse psicológicamente presidente. Tiene un fin de semana por medio para hacer la transición de candidato a la investidura y volver a su condición de secretario general del PSOE. Que tampoco está tan mal. Sin embargo, gracias a Sánchez, la Cámara ha celebrado un interesante y entretenido debate parlamentario que deja, como mínimo, cinco consecuencias.
- En el caos institucional también se puede hacer política.Por primera vez desde la Transición, nadie tiene su papel definido. Si excluimos a Patxi López, el presidente del Congreso, que tendrá que espabilar si no quiere que sus señorías se le vayan de las manos. No hay presidente del Gobierno –Rajoyestá en funciones y como hemos visto es un diputado más- y no hay líder de la oposición. O hay muchos que se han hecho oposición unos a otros con ímpetu, garbo y energía.
- Nueva oratoria parlamentaria. Los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, han irrumpido con brío. Quienes se escandalizan por el tono escuchado en el debate, pueden repasar los Diarios de Sesiones de la legislatura del 93 al 96 -por ejemplo- para comprobar que PP y PSOE se dijeron cosas mucho más gruesas que los discursos de Iglesias o del extravagante Rufián, nuevo portavoz de ERC, que dejó atónitos a los presentes. La acusación contra Felipe González de ser el responsable de que enterraran a Lasa y Zabala en «cal viva» en sede parlamentaria ya la hizo Francisco Álvarez-Cascos, entonces secretario general del PP. Lo que sí es novedad es el lenguaje que se ha utilizado. Un nuevo lenguaje procedente de los programas de televisión donde se han criado los nuevos líderes. Su sentido del espectáculo es, desde luego, mucho mayor que el de los partidos clásicos.
- Ofensas mutuas que dificultan la nueva etapa.Iglesias ha vuelto a herir el orgullo del PSOE. Rivera ha castigado el orgullo del PP. Ciudadanos ha sacado un enorme partido a sus 40 diputados que no suman con nadie para formar un Gobierno. Rivera se ha estrenado con eficacia discursiva en la Cámara. En cuanto a Pablo Iglesias, nadie podía pensar que fuera a entrar en el hemiciclo a hacer otra cosa distinta de la que hacía desde fuera. Para eso, se habría quedado detrás de las vallas. El líder de Podemos es en sí mismo un espectáculo. Amor, besos, pasión, puños el alto. Palabras y gestos a las que la Cámara no está acostumbrada. Gustará más o menos, pero actúa para su público y para los desencantados del sistema. Iglesias tiene algo de potro desbocado que no encuentra la medida de su actuación. Casi siempre se pasa de frenada. Por otro lado, ¿no queríamos que entrara la calle en el Congreso? Pues ahí está la calle, en medio del hemiciclo. Mejor dentro que fuera.
- Mariano Rajoy: compañeros del PP, todo bien. El gesto del presidente el funciones cuando acabó su intervención en el segundo día de debate fue significativo porque no es habitual en él. Se dejó aplaudir por sus diputados, les devolvió el aplauso y subió el pulgar como diciendo: «Todo bien, muchachos, aquí sigo». El líder del PP ha querido resucitar de su letargo en estas sesiones y sus colegas lo han celebrado. Los diputados del PP han asistido estupefactos al espectáculo de los nuevos porque les falta costumbre. Han sido cuatro años de mucha estabilidad, de mucha imposición de la mayoría absoluta y también de mucho aburrimiento parlamentario. Y ahora este turbión tan de repente. Habrá que asumirlo.
- Pedro Sánchez se ha sacrificado para poner en marcha el reloj hacia unas nuevas elecciones.Ha prestado un servicio al país, pero no ha dejado rastro alguno de emoción detrás de su discurso y sus réplicas a los portavoces. El líder socialista tiene un estilo político más bien contenido. Correcto, pero frío. La sesión deja un rastro complicado para el PSOE. Se enfrenta a una izquierda complicada que le mira de tú a tú, y con la que es difícil que se pueda entender. Ahora o en el futuro. El pleno ha ahondado la desconfianza entre PSOE y Podemos. Y Pablo Iglesias no puede bajarse fácilmente del risco en el que se ha subido.