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¿Esta Ortega dispuesto a negociar sin trabas para sacar a Nicaragua de su peor crisis?

 

Las negociaciones entre el Gobierno de Nicaragua y la opositora Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia podrían ser la prueba definitiva para saber si el presidente Daniel Ortega está dispuesto a sacar al país de su peor crisis, en medio de múltiples señalamientos que lo responsabilizan de la misma.

Las negociaciones que sustituyeron al diálogo nacional abandonado por Ortega en julio pasado se iniciaron el miércoles en busca de una solución a la crisis, pero luego de tres sesiones de ocho horas cada una las partes continúan sin ponerse de acuerdo en los temas de fondo.

Mientras la Alianza quiere discutir la libertad de los manifestantes presos, el restablecimiento de las libertades públicas, reformas electorales para el retorno de la democracia y justicia para las víctimas, el Gobierno mantiene silencio sobre sus exigencias.

Ese silencio a lo largo de tres días que serán cinco antes de la próxima sesión de negociaciones el lunes, hace que algunos en Nicaragua duden de la voluntad política de Ortega para resolver la crisis, y que vean el cambio de régimen carcelario de un centenar de manifestantes —a quienes dio libertad condicional- como una supuesta falsa muestra de flexibilidad.

Para la líder del opositor Movimiento Renovador Sandinista (MRS), Ana Margarita Vigil, lejos de tener voluntad de solución, Ortega lo que realmente busca es más tiempo en el poder.

“Si está poniendo trabas, demuestra que realmente no tiene voluntad de cumplir”, según afirma Vigil a Efe.

Por su parte el analista político y exfuncionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Edmundo Jarquín advirtió que “Ortega intentará dividir el respaldo nacional e internacional de la Alianza Cívica, y usará con ese fin su apariencia de flexibilidad”.

Una división entre la oposición beneficiaría a Ortega porque debilitaría la presión interna, lo cual restaría interés a la comunidad internacional en que la crisis de Nicaragua se resuelva.

Después de 22 años como presidente, los 12 últimos de manera consecutiva, Ortega posiblemente se encuentra en su momento más incómodo desde que se convirtió en el hombre más poderoso de Nicaragua.

Por un lado, si Ortega muestra voluntad y acepta discutir los temas que le interesan a la Alianza, se expone a que los nicaragüenses vuelvan a salir a las calles en masa para exigir justicia y elecciones adelantadas.

Por otro, si el presidente mantiene su mano de hierro, se expone a las alegadas sanciones de Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos (OEA), y la Unión Europea (UE).

“Ese es el dilema que Ortega tiene, están en sus manos los presos políticos, el cese de la represión, sabe que la tiene difícil, que está cada vez más aislado, pero quiere alargar esto lo más posible”, explica Vigil.

La vieja estrategia de tomar decisiones sorpresivas para ir con ventaja a unas negociaciones tampoco ayuda a Ortega.

En el mismo día del inicio de las negociaciones, si bien envió a casa a 100 reos, la Asamblea Nacional, de mayoría oficialista, aprobó reformas fiscales para intentar que las negociaciones giraran alrededor de temas económicos y no sobre la crisis sociopolítica.

Adicionalmente el Ejército de Nicaragua, cuyo jefe supremo es Ortega, emitió un comunicado de apoyo a los “consensos necesarios”, que fue interpretado por disidentes sandinistas como una forma de apoyo al presidente, ya que no habrá acuerdos sin su aprobación.

“Ortega usó esa última carta y no le sirvió para nada”, reitera Vigil.

No es posible saber si el mandatario, un experto de las políticas internas, se está jugando sus últimas cartas, pero el retraso de las negociaciones pasa el juego a otro nivel, al de las intenciones, y mientras los nicaragüenses tienen interés en una salida pacífica, según dice Vigil, la voluntad política de Ortega es puesta a prueba y el tiempo corre.

 

 

 

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