¿Está Putin preparando una guerra en Europa?
Vladímir Putin está concentrando blindados, artillería y soldados cerca de la frontera con Ucrania. Joe Biden, el presidente estadounidense, responde combinando amenazas y ofertas de diálogo. ¿Va Rusia de farol… o existe el riesgo de una guerra en Europa?
Tres días antes de la videoconferencia entre Joe Biden y Vladímir Putin, el 7 de diciembre, un tren atraviesa a toda velocidad Polushkino, un pueblo a 60 kilómetros al oeste de Moscú. Transporta camiones militares y docenas de todoterrenos. Un fan de los ferrocarriles, llamado Dinisvogonov en las redes sociales, graba su paso. El vídeo, publicado en TikTok, es una de las muchas piezas que los analistas internacionales están reuniendo estos días para montar el puzle del despliegue de tropas rusas en la frontera con Ucrania.
Porque Dinisvogonov no es el único que ve pasar un tren tan especial. Otro apasionado ferroviario graba unos días antes un tren con idéntica carga… pero lo hace miles de kilómetros al este. Activistas del CIT, un grupo ruso de investigación especializado en temas militares, consiguen averiguar el lugar de destino a partir de los números de los vagones: se trata de la ciudad de Jelnia, a 100 kilómetros de la frontera con Bielorrusia y a 300 de Ucrania. El CIT identifica los vehículos como pertenecientes a una unidad de élite estacionada habitualmente en la frontera con Mongolia. La unidad en cuestión pertenece al 41 Ejército. ¿Qué lleva al 41 Ejército de Siberia tan al oeste de Rusia? Este enigma tiene en ascuas a los observadores occidentales… y es uno de los motivos por los que los presidentes de Estados Unidos y Rusia mantuvieron recientemente una videoconferencia. Washington teme una nueva invasión rusa de Ucrania y no descarta la posibilidad de una guerra a gran escala en Europa.
Los secretos movimientos de Putin
Rusia ya desplazó en primavera otras unidades del 41 Ejército con material pesado hacia el oeste, hasta un campamento militar cerca de Vorónezh. Estas unidades siguen hoy en la Rusia occidental. En lugar de regresar a Siberia tras las maniobras, se trasladaron a Jelnia. Moscú también ha desplegado en la península de Crimea unidades del 49 y 58 Ejércitos, que normalmente tienen su base en el Cáucaso.
Según Michael Kofman, del think tank estadounidense CNA, la actual concentración de tropas es mucho mayor que la de primavera. Un documento interno estadounidense, filtrado al diario The Washington Post, afirma que 50 ‘grupos tácticos de batallón’ (BTG) están ya cerca de Ucrania, y que otros 50 se estarían trasladando hacia allí. En total estaríamos hablando de unos 175.000 soldados.
Semejante concentración de tropas parece excesiva para cualquier cosa que no sea una invasión a gran escala de Ucrania, cree Kofman. Su conclusión: Putin se está preparando para cualquier escenario posible. Quiere reservarse la opción de poder lanzar una invasión si es necesario. Y, a diferencia de lo ocurrido en primavera, todo se está haciendo en secreto, lo que resulta más inquietante.
Todas las huellas de los preparativos se eliminan inmediatamente de las redes sociales, afirman los investigadores del CIT, entre otros motivos porque el FSB, el Servicio Federal de Seguridad ruso, se muestra desde octubre mucho más estricto a la hora de decidir qué se considera secreto militar. «Mucho material bélico se mueve durante la noche, o se lleva de aquí para allá de manera que nadie sepa ya dónde está», dice Kofman. De todos modos, añade, aún es demasiado pronto para una invasión. Para una operación de ese tipo también haría falta transportar munición, combustible y provisiones en grandes cantidades. «Y eso es algo que hasta ahora no hemos visto».
175.000 soldados rusos se concentran ya cerca de Ucrania. Demasiadas tropas para nada que no sea una invasión, dicen los expertos
Los movimientos de tropas son incesantes. Pocas semanas antes, en un frío día de noviembre, Putin desveló parcialmente su estrategia durante un discurso pronunciado en el Ministerio de Asuntos Exteriores en Moscú. Por primera vez, Putin hablaba abiertamente de la «tensión» que Rusia está provocando en Occidente. Lo decía como algo positivo. Hasta ahora, aseguró, Occidente había reaccionado con indiferencia a las objeciones planteadas por Rusia a la ampliación de la OTAN hacia el este, situación que, en su opinión, por fin había cambiado. Por eso era importante mantener la tensión. «Que un gobernante diga que hay que generar tensión es algo bastante inusual», afirma Fiódor Lukiánov, experto en política exterior.
También fue la primera vez que Putin planteaba una reclamación concreta. Hasta ese momento solo había hablado de «líneas rojas», es decir, de lo que quería impedir. Pero ahora hablaba de lo que aspiraba a conseguir con sus amenazas: una garantía formal de que la OTAN no seguirá ampliándose hacia el este ni desplazando en esa dirección su infraestructura militar.
Lukiánov habla de una «finlandización» de Ucrania, en referencia al estatus de neutralidad que Moscú impuso a su pequeño vecino tras la Segunda Guerra Mundial. Tal y como lo ve Putin, Rusia solo puede reconocer la existencia de un Estado ucraniano si este mantiene relaciones amistosas con Rusia. «La idea surgida entre los europeos tras el final de la Guerra Fría de que cada país podía hacer lo que quisiera es una novedad desde el punto de vista histórico. Nunca se había planteado nada parecido», añade.
Los acuerdos de Minsk, que Rusia impuso a Ucrania en 2015 después de su derrota militar en el Dombás, fueron para Moscú una garantía de que Ucrania no podría pasarse al bando contrario, «un freno de emergencia», como lo denomina Lukiánov. El acuerdo disponía que la Constitución ucraniana debía reconocer un estatus especial a la región del Dombás.
Ucrania enfada al zar y Estados Unidos presiona a sus aliados
Pero el freno ha fallado. Ucrania ha continuado su acercamiento a Occidente, para frustración del Kremlin, sobre todo tras el relevo al frente del Gobierno de Kiev en 2019. El presidente Volodímir Zelenski ha mantenido el curso prooccidental de su predecesor, incluso ha impuesto sanciones contra Víktor Medvedchúk, un oligarca de la élite ucraniana amigo de Putin. En definitiva, la aplicación de los Acuerdos de Minsk está en punto muerto.
Al mismo tiempo se ha ido intensificando la colaboración militar ucraniana con varios países de la OTAN. Ucrania ha recibido de Turquía drones de combate Bayraktar. También ha recibido de Estados Unidos misiles antitanque Javelin. Aunque estas armas podrían suponer más un peligro para los separatistas fieles a Moscú que para el Ejército ruso, reflejan una tendencia que genera inquietud en el Kremlin. «La cuestión es: ¿se convertirá Ucrania en un puesto avanzado de la OTAN y Estados Unidos incluso sin ser miembro de la Alianza?», plantea Lukiánov.
A diferencia de Putin, que actúa en solitario, Biden está buscando el respaldo de sus aliados. Estados Unidos lleva semanas presionando a los europeos para que adopten una postura más dura hacia Moscú. Un día antes del discurso de Putin en el Ministerio de Asuntos Exteriores llegó a la sede de la OTAN en Bruselas una visita bastante inusual: Avril Haines, directora nacional de inteligencia de Estados Unidos, con un nutrido grupo de colaboradores.
Según fuentes conocedoras de la reunión, Haines mostró a los aliados imágenes del despliegue ruso. En las fotografías por satélite, algunas de ellas de una enorme resolución, se distinguía con toda claridad el equipo militar ruso apostado cerca de la frontera con Ucrania. Estados Unidos rara vez muestra este tipo de material de inteligencia, ni siquiera a sus aliados más estrechos, ya que permite deducir detalles sobre sus sistemas secretos de vigilancia.
El gasoducto ruso-alemán se ha incluido en las posibles sanciones. Se paralizaría si Putin ordenase un ataque
El análisis de Estados Unidos es sencillo: Rusia estaría en condiciones de invadir Ucrania en pocos días y conservar el terreno ocupado por intensa que fuese la resistencia ucraniana. Ni siquiera aliados cautelosos en este tipo de asuntos, como Alemania, presentaron objeciones… la situación es delicada.
Si bien el ataque no es inminente, sí que es posible, por lo que se hace necesaria una reacción decidida de Occidente, ese fue el mensaje principal.
Apenas dos semanas después de la presentación de Haines ante el Consejo del Atlántico Norte, Estados Unidos llevó el tema al plano político durante la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la Alianza en Riga. El secretario de Estado, Antony Blinken, mano a mano con su homóloga británica, advirtió de la posible adopción de sanciones severas contra bancos rusos y la compra de deuda pública rusa. Blinken hizo alusión directa al Sberbank, la institución financiera más grande del país. Por su parte, la ministra británica puso sobre la mesa la exclusión de Rusia del sistema de pago Swift, servicio empleado para las operaciones bancarias transfronterizas.
Y llegamos al gas…
Las instalaciones del gasoducto ruso-alemán Nord Stream 2 ya están concluidas, solo faltan los permisos alemán y europeo para su puesta en marcha. Pese a sus reticencias iniciales, Alemania acabó aceptando la inclusión del gasoducto en el catálogo de posibles sanciones. Según el acuerdo alcanzado, Alemania tendría que paralizar el proyecto inmediatamente si se produjera una invasión.
Los ministros de la Alianza se quedaron sorprendidos ante la vehemencia mostrada por los norteamericanos. «Estados Unidos nunca había dicho con tanta claridad lo que haría llegado el caso», dice uno de los participantes en la reunión. Sin embargo, muchos de los socios europeos se mostraron vacilantes. No veían pruebas concluyentes de que Rusia estuviera planeando la invasión de Ucrania. Washington insistió en que no está dispuesto a permitir que Putin se salga con la suya.
La Casa Blanca sigue sin desvelar las sanciones concretas con las que Biden amenazó a Putin en su reciente videoconferencia. Jake Sullivan, el asesor en temas de seguridad del presidente, se ha limitado a decir: «Ahora estamos dispuestos a hacer lo que no hicimos en 2014».
¿Qué hará Rusia?
¿Será suficiente para que Putin retire soldados y armamento de las zonas fronterizas? Mantener el despliegue resulta demasiado caro como para que lo prolongue más tiempo del necesario. Pero, a la vez, es demasiado grande como para retirarlo sin arrancar concesiones de calado a cambio. Sobre todo porque esta es la segunda vez en un año que desplaza fuerzas hacia Ucrania. «¿Cuántas veces puedes jugar esta baza antes de que la gente se dé cuenta de que vas de farol?», pregunta el experto militar Michael Kofman.
En ese sentido sorprende la calma con la que se está reaccionando en Kiev a la presencia de carros de combate rusos en sus fronteras, aunque «la amenaza parece más seria y real que en primavera», como admite Víktor Muzhenko, exjefe del Estado Mayor del Ejército ucraniano. Es muy consciente de la superioridad de las Fuerzas Armadas rusas, pero cree que los costes para Rusia serían elevados. En última instancia, añade, todo se reduce a la respuesta de la sociedad ucraniana, por lo que Putin buscaría en primer lugar debilitar el país desde dentro: «Condición previa para una invasión militar es una desestabilización política de Ucrania».
«Obviamente, Ucrania es incapaz de plantar cara sola a Rusia», dice Nikolái Sungurovsky, experto militar de Razumkov, un think tank de Kiev. Y obviamente la OTAN no enviará tropas a Ucrania, añade; no hay que olvidar que el país no es miembro de la Alianza. Sungurovsky teme que Rusia quiera repetir el escenario de 2014 y 2015, cuando, tras dos derrotas militares, Ucrania se vio obligada a firmar los acuerdos de alto el fuego que hoy se conocen como Minsk 1 y Minsk 2.
El experto cree que Putin quiere forzar una nueva derrota y sospecha que «está preparando a Ucrania para un Minsk 3». Kiev pagó las dos primeras derrotas con cientos de vidas. Esta vez, se teme Sungurovsky, serían miles.