Estados Unidos y Alemania conmemoraron los 75 años de la Batalla de las Ardenas, el fracaso de la última ofensiva de Adolf Hitler en el oeste
El Secretario de Defensa Mark Esper y el presidente Frank-Walter Steinmeier rindieron homenaje a los caídos en los combates iniciados el 16 de diciembre de 1944 en los frondosos bosques de Bélgica
Antiguos enemigos ahora convertidos en aliados, Estados Unidos y Alemania conmemoraron este lunes en Bélgica el 75° aniversario de la Batalla de las Ardenas, una de las más importantes de la Segunda Guerra Mundial durante la cual fracasó la última ofensiva ordenada por el dictador Adolf Hitler en el Frente Occidental, que junto a los avances de la Unión Soviética en el este marcó el fin del régimen nazi.
En la madrugada del 16 de diciembre de 1944 más de 200.000 soldados alemanes lanzaron un ataque tan poderoso como inesperado a través del denso bosque de las Ardenas en Bélgica y Luxemburgo. La sorpresa fue total, y la vanguardia germana rápidamente penetró la linea aliada y comenzó a avanzar hacia el oeste, generando pánico en el alto mando aliado.
Por la protuberancia que la ofensiva dejó plasmada en los mapas del lado aliado, los estadounidenses llegaron a conocer a los combates de aquellos días como la Battle of the Bulge (Batalla de la protuberancia). Para los alemanes fue conocida como la Unternhemen Wacht am Rhein (Operación Guardia sobre el Rin). Pero en rasgos generales ha pasado a la historia como la Batalla de las Ardenas.
Tras recuperarse de la sorpresa inicial, las tropas estadounidenses reaccionaron y retrasaron los avances alemanes, hasta que la llegada de importantes refuerzos y la mejora el clima, que posibilitó las operaciones aéreas, finalmente provocaron el fracaso de la ofensiva.
“Sus esfuerzos no sólo defendieron a Estados Unidos pero contribuyeron a que los pueblos de Europa volvieran a ser libres”, indicó este lunes el Secretario de Defensa estadounidense, Mark Esper, durante su intervención en los actos en Bastogne, una ciudad belga en las Ardenas que fue uno de los focos de los combates.
“Fue una de las granes batallas en la historia de Estados Unidos”, aseguró, citado por la agencia AP, en un acto en el que se rindió homenaje a los cerca de 10.000 muertos estadounidenses en los combates, de un total de 89.000 bajas.
El presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, también dedicó unas palabras al esfuerzo estadounidense, sin referirse sin embargo a las cerca de 90.000 bajas alemanas, incluyendo unos 12.000 muertos.
“En este día, nosotros los alemanes queremos agradecer a los Estados Unidos. Su ejércitos, junto a los de sus aliados, liberaron Europa y también a Alemania. Les damos las gracias”, dijo Steinmeier. “Los que murieron fueron víctimas del odio, el engaño y la furia destructiva que se originó en mi país”, agregó en el acto en el que participaron también los reyes Felipe y Matilde de Béligica, el Gran Duque Enrique de Lusemburgo, el presidente polaco Andrzej Duda y enviados de Francia, Canadá y el Reino Unido, de acuerdo a la agencia AFP.
Mucho tiempo ha pasado desde la derrota nazi en 1945, y en la actualidad Alemania y Estados Unidos son aliados cercanos en materia de defensa ymiembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) desde hace décadas.
Y aunque en los últimos años han surgidotensiones en la relación entre Estados Unidos y la mayoría de los países europeos por visiones diferentes en cuanto al rol y alcance de la OTAN, especialmente con Alemania debido a su insuficiente gasto en defensa, según ha criticado el presidente estadounidense Donald Trump, estas fricciones no fueron mencionadas durante la ceremonia en el monumento Mardasson en Bastogne, realizada bajo la lluvia y con temperaturas de 6 grados.
Duros combates en la nieve y el frío
Aquel 16 de diciembre de 1944, sin embargo, las condiciones eran mucho peores, con niebla, nieve y temperaturas de 6 grados bajo cero durante el día, llegando a menos de 20 por la noche.
Los historiadores, como Antony Beevor y Peter Caddick-Adams, por cita sólo dos, suelen calificar a la ofensiva de Hitler como un acto “desesperado” y una última apuesta al “todo o nada”, que prolongó la guerra y generó aún más muertes innecesarias en los últimos meses de la guerra más devastadora de la historia.
Después de todo, los aliados occidentales ya habían logradodesembarcar con éxito en Normandía y liberar a toda Francia, y se encontraban en medio de los preparativos finales para la invasión de Alemania. En el este, las tropas de la Unión Soviética habíanya destrozado los últimos intentos ofensivos alemanes y avanzaban como una locomotora a través de Polonia. La suerte parecía echada.
“Se pensaba que Alemania estaba de rodillas y que no podía reunir una fuerza grande” como para una ofensiva, dijo Mathieu Billa, director del Museo de Guerra de Bastogne, a la agencia AP.
Ante esta evidencia, cualquier intento de postergar la sangría parecía de una irracionalidad suprema. Pero no para Hitler.
Acorralado, el dictador había dado luz verde para una ofensiva ambiciosa, que pretendía penetrar la línea aliada, separando a las tropas estadounidenses en el sur de las británicas y canadienses en el norte, para luego avanzar hacia el puerto de Amberes.
Este puerto belga de agua profunda tenía un rol estratégico vital para las operaciones aliadas en el norte de Europa, ya que la mayoría de los suministros y tropas de reemplazo llegaban por allí desde Inglaterra. Además, había sido capturado por los aliados en noviembre.
El líder nazi creía que recapturando la ciudad y destruyendo su infraestructura portuaria, y provocando fuertes pérdidas humanas en el proceso, pondría un momentáneo freno al avance aliado, los forzaría a firmar la paz (en lugar de un rendición incondicional) para evitar más guerra rompiendo así la “amistad” con los soviéticos, y luego enviaría a todas sus tropas restantes a hacer frente a los rusos para frenar su ofensiva final sobre Alemania.
Algunos historiadores contemporáneos, como el sueco Christer Bergström, han cambiado la apreciación sobre este plan, al considerarlo quizás no tan descabellado. Y las primeras noticias del éxito de tropas alemanas, que golpearon con fuerza a los exhaustos soldados estadounidenses y los hicieron retroceder, deben haber llenado de optimismo a Berlín.
Pero unos días después, los estadounidenses se reorganizaron y montaron una férrea resistencia que comenzó a reducir la velocidad del ataque de los tanques alemanes. Si la batalla evidenció las deficiencias tácticas y en el cuerpo de oficiales del ejército de Estados Unidos, también se hizo famosa por mostrar la obstinación y valentía de algunos de sus mejores unidades, desamparadas, desconectadas de sus líneas de suministro y enfrentadas a un enemigo poderoso.
“Fue en última instancia este espíritu intrépido e indomable del soldado estadounidense el que trajo la victoria”, destacó Esper.
Cuando los refuerzos estadounidenses y también británicos cayeron sobre los flancos de la ofensiva alemana, y el cielo se aclaró lo suficientemente como para permitir la actuación de la aviación aliada, que por ese entonces tenía una superioridad casi total sobre la Luftwaffe, los objetivos demasiado ambiciosos, las carencias en la maquinaria de guerra alemana y los límites Hitler quedaron en evidencia. El ataque se estancó, y en poco tiempo más una contraofensiva dio inicio a la retirada de los alemanes.
Para el 28 de enero de 1945 la Operación Guardia sobre el Rin era ya un resonante fracaso, y los aliados pasaron luego a su esperada invasión de Alemania. Con los soviéticos en Berlín y los aliados en control del Ruhr y de Bavaria, la rendición llegó el 8 de mayo de 1945, casi una semana después del suicidio de Hitler.