Europa honra su riqueza botánica
A Jorge Valero, arquitecto venezolano que cultiva orquídeas
Un olmo en Lecina, Aragón –carrasca, lo llaman en su tierra- milenario como hubiese gustado al poeta, ha vencido en el concurso anual del árbol europeo, con que un grupo de entusiastas reunidos en la Enviromental Partnership Association con sede en Bruselas, reconoce desde hace un decenio la belleza, longevidad y el significado histórico del patrimonio botánico del Viejo Continente.
Bajo los densos ramajes donde antaño solían las brujas celebrar sus aquelarres se dan cita todavía los trece habitantes para no olvidar que el venerable nació precisamente con el reino de Aragón y asistió a su arrogante expansión por el Mediterráneo en tiempos de la Reconquista, hasta cubrir un área de 615 metros cuadrados con su altura de 16.5 metros y una circunferencia de 28 metros.
Más de cien mil votantes lo ungieron ganador sobre un plátano en Curinga, Calabria, Italia, también matusalénico, que monjes basilios sembraron para sombrear su monasterio a las orillas del mar Tirrénico; hoy impresiona con un tronco de tres metros de diámetro completamente hueco.
En tercer lugar clasificó un sicómoro de 284 años, principal atracción turística en la plaza central de Derbent, capital de la provincia rusa de Dagestán.
Y luego el jurado recompensó otras nominaciones llegadas de organismos públicos y grupos de vecinos, deseosos de participar en una iniciativa que ha venido afianzándose como uno de los eventos de inspiración ambientalista más hermosos del planeta:
Varsovia, marzo 2021.