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Famosos versus sabios

Antonio Muñoz Molina escribía hace unas semanas que esta terrible calamidad que estamos viviendo nos había servido al menos para reconocer la autoridad de las personas que saben. De aquellos que, por haber estudiado y tener experiencia, luchan por acercarse a la verdad y a los hechos, a lo que puede medirse y afirmarse, o a lo que todavía está en el terreno de lo que no se sabe con certeza, lo que está en fase de análisis científico y por lo tanto queda, todavía, en duda. “Nos habíamos acostumbrado a vivir en la niebla de la opinión de la diatriba sobre palabras, del descrédito de lo concreto y comprobable, incluso del abierto desdén hacia el conocimiento”. Y se complacía el escritor español de que al fin ya no estábamos en manos de “engañabobos, embaucadores y vendedores de humo”.

Pero después de unas semanas en que médicos, virólogos, infectólogos, epidemiólogos, salubristas y neumólogos eran escuchados con el respeto que se merecen, y se seguían sus recomendaciones, los charlatanes han vuelto a asomar la cabeza, es más, a levantarla a los gritos por encima de la voz ponderada de los sabios. Los insultan e intentan callarlos con un vozarrón y una verborrea incontenible que, por supuesto, consigue engañar a los que menos saben, a quienes en su angustia se aferran a los gritos de quienes aseguran tener razón y saber la verdad, y no a las preguntas e incertidumbres de quienes saben que aferrar la verdad total de un virus nuevo y sagaz es muy difícil. Hay quienes creen que tienen la razón sencillamente porque hablan más duro, más rápido, con más seguridad y con más palabrotas. Yo creo más en la serenidad de aquellos que afirman tranquilos lo que se sabe y dejan abierta la respuesta a lo que no se sabe.

No piensen que esto ocurre solo en Colombia con nuestros famosos y genios de pueblo. En Estados Unidos las cadenas de noticias como Fox, esas que se han inventado la teoría de los “hechos alternativos”, acuden a charlatanes como unos tales doctor Phil, doctor Oz y doctor Drew (el primero, psicólogo y los otros dos, médicos mediáticos sin experiencia en enfermedades infecciosas), expertos en todo y en nada y en cualquier cosa, desde la biología, las matemáticas, la economía, las orquídeas, las razas caninas, los remedios para la diarrea, la dieta o las consecuencias psicológicas de la andropausia. ¿Qué tienen estas celebrities y charlatanes y gurúes en común? En el caso del SARS-CoV-2, esto: el altivo desdén por la ciencia y por la medicina que se basa en hechos, en evidencias. Los charlatanes piensan con el deseo y emiten sus ocurrencias diurnas y nocturnas.

No es el momento de acudir a celebrities, a famosos expertos en todo lo divino y humano: debemos hacerles caso a los que saben, tanto de medicina y de epidemias, virus e infecciones, como de economía, crisis y depresión social. Porque después del contagio del virus, ahora, lo más urgente y difícil, será el contagio de la crisis económica que viene, o que ya está entre nosotros. ¿Cómo evitar el hambre, cómo mitigar las quiebras, los cierres de fábricas, empresas, tiendas medianas y pequeñas, librerías, bares, restaurantes? Ojalá yo fuera un sabio, para tener la respuesta, o al menos algunas propuestas, lo que no soy en absoluto. Pero siquiera no soy tampoco una celebrity, pues ya estaría aquí diciéndoles a todos lo que tienen qué hacer, cuándo deben salir, mercar, abrir los colegios, las universidades y los bares. Y al no ser ni lo uno ni lo otro, solo les confieso que no tengo ni idea, pero que no oigan a charlatanes, sino a los que de verdad saben de lo uno y de lo otro: de virus, de enfermedades, de epidemias y también de economía.

Es el momento de los sabios y no el de los arrogantes y charlatanes. Nuestro único deber es aprender a distinguir a los unos de los otros. Y como sí tengo experiencia en reconocer a los que saben de verdad, puedo dar un consejo: crean más en los que dudan que en quienes dicen tener la solución para todo.

 

 

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