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Francisco-León XIV, una sucesión forjada por una llamada de Perú al Vaticano

El anterior Papa preparó a su sucesor con cargos de máxima relevancia durante sus dos últimos años como Pontífice

El Papa Francisco eleva a cardenal a Robert Francis Prevost en la Plaza de San Pedro del Vaticano el 30 de septiembre de 2023 Afp

 

León XIV, una vez superada la emoción al asomarse por primera vez al balcón de la plaza de San Pedro como nuevo Papa, apenas tardó unos segundos en acordarse de su predecesor al frente de la Iglesia. También en sus primeros días tras ser elegido sus palabras han dejado claro que la huella de Francisco está presente en el Pontífice. «Su estilo fue de total dedicación y servicio y de sobria esencialidad de vida. Recojamos esta valiosa herencia y retomemos el camino», dijo en su primera alocución a los cardenales. No solo eso, sino que en su primera salida del Vaticano como Papa visitó el santuario de Genazzano y, después, la iglesia de Santa María la Mayor, en Roma, donde está enterrado Francisco, ante cuya tumba rezó León XIV.

Y es que la buena relación entre ambos Papas viene de lejos. El primer contacto entre ambos se remonta a la época en la que el argentino ostentaba el Arzobispado de Buenos Aires y el estadounidense se desempeñaba como prior general de los agustinos. «Tuve la oportunidad de conocerle y hablar con él de manera informal y sobre cuestiones más institucionales», recordó León XIV en ‘Vatican News’ sobre aquellas visitas a sus hermanos en Argentina. No se volvieron a encontrar hasta 2013, año en el que Francisco sucedió a Benedicto XVI al frente de la Iglesia. La primera misa pública del Papa tuvo lugar en la parroquia Santa Ana del Vaticano, de cuyo cuidado se encargan los religiosos agustinos. Por ello acudió Prevost al encuentro del Santo Padre, dubitativo sobre si se acordaría de aquellas conversaciones en tierras argentinas. «Me pregunté si se acordaría de mí; cuando llegó y entró en la sacristía, al verme, me reconoció inmediatamente y empezamos a hablar».

Una relación, la del Papa y el por entonces prior general de la Orden de San Agustín, que logró mantenerse en el tiempo. El mandato del estadounidense llegaba a su fin ese mismo año, razón por la que se planteó invitar a Francisco a oficiar la misa de apertura agustina sin muchas esperanzas de que pudiera encajar en la apretada agenda papal. «Bergoglio, para sorpresa de todos, aceptó encantado», influido por su buen contacto con Prevost y la cercanía que sentía hacia el lugar de la celebración, la basílica de San Agustín, en Roma, a la que solía acudir como cardenal durante sus viajes a la capital italiana. Un año después, a finales de 2014, Francisco eligió al estadounidense y su alma de misionero para liderar la diócesis de Chiclayo, en un clima lejano del ideal para el catolicismo, azotado por la pérdida de credibilidad y de creyentes. Una situación para la que el Papa recurrió al perfil conciliador de Prevost, a quien le mostraba su preocupación por el pueblo peruano cada vez que se encontraban.

Admiración

León XIV siempre profesó una gran admiración hacia su predecesor, por todo lo que dio a la Iglesia y por sus gestos de cercanía. Como el que tuvo hacia una mujer ciega de 99 años de su diócesis, que quiso tener contacto con el Pontífice durante su visita a Perú en 2018. «Se bajó del coche, se acercó a ella y la saludó. Nos ha dejado muchos ejemplos así; en su hermosa humanidad quiso vivir el Evangelio y transmitirlo», señala Prevost. A pesar de la distancia entre Chiclayo y El Vaticano, la confianza de Francisco en el estadounidense crecía al mismo tiempo que su relevancia en el seno de la Iglesia. En 2019, Bergoglio designó a Prevost miembro de la Congregación para el Clero, y un año después de la Congregación para los Obispos. Asimismo, en 2020 sumó a su condición de obispo de Chiclayo la de administrador apostólico de la diócesis peruana de Callao.

En 2023, Francisco entendió como consumada la etapa de León XIV como obispo y lo rescató para situarle en la Curia. Un ascenso que, visto con perspectiva, bien podría asociarse con la preparación de un Papa para su sucesor. El argentino nombró a Prevost prefecto del Dicasterio para los Obispos -el encargado de asesorar al Pontífice en los nombramientos de los líderes de las diócesis por todo el mundo, uno de los cargos de mayor influencia en la Iglesia-, además de presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Un nombramiento que llevó aparejada su promoción a arzobispo, unos meses antes de ser designado cardenal, a cargo del diaconado de Santa Mónica.

A los cargos de suma importancia que Francisco encomendaba a Prevost se le unía una cercana y afectuosa relación, con una cita semanal todos los sábados por la mañana durante los dos años en los que convivieron mano a mano en El Vaticano. Incluso se llegó a convertir en una competición de puntualidad. «Al principio era a las 8 de la mañana. Pero a veces llegaba a las 7.30 y ya me estaba esperando, así que empecé a ir un poco antes y también se anticipaba». En estas reuniones, y a pesar de la importancia de los temas que se trataban, Bergoglio le recetaba un consejo cuando estas llegaban a su fin: «No pierdas el sentido del humor, tienes que sonreír».

El estadounidense acompañó a Francisco en sus últimos viajes antes de su hospitalización el pasado febrero, en la que se comenzó a atisbar el final del papado del argentino. Precisamente, fue León XIV el encargado de presidir el rosario por la salud del Papa rezado en la plaza de San Pedro. Todo ello durante las últimas semanas de un Pontífice que, «hasta el final, quiso darlo todo a su ministerio, a su trabajo, a su servicio en la Iglesia», todo un ejemplo de entrega para Prevost. Antes de conocer que el cónclave -en el que participó gracias a la confianza de Francisco en su figura-, le designaría el sucesor del Pontífice argentino, León XIV aseguró que necesitaría «mucho tiempo para apreciar, para comprender verdaderamente, lo que el Papa me ha dejado a mí, a la Iglesia y al mundo». Sin embargo, ahora asume la tarea de suceder a su buen amigo y continuar su legado al frente de la Iglesia, una posición para la que fue preparado y a la que ha llegado gracias a Bergoglio y su relación de estrecha confianza. Una sucesión forjada, de Francisco a León XIV.

 

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