Gareth Stedman Jones: «Karl Marx no hubiera aceptado la interpretación que se ha hecho de su obra»
Se publica en España una biografía del filósofo que muestra que Engels «no entendió lo que leía» de su amigo
Al final de su vida, Karl Marx no creía ya en la revolución como un acontecimiento, al estilo de lo que luego defenderían Lenin, Mao y el resto de pretendidos marxistas, sino como un proceso que llevaría al mundo capitalista hacia un sociedad de productores asociados y de vuelta a las polis griegas. No creía tampoco en la colectivización de tierras, ni en el colapso final del capitalismo a causa de una gran crisis. No fue él, sino los que vinieron después, los que inventaron a Marx como un profeta del caos.
«Difícilmente Marx habría aceptado la interpretación que se hizo de su doctrina. Para empezar porque sus ideas son bastante arcaicas», aclara en una entrevista con ABC Gareth Stedman Jones, que acaba de publicar en España «Karl Marx: ilusión y grandeza» (Taurus, 2018). Una biografía sobre el pensamiento político del filósofo prusiano, alabada a nivel mundial por su rigor, que se aprovecha de la enorme documentación que, treinta años después de la caída del Muro de Berlín, permite separar a Marx, el mito; de Karl, el hombre.
Una versión maquillada
A la muerte del filósofo, en 1883, los líderes del Partido Socialista alemán juzgaron oportuno velar por la reputación de Marx y promoverlo como fundador revolucionario de una ciencia de la historia. Cualquier elemento personal que pudiera ser empleado por el régimen imperial del káiser Guillermo para minar la doctrina quedó fuera de este Génesis comunista. La principal víctima de aquella defensa irreal de su memoria fue el propio Karl Marx. «Los socialistas se dieron cuenta de que si se publicaba la correspondencia íntegra saldrían cuestiones que podían verse como antisemitas o mostrarían las rencillas personales entre los líderes del partido. Por eso decidieron que había que producir una versión maquillada», explica Stedman Jones, catedrático de Historia de las Ideas en la Universidad de Londres.
El mito rápidamente engulló al filósofo y le transformó en una suerte de sabio de barba blanca. A ello contribuyó, antes que nadie, Friedrich Engels, amigo íntimo y colaborador cercano del economista. Él se hizo cargo de los manuscritos inconclusos del prusiano y editó el segundo y tercer volumen de «El Capital». «Engels aseguró a los socialistas alemanes que había material de Marx pronosticando la caída del capitalismo, pero no es cierto. Al revisar los manuscritos no encontró nada que hablase de un derrumbe, sino de una probable sacudida», defiende el catedrático británico.
Si bien en su juventud Marx había defendido la teoría del colapso, hacia la década de 1870 su visión era más optimista y comprendía la revolución como una larga transición que llegaría a buen puerto sin recurrir a la violencia. Temeroso, Engels no dudó en cambiar la palabra «sacudida» por «derrumbe».
El Moisés del comunismo
«No diría que Engels sea el villano de la historia, solo es alguien al que no entendía bien o no le gustaba lo que estaba leyendo», apunta Stedman Jones. Marx y Engels llevaban años sin compartir sus líneas de pensamiento. Ni siquiera él sabía lo que iba a encontrarse entre los papeles de su amigo fallecido.
Los socialdemócratas y bolcheviques rusos hicieron de aquel vaticinio supuestamente marxista (el final del capitalismo) la piedra fundacional de sus posteriores revoluciones. A partir de aquella fecha se inició una escalada «monumental» de datos imprecisos y manipulados sobre la figura de Marx.
La URSS modeló la doctrina marxista a su antojo y le presentó como un profeta infalible: «un Moisés del comunismo». «A Marx le hubiera horrorizado el leninismo, porque no creía ya en las soluciones jacobinas. Si bien odiaba a los liberales, no contemplaba la colectivización de propiedades ni justificaba el uso de la violencia en sí mismo», asegura el autor de una biografía calificada como definitiva.
Stedman Jones devuelve en su libro a Marx al siglo XIX y le reivindica como alguien que trató de comprender las paradojas de la era industrial. «Como filósofo tiene enfoques interesantes hoy. En cuanto a sus planteamientos económicos defendía que el capitalismo era una fase transitoria y que algo mejor vendría después, pero en verdad nunca profundizó sobre qué era ese algo», expone el catedrático sobre la cuestionable vigencia de Marx.