Guillermo Cochez: Ricardo Arias Calderón, desprendido y leal
Hombre desprendido, pero sobre todo leal. Estuve muy cerca de él sobre todo en los años de la dictadura y en democracia. Demostró su lealtad a toda prueba, algo poco común en los políticos “criollos” que nos rodean. A finales de 1989, estando con él en Washington, asistíamos a una de las interminables sesiones de la OEA donde se debatía cómo devolver a Panamá a un sistema democrático. Noriega había anulado las elecciones y gracias al apoyo de gobiernos como el de Venezuela presidido por Carlos Andrés Pérez, se buscaban salidas a la crisis.
En un aparte, en uno de los salones laterales del edificio principal de la OEA la delegación estadounidense nos pidió conversar con ellos. Larry Eagleburger, asesor del Secretario de Estado George Schultz, a quien posteriormente sucedió, y Bernie Aronson, a la sazón subsecretario de Estado para América Latina. (Recientemente representante de EEUU en el diálogo de paz con las FARC en La Habana), nos plantearon muy seriamente no reconocer el triunfo de Endara en las elecciones de ese mayo. Desconfiaban de su capacidad para recuperar el país. En su lugar proponían crear una Junta de Gobierno integrada por gente afecta a su gobierno como el empresario J. J. Vallarino, Presidente de la Coca Cola, para así recuperar el país y, después de un año, llamar a elecciones.
La respuesta de Ricardo fue inmediata: un rotundo no, reflejando en su respuesta una gran molestia. Apenas llegamos al hotel llamó a Endara para comentarle de tan absurda proposición. Así era el doctor Arias Calderón: transparente y directo. Nunca tuvo dos caras ni ninguna agenda escondida.
Su desprendimiento lo demostró cuando, siendo en el 1989 el más indicado para ser el candidato presidencial de la oposición, por el país no permitió que la tesis divisora de los militares prosperara, y así impidiera la unidad opositora. Cedió su puesto a Endara, con pocas credenciales como dirigente nacional y ninguna a nivel internacional.
La relación de los demócratas cristianos con los panameñistas databa de 1964, cuando el PDC fue el único partido que no avaló las credenciales del liberal Marco Robles porque, de acuerdo a nuestras actas, había ganado Arnulfo Arias Madrid. Esa decisión nos costó cárcel y persecución a muchos demócratas cristianos. Por ejemplo: junto a 25 otros del partido estuve preso en 1965 cuando se desató la persecución oficial contra nuestros dirigentes. En 1968, Arnulfo Arias ocupa la Presidencia de la República porque el PDC sirvió de balanza ya que disponía de las actas que daban el triunfo al candidato a la alianza arnulfista.
En 1984, en la primera elección después del golpe de Estado de 1968, el PDC apoyó al Doctor Arias Madrid, siendo el Doctor Arias Calderón su candidato a Segundo Vicepresidente y quien llevó adelante la organización de la campaña. Consumado el fraude, Arnulfo, sin dar pelea alguna, regresó a su finca, y los demócratas cristianos seguimos en la lucha desde la Asamblea y con Arias Calderón como Presidente partidario, lo que lo convirtió en el líder a batir en 1989.
Cuando decidimos enfrentar a la dictadura en las elecciones de 1989, los otros partidos opositores debatían si acompañarnos o no. La personalidad y tenacidad de Arias Calderón apostó a la participación electoral lo cual finalmente fue aceptado por los demás, pero condicionándonos a que fuera un Panameñista a la cabeza, aunque sin partido, pero con el absurdo argumento de que en las elecciones “los arnulfistas salían de debajo de las piedras para ir a votar.” Cedió su candidatura e impidió a la división que apostaban los militares, pero ganó el país. Ese era el desprendimiento y la lealtad de Ricardo a las causas en que se comprometía. ¿Conocemos de algún otro caso como éste?
Toda esa historia de apoyo demócrata cristiano a los panameñistas se desvaneció en quince meses cuando Endara, dejándose influenciar por apetitos de otros, opacados por su grandeza no buscada, pero ganada a pulso y reconocida en Panamá y en todo el mundo. Arias Calderón, en el Gobierno era “una piedra en el zapato”. Mientras que él reconocía la política como “el arte de hacer posible lo necesario” con una profunda vocación de servicio, éstos (sus detractores) veían la política como un medio de tener poder y usarlo para malas artes, como hasta ahora sigue siendo.
Mi última discusión política con Ricardo, ya bastante enfermo, fue cuando en 2008 decidí apoyar a Martinelli, ante la decisión partidaria de postular a Balbina Herrera, peligrosa para mí por su relación con Hugo Chávez y gente como la colombiana Piedad Córdova. El me dijo que me estaba equivocando; una vez más tuvo razón.
Hemos perdido uno GRANDE y EJEMPLAR, ahora libre de su terrible enfermedad. Ganó su lucha y ahora disfruta de la Paz del Señor.