Gustavo Martin Avendaño: Así están las cosas en el vecindario
Año 1958: El dictador Marcos Perez Jiménez es derrocado, con Romulo Betancourt se instaura la llamada “democracia venezolana”. “Dígale a Fidel Castro que cuando Venezuela necesito libertadores, no los importó, los parió” dijo Betancourt frente a las pretensiones intervencionistas de Castro en los asuntos internos de Venezuela. Estos hechos inspiran la famosa “Doctrina Betancourt”, que propuso la no injerencia en asuntos de otros estados en el hemisferio y el aislamiento de las dictaduras. La suspicacia política de Betancourt veía con cautela las pretensiones del régimen de la Isla. Suspicacia que quedaría comprometida en un futuro por el acomodo irresponsable e ingenuo de quienes le sucedieron.
Año 1989: Tras la caída del Muro de Berlín, y la reunificación alemana, cae la URSS. Cuba deja de gozar del apoyo y financiamiento soviético. Ese mismo año sucede “El Caracazo” tras las inevitables medidas económicas (aumento precio de la gasolina) del gobierno de CAP. La economía más próspera de la región es desestabilizada en una enorme revuelta que fractura la frágil construcción institucional que esta joven democracia iba gestando. Para la fecha, ya el régimen de Castro ha sofisticado la estrategia intervencionista y su régimen ha trabajado adoctrinando e infiltrando elementos desestabilizadores en Venezuela (lo que sería luego en su forma política el «Movimiento V República”).
Año 1999: Hugo Chávez, quien es excarcelado y a quien se le restituyen los derechos políticos, en una jugada política astuta pero fatal de Rafael Caldera, para aquel entonces (1993) candidato presidencial, gana las elecciones en Venezuela por vía democrática y catapultado por diversos sectores de la sociedad venezolana. Inicia el socavamiento progresivo institucional de Venezuela, la desaparición del estado de derecho, y la consolidación y construcción del proyecto totalitario expansivo del castrismo.
Año 2019: Destruída y succionada Venezuela, el proyecto, maduro y con una fórmula probada y eficiente, replica la receta en Chile, economía más próspera de la región, dejándonos un profundo vacío en nuestro estómago y disipando una de las esperanzas de estabilidad de todos nuestros países, que miramos a Chile como un modelo a emular. Ideologías alineadas con el proyecto castrista, potenciales aliados, hacen su trabajo en otros países latinoamericanos exitosamente -Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, lo que podría llamarse el núcleo duro, México y Uruguay como autonomías aparentemente más libres- alineados bajo las declaraciones y objetivos comunes del Foro de Sao Paulo.
Apelar a la historia siempre es bueno. La historia a veces no contada. Y quizás todo esto sea necesario para mirar que no se trata de una amenaza de carácter nacional, sino algo que se viraliza y va desestibilizando las libertades individuales y sociales conquistadas en nuestra breve historia subcontinental. Habiendo acabado prácticamente con Venezuela, los nuevos objetivos son otros.
Para los que se inquietan porque no ven que coloco mi voz crítica sobre los efectos de las economías liberales les quiero decir que vivo en Bogotá, fuera de mi país, habiendo dejado el mundo de las certidumbres atrás en mi condición de exilio, padezco y comparto los mismos dolores de los que hacemos comunidad en nuestras ciudades y realidades, no soy ajeno a ellos. He tenido la fortuna gracias a mi trabajo, además, de conocer otras muchas realidades latinoamericanas. Y la pobreza -esa que consideró Aristóbulo Istúriz, de los primeros cabecillas del proyecto hegemónico castro-bolivariano, imprescindible para el triunfo del comunismo-, es el gran drama gestado por las pésimas administraciones y modelos de distribución de las riquezas habidos en nuestros países. Ahí los modelos liberales y de economías de corte anglosajón también han fracasado y han contribuido a abrir más la brecha. A cosechar el resentimiento producto de la exclusión.
La pobreza es el asunto que debemos resolver, no es un tema de ideologías, es precisamente el falso dilema de derechas e izquierdas -superado desde mi perspectiva desde hace mucho- lo que sigue sirviendo de pantalla y justificación para este híbrido decadente, de este cáncer regional, que ha resultado de la unión y legitimación progresiva del conjunto de grupos criminales y antidemocráticos entre los que cuentan la guerrilla, los carteles de la droga, los carteles de la minería y el contrabando, las mafias de la extracción de recursos naturales, aglutinados por un proyecto político común que les gana aparente legitimidad. Una brillante y perversa estrategia política digna de análisis y de urgente entendimiento por parte de quienes apostamos y creemos en el fundamento del respeto primordial por las libertades y el reconocimiento del otro, de las imperfectas pero mejorables democracias.
No hay mucho tiempo, el partido pareciera ir a favor de la pandilla castro-bolivariana.
Bogotá, 23 de Octubre de 2019