DictaduraEconomía

¿Habrá hiperinflación en Cuba?

'Cada minuto que el déficit fiscal siga ahondándose y la escasez siga reinando, es un minuto más cercano de que el castrismo logre lo indecible.'

Desde 1990 Cuba ha estado gastando más de lo que ingresa, solo entre entre 2015 y 2019 acumuló un déficit fiscal de 41.000 millones de pesos, a los que este año agregará 100.000 millones —un quinto de su PIB— que financiará mediante emisión monetaria, simple tinta sobre papel, gasolina para la inflación.

¿Será combustible suficiente para acelerar el desplome del peso y caer en hiperinflación?

La emisión monetaria sin respaldo real, basada en teorías keynesianas y monetaristas, es un mal cuasi universal. Lo sui géneris del caso de Cuba es que se hace en un país que no puede aumentar el consumo porque no hay nada más que consumir en esa moneda, ni puede aumentar la producción porque no hay potencial económico inutilizado.

En Cuba no hay justificación de teoría económica para emitir nueva moneda; se hace con el único propósito de retardar el inevitable desplome del sistema de «beneficios sociales» —cuya calidad está en mínimos— que sirve de coartada al castrismo para justificar la falta de libertades individuales en la que basa su poder.

Si el Gobierno puede vanagloriarse de ofrecer salud y educación gratuita es solo porque vía inflación los cubanos pagan a sobreprecio todos los demás bienes y servicios.

En todas partes la inflación es la concreción de la demagogia política. En Cuba, además, es la concreción de la negación de la política.

La inflación empobrece a todos, principalmente a los que se sustentan con un consumo mínimo de subsistencia que ya no pueden disminuir. Pero a quien menos empobrece es al dueño de la máquina de hacer dinero, que puede compensar la pérdida del valor de la moneda imprimiendo más billetes.

Claro está que en un país «normal» —contrario a lo que afirma la tan en boga Teoría Monetaria Moderna— un Gobierno no puede emitir dinero ad infinitum, pues ante un exceso de oferta monetaria la gente reduce la demanda y se refugia en otras reservas de valor —divisas extranjeras, productos financieros— o se lanzan a comprar bienes y servicios reales previendo posteriores encarecimientos.

Pero en Cuba, ¿en qué valor van a refugiarse las personas? ¿En qué bienes y servicios puede invertir una familia promedio?

El pueblo es prisionero del peso estatal, rehén de un Gobierno que acaba de demostrar su poder omnímodo alterando mediante los precios el reparto de rentas de la nación —Tarea Ordenamiento— para fortalecer las moribundas empresas estatales a costa de vampirizar el incipiente e indefenso sector privado.

Esta dependencia del pueblo hacia la moneda estatal es física. Cuba está tan desconectada del mundo por el mar Caribe como por las barreras castristas al comercio internacional. Financieramente hablando, el pueblo es un mercado cautivo y esto impide —o aletarga muchísimo— el desplome absoluto del valor del dinero que caracteriza una hiperinflación.

Otro factor que determina el valor del dinero son las expectativas. Quien controle las expectativas, es decir, las opiniones, hasta cierto punto controlará también el valor de la moneda. Sobra decir quién controla, mediante monopolio de medios y represión policial, la información en Cuba y la opinión de las masas.

Además, en una economía estatalizada no existe competencia ni empresarios. El Gobierno, como actor económico dominante, no solo emite la moneda, es también su principal usuario. Por lo tanto, nada inicia la espiral inflacionaria en la que los unos suben sus precios previendo que los otros suban los suyos.

Con todo esto, sin embargo, es limitada la capacidad del castrismo para monetizar su deuda sin caer en hiperinflación. Ya hay síntomas que anuncian un desastre.

No se vislumbra cómo reducir el déficit fiscal; los ingresos siguen bajando mientras los gastos admiten pocos recortes; las montañas de dinero impreso para tapar el agujero se han disfrazado de bonos soberanos que se autocompra el Gobierno para darle a su parodia de economía cierto aire de respetabilidad institucional, pero ahora que las cuentas nacionales son más transparentes, este apaño no durará mucho.

El Estado no tiene modo de detener la devaluación de la moneda nacional frente a las divisas extranjeras sin una reforma estructural profunda para reanimar la economía y generar bienes y servicios accesibles en pesos.

Teniendo en cuenta todo —y la nada de la escasez—, es una certeza que al CUP le falta mucho abismo para tocar fondo. La inflación apenas está comenzando. Sin embargo, por las características únicas de la economía cubana —estatalización de la producción y falta de alternativas a la moneda nacional—, aun cuando el valor del peso caiga hasta límites nominales desconocidos inclusive en lo peor del Periodo Especial, lo más probable es que no suceda a un ritmo tal que pueda considerarse hiperinflación… de momento.

Lo que sí es seguro es que cada minuto que el déficit fiscal siga ahondándose y la escasez siga reinando, es un minuto más cercano de que el castrismo logre lo indecible: tras llevar a Venezuela lo peor de Cuba, traerá a Cuba lo peor de Venezuela.

 

 

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