Harris – Pence: por fin un verdadero debate…
La primera impresión importante del encuentro entre Kamala Harris -aspirante a vicepresidente- y Mike Pence -actualmente en el cargo- es que ambos generaron alguna lucecita de esperanza de que los debates políticos pudieran tener futuro como eventos con alguna relevancia, aunque sea mínima y por poco tiempo de duración.
El encuentro no comenzó bien para los republicanos: la escena inicial, mostrando el escenario (con separaciones de plexiglás), y luego las palabras de la moderadora, Susan Page, en las cuales describió las «precauciones adicionales» que se tomaron para evitar que el coronavirus protagonizara la reunión, fue un obvio recordatorio a los televidentes de que el virus sigue incontrolado, incluso en la Casa Blanca.
En este debate vicepresidencial hubo momentos de pausa ¡lo juro! cuando la moderadora les preguntaba si querían responder algo. Mike Pence incluso llegó a decirle a Kamala Harris que consideraba un privilegio compartir el escenario con ella.
Otros hechos admirables e increíbles: si uno estaba interesado en verdad en el debate, podía oír sin problemas lo que se estaba diciendo, o cambiar el canal de vez en cuando para ver cómo iba el juego de pelota entre Tampa y los Yankees sin que al regresar se encontrara a un candidato persiguiendo al otro con un cuchillo – o peor aún, sin mascarilla- por el escenario.
Ocasionalmente, hubo abuso del tiempo asignado. Pero nadie alzó la voz o chilló, mucho menos insultó al contrincante. Kamala Harris incluso se dio el lujo de sonreír buena parte del tiempo, luciendo calmada y tranquila. Mike Pence, tan serio como siempre (uso el adjetivo, ojo, como expresión de elogio), estuvo tan concentrado en la agotadora labor que le fue encomendada -enmendar los desastres de su candidato el martes de la semana pasada y darle un aire, al menos, de racionalidad a la campaña electoral republicana-, que no pareció darse cuenta de que una mosca se posó en su cabello.
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MIke Pence demostró que él es mucho mejor que Trump a la hora de defender a su administración, aunque solo sea porque a Trump únicamente le interesa hablar de sí mismo y acariciar su ego. Pence promueve mejor la propuesta conservadora por la más sencilla de las razones: él sí es republicano, sí ha seguido, por muchos años, el cursus honorum partidista para ascender en sus aspiraciones y responsabilidades.
La última pregunta hecha por la moderadora fue enviada por una niña de Utah, que simplemente reclamaba por qué los políticos gritaban y se insultaban y no dialogaban. Claramente la niña vio y sufrió el debate previo Trump-Biden.
Mientras el vice y la senadora cumplieron adecuadamente con la misión de defender lo mejor posible las posturas y posiciones de sus respectivos candidatos a presidente, ambos dieron la impresión de ser mejores que sus seniors. Qué bueno hubiese sido para los Estados Unidos que Kamala Harris y Mike Pence fueran los aspirantes, y no Joe Biden y Donald Trump (pido perdón a mis amigos demócratas y republicanos, pero el primero quiere pero no puede -lucir presidencial-, y el segundo ni quiere ni puede…).
Tanto discutir la famosa comisión organizadora de los debates, (que si había que corregir esto o aquello, o cambiar tal o cual regla), cuando lo único que se necesitaba era cambiar a los dos seres humanos presentes en el escenario.
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Como dije en nota anterior, en los debates importan las expectativas previas; en este caso, vistas las últimas encuestas y la ventaja que posee hoy Joe Biden, Harris la tenía más fácil, y se notó que ella siguió disciplinadamente un guion específico, que yo resumiría en cuatro puntos: a) no cometer un grave error; b) lucir presidencial, ante la edad de Biden; c) atacar a Trump en dos temas de campaña fundamentales y relacionados: coronavirus y sistema de salud (Obamacare), así como mencionar el carácter y temperamento trumpianos, y d) marcar puntos en los grupos de electores que los demócratas necesitan que vayan a votar en grandes cantidades para ganar: mujeres, afroamericanos, jóvenes. En las ocasiones en que Harris hacía referencia a propuestas específicas para cada grupo, ella (como Biden en el debate con Trump) miraba directamente a la cámara.
¿La afirmación de la noche? Harris -que le dio hasta con el tobo a los republicanos sobre el tema pandémico- cuando destacó que la manera en que Trump ha mal manejado la crisis del virus chino «es el más grande fracaso de un Gobierno en la historia de nuestro país».
¿La segunda? (la cara de Pence casi traicionó un «no, por favor, eso no…«) cuando Harris -quien evidentemente disfrutaba esos segundos- recordó que Trump, en el infausto debate con Biden, se negó en dos ocasiones a condenar a grupos supremacistas neonazis, con ese mensaje a ellos que quedará para la historia, de «stand back and stand by».
Finalmente, un mensaje a los radicales de ambos bandos, los que ven el mundo en blanco y negro, y que se alimentan («all you can eat» en desayuno-almuerzo-cena) de teorías conspirativas absurdas: así luce la política cuando la discuten seres normales, imperfectos, que de vez en cuando se equivocan, pero ¡aleluya! ello es así porque a fin de cuentas son humanos.