«Estamos avanzando. No estamos estancados ni retrocediendo», sostuvo con contundencia el ministro de Economía cubano, Alejandro Gil. Optimista, aseguró que se está «recuperando parte del terreno perdido con una caída de más de 13 puntos del PIB. Vamos en esa dirección», dijo.
Pero, en realidad, no está claro en qué dirección va Cuba, cuya economía anda mucho peor de lo que admite el Gil optimista. Aunque la brutal caída de PIB en 2020 no fue algo exclusivo de la Isla, el modo particular en que ha evolucionado contradice la versión oficial de que las causas del problema son externas y circunstanciales, no relacionadas con el modelo castrista.
En 2020, el PIB latinoamericano cayó un 6,8%, ¡pero en 2021 creció 6.2%! En 12 meses se recuperó casi todo lo perdido. Este rebote indica que el gran desplome fue debido, exclusivamente, a la pandemia. Como los fundamentos económicos eran sólidos, una vez amainó la crisis sanitaria llegó un crecimiento vigoroso.
Cuba, sin embargo, tras la estrepitosa contracción de 11% de PIB en 2020 —la segunda mayor del continente— siguió cayendo hasta el segundo trimestre de 2021, acumulando una depresión total del 13%, y, según estima la CEPAL —pues a estas alturas el Gil optimista no ha dado cifras oficiales—, al final del año solo logró un esmirriado crecimiento del 0,5%.
¿Qué significa que Cuba encabece la caída a nivel continental en 2020 y sea la única nación sin un efecto rebote importante en 2021? Pues que su problema es endógeno, la pandemia solo catalizó un desastre al que ya conducía un sistema crónicamente ineficiente.
Esta ineficiencia sistémica se ve claramente en lo siguiente: con respecto al primer trimestre de 2021, en el primer trimestre de 2022 Cuba aumentó las importaciones en 688 millones de dólares y las exportaciones en 162 millones. Esta variación de cifras absolutas se debe parcialmente, así lo reconoció el Gil optimista, al entorno inflacionario internacional.
Como son cifras nominales y no sabemos cuánto de estas cantidades son mero efecto del aumento de precios, nada dicen sobre lo que realmente se movió; desconocemos si Cuba exportó más o menos productos, o si, con el aumento del gasto en importación, los cubanos tienen o no más bienes y servicios a su disposición que el año anterior. Esos son misterios no aclarados.
Pero si calculamos las variaciones relativas, lo que sí podemos decir es que el valor de las importaciones aumentó un 53%, mientras que el valor de las exportaciones lo hizo solo un 38%. Ese mayor incremento de las importaciones sobre las exportaciones confirma que el país es incapaz de aprovechar la inflación internacional para aumentar sus ingresos netos nominales. Como muestra tenemos que, aunque el precio del níquel está en un pico, Cuba no solo es incapaz de responder con más oferta a esa demanda, sino que su producción ha disminuido. Patético.
Por todo ello, Cuba no estará entre las 14 naciones latinoamericanas que habrán recuperado este año sus niveles de actividad prepandémicos. ¿Cuándo lo hará?
Según se dijo en diciembre pasado, este año Cuba crecería un 4%. Lo extraño es que, en mayo pasado, presentando los datos oficiales del primer trimestre a la Asamblea Nacional, el Gil optimista no mencionó estimación cuantitativa alguna, y para describir la evolución de la supuesta recuperación se limitó a decir algo tan subjetivo como que «se aprecia una mayor presencia física de viandas y hortalizas en los mercados».
Que en pleno 2022, mientras el mundo desarrolla inteligencia artificial y robótica, la salud de la economía cubana se mida por la cantidad de boniatos sucios que exhibe una tarima es profundamente lúgubre.
Además, omite el Gil optimista que esa cantidad de alimentos en los agros probablemente signifique que tras la Tarea Ordenamiento muchos menos cubanos pueden pagar un mazo de zanahorias o una col, porque mientras en muchos países los alimentos crudos son bastante inelásticos a una caída de riqueza, en Cuba, debido a que el pueblo ha de dedicar más de la mitad de sus ingresos solo a comer, cualquier caída de renta, como la causada por la inflación, disminuye inmediatamente la demanda de alimentos, concentrándola en lo poco y malo que venden en la bodega.
Una estimación más realista de cuándo se recuperará el nivel económico prepandemia se logra promediando el crecimiento de los cinco años transcurridos entre 2016 y 2021, obviando al fatídico 2020. Así, se obtiene que el crecimiento promedio anual del último quinquenio es del 0.86%. A ese ritmo, Cuba recuperará los niveles económicos de 2019, que ya eran miserables, tan tarde como en 2035. ¿Lloramos?
Es difícil ser optimistas cuando la economía está en manos de ese Gil, que acumula en sus cuatro años como ministro un patético récord de un 7,4% de decrecimiento del país, y su última estimación comprobable, la de 2021, que era que Cuba crecería un 7%, terminó siendo catorce veces inferior. Lamentablemente, en Cuba hay que ser Gil para ser optimista.