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Héctor Abad Faciolince: La tal ciencia hegemónica, racista y patriarcal

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Rita Levi-Montalcini

 

La ciencia no se construye a punta de quejas e insultos. La ciencia se hace a fuerza de un trabajo serio, largo y paciente. La ciencia es humilde pues cada día está sometida a nuevas verificaciones que la confirman o la desmienten. La ciencia persigue y consigue la verdad, y su verdad es firme, pero también precaria, pues más que una verdad definitiva, es una verdad que crece por aproximaciones; no una verdad absoluta, sino asintótica (se acerca a ella sin alcanzarla jamás). Sometida todo el tiempo a la comprobación, la investigación y la crítica, la ciencia es lo menos hegemónico que hay; basta un nuevo hallazgo para derrumbar un siglo de seguridad.

No conozco personalmente al bioquímico Moisés Wasserman, pero lo admiro por su trayectoria académica, científica e intelectual. Conozco muy bien al doctor Juan Manuel Anaya, pues ha sido médico tratante de algunas de las personas que más quiero. Un científico profundo y serio y un ser humano como raras veces encuentra uno entre los trabajadores de la salud. En estas semanas tanto Wasserman como Anaya han sido atacados e insultados de la forma más injusta y grotesca por haber criticado un documento del Pacto Histórico sobre el Sistema Nacional de Ciencia. Los ataques contra ellos revelan una total ausencia de argumentos científicos y son de tipo racista, sexista y personal: se los acusa de ser hombres blancos, patriarcales y cisgénero. Cuando en los ataques contra ellos aparece un atisbo de argumentación, esta es ideológica, política a lo sumo, pero sin el menor asomo de rigor científico.

En vista de tanto odio derramado contra dos científicos que admiro, leí yo también el documento del Pacto Histórico en el que está la propuesta para el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. El documento es un compendio de lugares comunes, arengas populistas y buenas intenciones (en el mejor de los casos), pero también una antología de supuestas verdades ideológicas, no científicas, bastante problemáticas y discutibles. Dicen, por ejemplo: “La ciencia es siempre parte de un modelo socio-político, por lo que la ciencia hegemónica en las sociedades capitalistas reproduce y apuntala el sistema de dominación”. La propuesta es “superar la ciencia logocéntrica y patriarcal…”.

Pienso en dos grandes científicas del siglo XX, una italiana, Rita Levi Montalcini, y una del tercer mundo, Ángela Restrepo. La italiana nació, sin duda, en una sociedad patriarcal. Su padre quería que se casara y tuviera hijos. Creció en una sociedad fascista y estuvo escondida en un cuarto para no ser enviada por Mussolini a los campos de concentración. En ese cuarto empezó sus investigaciones científicas en neurobiología. Vivió 103 años y ganó el Premio Nobel de Medicina por sus aportes a la investigación neuronal. Como la ciencia es “siempre” parte de un modelo que apuntala el sistema de dominación capitalista y patriarcal, debemos relegar a Levi Montalcini al basurero de la historia.

La doctora Ángela Restrepo nació también en una sociedad capitalista, retrógrada y patriarcal: la Antioquia de los años 30. Las mujeres, en su época, difícilmente eran admitidas en la carrera de medicina. Sus investigaciones en microbiología y micología ayudaron a diagnosticar y combatir múltiples enfermedades transmitidas por hongos. ¿De qué manera la doctora Restrepo, con su ciencia logocéntrica (es decir, basada en la lógica y en la razón), ayudó a apuntalar el sistema de dominación capitalista y patriarcal?

Las mismas premisas del documento para el Ministerio de Ciencias son falsas. Las premisas falsas, según la lógica, llevan a conclusiones absurdas. Y así ocurre con el documento, que es contradictorio. Por un lado acusa a la ciencia hegemónica occidental y capitalista de ser la culpable del hambre en Colombia, entre otros delitos. Pero luego propone subir el presupuesto del Ministerio de Ciencias tal como lo hacen los países capitalistas que hacen ciencia de verdad.

 

 

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