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Héctor Casanueva: Unión Europea y América Latina, relaciones en peligro

Un fantasma recorre Europa. Pero no es el del comunismo, como señalaba el Manifiesto de Marx y Engels, sino el fantasma de la desintegración. Y a diferencia de aquel fantasma, contra el que, según sus autores, todos se confabulaban en su contra, este espectro contemporáneo, tornado en un retrovirus que debilita el cuerpo comunitario, se aprovecha de una cierta incapacidad de instituciones, organizaciones, y sobre todo de liderazgos políticos, para hacerle frente. De manera que campa a sus anchas en muchas y disímiles partes de la UE, y su avance de pronto parece incontrarrestable.

Algunos atribuyen a la UE -a despecho de los datos duros- todos los males, y no se reconocen todos los bienes que ha traído la integración. Los que piensan que, de los problemas actuales en empleo, seguridad, productividad, competitividad, inmigración, se sale con más integración, parecen hoy cada vez más acorralados por los que creen y difunden, que todos los males son producto de la integración y la institucionalidad supranacional. Los valores compartidos históricamente, que apuntan al objetivo central de la Unión (reforzar la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros), hoy están en cuestión en muchas partes, sobre todo en el Norte y el Este, pero también en Italia o Bélgica, parte de los fundadores. Y el Brexit, pese a su precaria aprobación en las urnas, no ha hecho más que exacerbar el cuestionamiento.

Las advertencias contra esto, de parte de la actual Comisión Europea, que cesa este año, o de líderes como Merkel y Macron, no influyen mayormente, y sólo exacerban el nacionalismo y los llamados a abandonar la UE. Las próximas elecciones al Parlamento Europeo mostrarán un fuerte avance de la extrema derecha anti europeísta, proteccionista y xenófoba, que ya gobierna o amenaza gobernar en algunos importantes países. El próximo Consejo Europeo y la Comisión, estarán integrados por algunos de estos líderes, por lo que el pronóstico es, a lo menos, reservado.

En este contexto, y con este precario escenario político, la UE debe hacer frente a la creciente competencia comercial 4.0 de China y otras economías del Asia, que van copando mercados y posiciones económicas estratégicas en América Latina y África, y penetran en Europa competitivamente. Y navegar, además, en medio de una guerra comercial manejada por Estados Unidos en contra de China, cuyo trasfondo -cada vez queda más claro- es la batalla por el liderazgo de la economía digital global y el comercio internacional de la IV Revolución Industrial. Batalla en la que la UE, si se desintegra o al menos se debilita, será solamente un tercero sin mayor influencia en las decisiones claves.

Necesidad de una UE cohesionada y fuerte como actor global

La complejidad e incertidumbre que nos ha traído esta nueva globalización digital, y la emergencia de la Inteligencia Artificial en la IV Revolución Industrial, es un desafío mayúsculo, en el que hay fuerzas que se mueven en la lógica de la confrontación y la competencia, de ganadores y perdedores. No es lo que a todas luces el mundo necesita y lo que hemos acordado en las Naciones Unidas como Agenda global 2030 para un desarrollo sustentable, o en París como compromiso con el combate al cambio climático. Lograr a nivel global paz, seguridad, cooperación y desarrollo, necesita introducir de manera activa una lógica del equilibrio y de “desarrollo mutuo asegurado”. La UE, que sigue siendo la primera potencia comercial, la primera fuente de cooperación internacional al desarrollo, y un importante factor de equilibrio estratégico, hasta ahora ha jugado este rol. Por eso, está claro que una Europa debilitada y desorientada es algo muy malo y peligroso para el mundo. Pero hoy parece superada por las circunstancias.

Impacto en las relaciones UE-ALC

Es comprensible que, en un cuadro interno y externo tan complejo, que toca hasta la supervivencia misma de la UE, las relaciones con América Latina y el Caribe no aparezcan entre las prioridades del Consejo Europeo. El programa de 18 meses del Consejo, que cubre desde el 1 de enero de 2019 hasta el 30 de junio de 2020, apenas menciona a ALC, entre otras regiones. La III Cumbre CELAC-UE que debía realizarse el 2017 está suspendida sine die, si bien es cierto que es debido, sobre todo, a las divisiones internas de ALC. Pero tampoco hay por parte comunitaria, más allá de una amable retórica y también, es cierto, importantes programas de cooperación, un impulso concreto a la acordada asociación estratégica birregional, como puede verse en las conclusiones de la última reunión de ministros de RR.EE. de ambas regiones.

Pero poco o nada contribuyen los problemas de nuestra región a retomar el dinamismo con la UE. Las crisis de Venezuela, Nicaragua, Argentina, el inmovilismo de Cuba, la renuencia del Mercosur a cerrar un acuerdo con la UE, las incertidumbres políticas en Brasil o Perú, por mencionar algunos factores, atentan contra la adopción de posiciones comunes que muestren una capacidad latinoamericana de aportar en una relación birregional con Europa que ayude a potenciar el mutuo desarrollo y el equilibrio político global.

Y es también comprensible, entonces, que mientras la UE se juega su destino inmediato y futuro en otros escenarios, las miradas estratégicas, tácticas y muy pragmáticas de las principales economías latinoamericanas, y de la zona más dinámica de la región, la Alianza del Pacífico, se muevan hacia otras regiones, concretamente al Asia y en particular China, que ya es su principal socio comercial y primer inversionista. Esto, sumado a la cierta indiferencia estratégica de Estados Unidos, para el que ALC se reduce a Venezuela, Cuba y la inmigración, explica movimientos como el TPP-11 que acaba de entrar en vigencia, las conferencias de cooperación China-CELAC, la participación de ALC y en específico algunos países -como Argentina, Chile, Panamá, México, Venezuela- en el macro proyecto OBOR (One Belt One Road) de China, los alcances del Banco Asiático de Inversiones (AIIB), los acercamientos a la ASEAN e incluso algunas aproximaciones al África más dinámica como Nigeria y, desde luego, Sudáfrica.

Héctor Casanueva: Vicepresidente del Foro Académico Permanente Unión Europea, América latina y el Caribe. Miembro del Directorio Del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia. Ex embajador de Chile ante la Organización Mundial de Comercio y otros OO.II. en Ginebra

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