Hijas de la patria
Siempre llego tarde. Esta columna sale los domingos en un país donde los jueves termina la semana laboral y la gente se va de copas. Casi todo lo relevante sucede en los cuatro primeros días de la semana. En la que hoy termina se me han adelantado dos colegas.
Quería yo elegir hombres del año a Isidro Fainé y Josep Oliu por haber sido los primeros en parar los pies al secesionismo de su región de origen, y zas, se descuelga Anson con una Canela Fina de justísima loa del primero. Iba yo a romper herrumbrosas lanzas en defensa de Catherine Deneuve, Catherine Millet y las noventa y ocho damas francesas de alta cultura que han firmado el manifiesto de Le Monde en contra de las hipócritas y oportunistas puritanas del yotambién y el delataatucerdo, y Emilia Landaluce y Arcadi Espada me birlan la primicia con dos certeros estoconazos.
El viernes, fuera ya del calendario informativo, un tal Octavio Salazar, «constitucionalista queer» (así se define. No es cachondeo), presentó en Madrid un libro titulado El hombre que no deberíamos ser en el que sostiene que «sólo liberándonos de la jaula de la virilidad haremos posible la igualdad real entre hombres y mujeres«. ¡Manda carallo, como dijo aquél, y perdóneme don Octavio la mención, aunque sea en gallego, del apéndice anatómico que él nos quiere amputar y que la pérfida madrastra natura puso en la entrepierna de los varones! ¿Se puede ser más gilí? Sí, se puede, pero mejor me callo y vuelvo al manifiesto de Le Monde.
«¡Si serán putas!«, me dicen que dicen en sus sacristías las miembras del movimiento metiómano (la expresión es de Arcadi). ¡Francesas, añado yo, tenían que ser! Suecas, pin ups de la Gran Manzana o chicas de Hollywood, desde luego, no. Españolas, según. En la intimidad, muchas; en público, poquitas.
Mi entusiasmo por el país vecino se desborda. Hace un par de meses expresé en esta misma columna mi voluntad de pedir la nacionalidad francesa. La reitero ahora. El ius sanguinis me asiste. Ya expliqué que mi abuelo materno era francés. ¡Gran fortuna sería para cualquier escritor haber nacido en el país más culto de la tierra! El órdago de las cien mujeres de Le Monde es un beau geste asestado a las beguinas en el momento justo y donde más les duele. Enfant es palabra que en francés alude, indistintamente, al hijo y a la hija. Allons, señoras, enfants de la patrie! Os rindo homenaje. Liberté, j’écris ton nom, escribió Eluard, y vosotras también.