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Hitler, un falso héroe de la Primera Gran Guerra

Nunca luchó en el frente, como aseguró siempre con orgullo.

Hitler como un guerrero impávido… esa es la imagen que el futuro dictador se cuidó de transmitir durante muchos años. La Cruz de Hierro de la Primera Guerra Mundial era tan suya como el bigote y la sacaba a relucir siempre que podía. Era una parte imprescindible de su papel de Führer: un hombre corriente, sí, pero un poco más valiente que los demás. Pocas de las mentiras de la propaganda nazi se han mantenido tanto tiempo como esta. Mucho de lo que se vanagloriaba el antiguo cabo del Regimiento 16 de Infantería de Reserva siempre tuvo cierto aire de fanfarronada. No obstante, nadie hasta ahora puso en duda el núcleo, la leyenda del ‘animal’ del frente. Y, en realidad, es justo eso: una leyenda. Hitler no pasó la guerra “en primera línea” , como siempre afirmó, sino en el estado mayor del regimiento. En su condición de enlace, su misión era llevar órdenes y partes hasta y desde los distintos batallones. No era una tarea fácil, pero pocas veces hizo que se viera en primerísima línea de combate.

El historiador Thomas Weber, de la Universidad de Aberdeen, sacó  a la luz información novedosa sobre uno de los mayores criminales del siglo XX. Para ello, se sumergió en los archivos del regimiento y en otros documentos que, para su sorpresa, nadie había consultado antes y que son los que nos muestran otro Hitler. No un cobarde, pero sí alguien especialmente interesado en sobrevivir. Un hombrecillo servil, leal a sus mandos. Weber recuerda una foto de 1915 que muestra a Hitler junto con otros siete soldados condecorados. Ninguno de ellos falleció en sus tareas de enlace para el regimiento… una circunstancia excepcional, dada la enorme mortandad en las posiciones del frente occidental. La suerte de Hitler fue que los enlaces del regimiento casi nunca iban a las trincheras, sino a los puestos de mando de los distintos batallones, que tampoco buscaban precisamente el contacto directo con el enemigo.

‘Ganó’ su medalla al valor por su amistad con uno de los oficiales que las concedían

En Mein kampf, Hitler transmite la impresión de haber sido herido en el frente. Lo cierto es que un fragmento de metralla lo alcanzó cuando estaba en el búnker del estado mayor del regimiento, a dos kilómetros de la primera línea. Cuando en 1918 sufrió los efectos del gas mostaza y perdió la vista temporalmente, tampoco se estaba enfrentando cara a cara al enemigo: el gas venenoso lo sorprendió en una colina situada por detrás del frente. En un libro infantil de 1935 se decía: “Hitler fue siempre el soldado más valiente de cada batalla. Fue condecorado por ser siempre tan valiente y obediente. Tenía que atravesar corriendo el fuego enemigo para llevar partes de un oficial a otro”. Por eso, el káiser le había concedido la Cruz de Hierro de Primera Clase, “que únicamente recibían los soldados más valientes”. Es cierto que Hitler recibió esa condecoración. Y es cierto también que solo unos pocos grados podían entregarla. Pero su concesión no significaba necesariamente una especial valentía: según Weber, se condecoraba en general a los hombres “que eran conocidos por los oficiales que disfrutaban del privilegio de proponer soldados para una condecoración”.

En los archivos del propio regimiento de Hitler se recoge la queja de que la práctica de adjudicación de condecoraciones era injusta “para con los camaradas que han pasado años en primera línea y que no han recibido más medalla que sus heridas”. Hitler le tiene que agradecer su medalla precisamente a un oficial judío, Hugo Gutmann. En su libro La primera guerra de Hitler, Weber demuestra que los hombres del regimiento no eran especialmente radicales ni antisemitas, tampoco formaron en su mayoría el Partido Nazi: solo el dos por ciento pertenecía al partido en 1933. Weber ha descubierto que el espíritu de resistencia del que tanto se jactaba Hitler y la inquebrantable camaradería de la que siempre hablaba también son leyendas.

 

 

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