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Ibsen Martínez: El informe Bachelet

Cuando en el futuro se escriba sobre el agónico final de la compleja partida venezolana deberá hablarse del antes y el después del informe de la alta comisionada de Derechos Humanos

El exhaustivo informe que ha presentado la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos ofrece, con suma crudeza y alcance, una visión detallada, inequívoca, de la naturaleza asesina de la dictadura de Maduro.

Al describir minuciosamente sus métodos y allegar cifras pavorosas a sus lectores de todo el planeta, el informe entregado por Michelle Bachelet ratifica, punto por punto, todo lo que, durante años, han denunciado respetados periodistas de investigación y escrupulosas organizaciones no gubernamentales.

Bien dice Anatoly Kurmanaev, corresponsal de The New York Times, en un “hilo” de su cuenta de Twitter, que acaso “lo más significativo sea que el informe provenga de una grand dame de la izquierda latinoamericana a quien muchos venezolanos, situados a ambos lados de la política, tenían por simpatizante del chavismo”. Me apresuro a admitir que, aunque mucho menos vocal que Miguel Bosé, yo también era uno de los escépticos. Michelle Bachelet ha vindicado, sin embargo, muy clara y enérgicamente, el cometido de su alto cargo. Los venezolanos de bien no pueden sino felicitarse de ello.

Entre la visita de Michelle Bachelet y la publicación del informe transcurrieron casi dos semanas, durante las cuales la tenebrosa policía política y las temidas FAES (Fuerzas de Acciones Especiales), protervas unidades de exterminio creadas por Maduro en 2017, continuaron torturando y asesinando impávidamente.

La cifra más estremecedora del vasto informe, obtenida de fuentes supremamente veraces y por métodos inobjetables, habla de 5.287 personas asesinadas por las FAES, solamente en 2018. La llamada Operación para Liberación del Pueblo no es más que una política de supresión de toda forma de protesta que pueda surgir en el seno de nuestras barriadas. Las redadas nocturnas y la “siembra” de evidencia incriminadora que justifique las ejecuciones extrajudiciales de opositores de extracción humilde han arrojado 1.569 muertes más, solo en los primeros cinco meses de este año.

El aborrecible secuestro y asesinato del capitán de la Armada Rafael Acosta Arévalo tuvo lugar mientras la alta comisionada visitaba el país. Al momento de entregar esta columna, nueve días luego de que el propio Gobierno anunciara su muerte, los torturados restos del capitán Acosta no han sido entregados a sus familiares.

Este crimen es consecuencia de los bárbaros extremos que en un tiempo caracterizaron los días más tétricos de las dictaduras de Videla o Pinochet y que están presentes desde hace muchos años en Venezuela: desapariciones, asesinatos, acoso a los familiares de las víctimas.

La crisis humanitaria que mata de hambre y despedaza a mi nación y la despiadada indiferencia del régimen por el bienestar del pueblo, sigue avivando el éxodo masivo como única escapatoria. Sus causas, detalladas en este informe, cobran el cariz de una gravísima acusación de la que le será muy difícil escapar al indiciado mayor: Nicolás Maduro.

Los achichincles que aún le quedan a Maduro en el mundo, voceros de lo que el extinto Horacio Vázquez Rial bautizó con tino “la izquierda reaccionaria”, seguirán afirmando que Maduro es un cruce de Salvador Allende con San Martín de Porres asediado por una conspiración de la derecha internacional alentada por el imperialismo yanqui.

Sin embargo, no nos engañemos: hace tiempo ya que Nicolás Maduro ha pagado el precio de ser tenido por un asesino servil a los designios de La Habana. Seguramente por ello veremos acelerarse los acontecimientos; la barbarie recrudecerá y parecerá no tener fin. Llegan tiempos aún más feroces para los venezolanos. Ya no es barrunto que el éxodo pueda alcanzar los ocho millones de desplazados para 2020.

Pero es claro que, luego de este informe, a Maduro se le hará cada día más difícil seguir mostrándose como víctima. No es exagerado afirmar que cuando en el futuro se escriba sobre este agónico final de la compleja partida venezolana deberá hablarse del antes y el después del informe Bachelet.

 

 

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