Iglesias asume 17 medidas del programa de Tsipras que quebró Grecia
Podemos incluye las propuestas económicas y sociales que llevaron a Tsipras al poder, a su país a un «corralito» y a su partido a incumplir sus promesas
¿Si finalmente llega al poder tras el 26-J, podría Podemos causar un descarrilamiento de la economía en España análogo al que se ha producido en Grecia tras 18 meses con Syriza al mando de sus destinos? ¿Tendrán que pagar los españoles el precio que ya están pagando los griegos por unas promesas electorales que chocarán de frente con el modelo que se impone con mano de hierro desde Bruselas? El análisis comparativo del programa que llevó a Alexis Tsipras al poder y el que Iglesias presenta para las próximas generales no invita precisamente a la tranquilidad: el modelo económico que proponen y la retórica utilizada por ambos documentos hablan a las claras de un mismo patrón ideológico que subyace en los dos partidos. Las reformas fiscales, económicas y sociales que Pablo Iglesias promete de cara al 26-J son –con apenas algunas matices– las mismas que llevaron a Tsipras al poder.
No es un dato alagüeño, ya que tras un año y medio en el Gobierno, Syriza ha roto en mil pedazos el sueño de cambio que prometió a los griegos y sedujo a la izquierda radical del sur de Europa, que le veía como el partido llamado a acabar con el austericidio dictado por Alemania. Dos elecciones y un referéndun después, Alexis Tsipras se ha resignado a aplicar la política de austeridad que tanto criticaba a conservadores (Nueva Democracia) y socialistas (Pasok) mientras estaba en la oposición. En papel mojado queda un programa electoral en el que Syriza prometía una renegociación de la deuda griega, bajadas de impuestos a las clases medias, subidas para las altas y un rescate social para los sectores más castigados por cinco años de crisis.
Para entender el panorama económico al que podría verse abocada España si Podemos llega a la Moncloa y –como promete en su programa– pone en marcha las mismas políticas de Tsipras, resulta necesario remontarse al verano pasado y a los tiras y aflojas con el Eurogrupo, que se oponía a conceder más ayuda financiera a Atenas si no ponía en marcha nuevas reformas. Tras ganar un referéndum para rechazar el nuevo memorándum de la troika (Comisión Europa, Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo), el líder griego tuvo que dar su brazo a torcer al contemplar cómo Grecia se precipitaba inexorablemente al abismo una vez que el BCE cerró el grifo y hubo que imponer un «corralito». El discurso de Podemos explica el fracaso económico griego echando la culpa a la lamentable situación económica heredada de los partidos del turno en Grecia y, sobre todo, a que el peso de España en el conjunto de la UE es muy superior al del país heleno, circunstancia que permitiría negociar a Iglesias con más decisión y éxito que Tsipras. En una reciente entrevista concedida a LA RAZÓN, Iglesias explicaba este extremo así: «Por suerte para los españoles, España no es Grecia. Somos la cuarta economía del euro. Grecia, para bien o para mal, es casi un protectorado sin casi capacidades soberanas para tomar decisiones políticas. España tiene una economía, a pesar de los pesares, mucho más fuerte». La pregunta es: ¿Es nuestro país lo suficientemente importante como para ganarle el pulso económico a Alemania, principal contribuyente a las arcas de la UE y la nación que marca el compás de Europa?
Iglesias ha acentuado su lado más moderado en los últimos meses y ha afirmado en numerosas ocasiones que es consciente del poco margen de maniobra que en el marco de la UE tienen los distintos estados miembros. ¿Pero acaso no lo era Tsipras hace 18 meses? De lo que no cabe duda es de que, ante el vértigo de la bancarrota, el primer ministro griego aceptó el 13 de julio un tercer rescate de 86.000 millones a cambio de recortar el gasto público en 5.400 millones (más del 3% del PIB griego). Unas condiciones más duras que las que habían rechazado los ciudadanos en el referéndum del 5 de julio. «Entre una opción mala y otra opción catastrófica, nos vemos obligados a elegir la primera», declaró Tsipras para justificar su cambio de rumbo.
Desde entonces, se inició una inexorable carrera para satisfacer unos compromisos que contradicen completamente el programa electoral que llevó a Syriza al poder. Por el camino, ha perdido al sector crítico, que en agosto abandonó la Coalición Radical de Izquierdas y precipitó la convocatoria de elecciones anticipadas. «Están implantando medidas que van en contra de nuestros valores esenciales», denunció el diputado Vassiliki Katrivanou después de presentar su dimisión.
En materia impositiva, Tsipras ha olvidado su promesa de imponer un IRPF del 75% a las rentas con ingresos superiores al medio millón de euros anuales o subir el impuesto de sociedades a las grandes empresas. En cambio, en un evidente afán recaudatorio, el Gobierno izquierdista ha optado por subir los impuestos indirectos (tabaco, gasolina, gas, cerveza y bebidas alcohólicas) y el IVA (del 23 al 24%, que perjudican especialmente a las rentas bajas). Por si fuera poco, no sólo ha renunciado a eliminar el Enfia, el impuesto inmobiliario que tanto había criticado, sino que lo ha subido. A estas cargas impositivas hay que añadir la decisión de aumentar un 29% el IRPF de autónomos y empresas y dejar de subvencionar el combustible a los agricultores, que en protesta paralizaron el país el pasado mes de febrero.
Otra de las banderas electorales de Syriza, el mantenimiento del poder adquisitivo de los pensionistas, duramente castigados durante la crisis económica, es sacrificada para cuadrar las cuentas. La duodécima reforma de las pensiones puesta en marcha en Grecia desde 2010 supone otra vuelta de tuerca para los jubilados. La pensión mínima baja a los 384 euros y aumentan las cotizaciones de los trabajadores. Asimismo, las personas que se jubilen a partir de ahora verán recortada su pensión en un 30%. Por todo ello, los griegos mostraron su rechazo al «pensionazo» con una huelga general de 48 horas.
Syriza, que prometía revertir el proceso de privatizaciones y renacionalizar bancos y empresas de sectores estratégicos (ferrocarriles, aeropuertos, correos, agua…), se ha convertido en el campeón de la privatización del patrimonio estatal heleno. A comienzos de años, la alemana Fraport adquirió catorce aeropuertos a cambio de 1.234 millones de euros. Más significativa, sin embargo, fue la venta al gigante chino Cosco del 67% del puerto del Pireo, el más importe del Mediterráneo oriental, por 368 millones. Algo a lo que los izquierdistas se habían opuesto reiteradamente en el pasado.
Por su parte, la permanente demanda de renegociar la deuda griega ha quedado en saco roto ante el rechazo del Eurogrupo, que ha advertido a Atenas que no espere ningún avance hasta las elecciones alemanas de 2017.
Tras un giro copernicano visto como un repliegue táctico por sus colaboradores más cercanos y como una claudicación por sus críticos, lo cierto es que Tsipras ya ha dejado de ser el espejo en el que se mira Podemos para cambiar el orden económico impuesto por Angela Merkel desde Berlín. En cambio, el líder de Syriza recibe los inesperados elogios del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, que ve con satisfacción como el líder griego ha superado su sarampión revolucionario a base de pragmatismo político, una escena difícil de imaginar con su alter ego español, Pablo Iglesias.