Ignacio Camacho: «A veces pienso que he perdido la vocación, pero aparece un tipo como Sánchez, que quiere arrollarnos, y me vengo arriba»
El académico sevillano, escritor y columnista de ABC presenta su libro 'Retratos para la eternidad', una recopilación de obituarios
Ignacio Camacho sabe analizar la pulsión suicida de instituciones y personajes públicos. Su mirada interpreta el ripio de la España que se desquicia. En esta ocasión, sin embargo, ofrece a los lectores ‘Retratos para la eternidad’ (Reino de Cordelia), una recopilación de obituarios publicados en ABC durante este siglo. De Lyz Taylor a Fidel Castro, de Adolfo Suárez a Isabel II. Escritos con admiración, los más cercanos, y con bisturí otros, Camacho da cuenta de la sobria y elegante tradición periodística que entalla su prosa.
El libro, prologado por José Luis Garci, aborda la naturaleza literaria de la necrológica desde su concepción anglosajona hasta el magisterio que en la prensa española impartieron autores como Ruano. Está ordenado en cuatro bloques dependiendo del oficio o la vocación del difunto: políticos y líderes mundiales en primer lugar; luego otro capítulo dedicado actores, directores de cine, músicos y deportistas; intelectuales, periodistas y escritores para el tercer bloque, y un capítulo dedicado a columnistas y periodistas.
En su columnismo, Ignacio Camacho entiende el sentido trágico de la realidad española en su deformidad. Así la cuenta, a diario y sin dislates, despojado de cualquier hipérbole y así lo ejecuta el columnista de ABC y premio Mariano de Cavia en este libro que entra y sale de la muerte con incisión y pleno dominio del oficio. Filólogo de formación, Camacho ha sido autor entre otros, de los libros ‘Crónica de un sueño’, sobre la Transición en Andalucía, y de ‘Cataluña, la herida de España’. Fue director de ABC, así como subdirector de ‘El Mundo’ y ‘Diario 16’. Es, también, académico de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla.
-Hay obituarios canónicos, pero en muchos de ellos resulta evidente su cercanía y admiración.
-No hace falta conocer a determinados personajes para que hayan tenido en tu vida una importancia sentimental. Puedo hablar de políticos que han acompañado tu ser, tu trayectoria, por ejemplo, en un Adolfo Suárez. O en figuras del cine y la literatura como García Márquez, o un cantante como Leonard Cohen, incluso, Alfredo Di Stéfano, para mí un ídolo de infancia. Luego están los juicios meramente periodísticos y los de las personas a las que has conocido, tratado y querido.
-Los reúne a todos en el capítulo periodístico.
-El que dedico a periodistas y comunicadores. Está Manuel Alcántara, que es mi maestro. Julio Manuel de la Rosa, un escritor andaluz, poco conocido pero maravilloso. David Gistau, El loco de la colina, que es un trozo de mí, porque hemos trabajado juntos. Así duele más. No es posible poner distancia, lo reconozco, pero eso también es una forma de honestidad con el lector.
-Más que elogios fúnebres, parecen ensayos, a veces biografías.
-Lo de los géneros es un asunto académico. Está el obituario propiamente dicho, aquel que es noticia y supone la aproximación informativa a la muerte y el repaso a la trayectoria del personaje. Ese tipo de texto va en las secciones informativas: política, cultura o deporte. Yo hago una valoración subjetiva. Por eso el libro se titula ‘Retratos’, porque el obituario es un retrato que el periodismo cuelga en pared de la historia. Es la breve posteridad de los periódicos.
-¿Qué se le da mejor a Ignacio Camacho? ¿Los obituarios para los muertos o para los vivos?
-Nunca he escrito un obituario a una persona viva.
-Me refiero a los muertos en vida.
-Muchas veces se escribe una necrológica política o civil. Forma parte del oficio. Decimos: este está políticamente muerto. No dejan de ser metáforas, ¿no? Pero sí, son balances. El obituario tiene mucho de balance. Eso destaca cuando un personaje se retira o desaparece, por razones voluntarias o involuntarias. Porque se acaba una etapa. En ese sentido, sí, metafóricamente, es un obituario. Pero la necrológica propiamente dicha está determinada por la existencia implacable de la muerte. No suelo escribirlas por anticipado. No creo en la nevera. Pero entiendo la obligación del periodismo. Como director, he encargado decenas de ellas.
-La mayoría son muertes en el siglo XXI de personajes que marcaron el siglo XX. ¿Tiene algo de obituario histórico?
-El siglo XX está muriendo ahora, porque desaparece la generación que construyó su último tercio. Pasa en España con la Transición, está desapareciendo. Y lo notamos. Y hombre, los que tenemos una edad, que ya no somos de este siglo, tenemos esa sensación. Cuartango lo dice muchas veces. El mundo se extingue. Esa sensación. Y al mismo tiempo, una cierta voluntad de dejar la patente, de dejar constancia, de dejar constancia de lo importante que fue para la vida contemporánea, la construcción de ese tiempo. Es verdad que la revolución tecnológica está destruyendo unas bases y creando otras muy rápidas. Se está creando un tiempo nuevo, mucho más deprisa que el que se tardó en crear el tiempo del que procedemos.
-Habla usted de un panteón de papel, pero el papel ha muerto.
-Sí, lo está. Creo que el 100 por cien o el 90 ciento de esos artículos también están publicados en edición digital. Lo del papel tiene un sentido simbólico, ¿no?
-¿Habrá un obituario, también, para el periodismo del siglo XX? ¿Ve un final?
-Lo veo y me duele. Evito cualquier tinte apocalíptico, pero sí asumo uno melancólico, aunque intento que no se me note, porque sigo dentro del oficio y porque quiero seguir. Soy crítico con el periodismo actual, sobre todo de la dirección digital y de todos los errores que estamos cometiendo en esa migración del papel a lo digital. Creo que somos verdaderos inmigrantes en un modelo que no controlamos. A veces eso me hace pensar que he perdido la vocación, pero aparece tipo como Sánchez, que quiere arrollarnos, y me vengo arriba. Espérate, que todavía vamos a defender este fuerte. Porque merece la pena.
-¿A qué atribuye este brote de Pedro Sánchez contra la prensa?
-La tentación de controlar o de hostigar al periodismo es universal entre los dirigentes políticos, tanto los democráticos como los autoritarios. Los autoritarios lo pueden hacer porque han suprimido el marco de la libertad. Pero en una democracia todos los que lo intentan, fracasan. Sólo puede controlar la prensa el que puede cerrar los periódicos de un golpe, fuera del marco democrático podría, pero dentro de ese marco no.
-El presidente del Gobierno sube de volumen y se aplica con el fango.
-Podrá hostigar a un periodista, podrá obtener el cierre de alguna publicación asfixiándola, hacer demanda, una querella, contra un periódico o un periodista, pero no va a silenciar a la prensa, porque no puede, y además porque la prensa no está dispuesta. Vamos a ganar esa batalla, claro que la vamos a ganar, y es más, creo que al final resistirá a la tentación de darla, porque sabe que no la puede ganar.