Inflación y democracia
POR: NÉSTOR SUÁREZ
MSC Y PHD EN ECONOMÍA.
Históricamente, muchas democracias murieron de inflación … Algunas de ellas muy famosas, como la República de Weimar en Alemania (1919-1933), de tipo socialdemócrata, que había muerto de inflación mucho antes que comunistas y nazis rompieran a pedazos sus restos y cascarones, forcejeando con sus respectivas violencias desde la izquierda y la derecha. Ambas fuerzas antidemocráticas simplemente remataron el trabajo que la inflación ya había hecho: minar la confianza en la moneda. La desconfianza se contagió al resto de las instituciones, democracia y sistema político incluidos.
La inflación de medios de pago, que a su vez causa la inflación general de precios, es el problema más ominoso que sufrieron y sufren las economías occidentales y de todo el mundo: cercena el poder de compra del dinero- y en consecuencia el poder adquisitivo del pueblo-a través del envilecimiento de los salarios y otros ingresos factoriales; y así impide ahorrar, invertir, multiplicar los empleos productivos y en consecuencia, crecer.
Los trabajadores son quienes siempre salen peor parados con la inflación. Y los sindicatos emplean muy mal su capacidad de presión política. En lugar de usarla para defender el poder de compra del salario por la vía de atacar la emisión indiscriminada de moneda y el aumento de los medios de pago, lo usan para presionar por otras medidas que no son las correctas. Leyes salariales, laborales y previsionales pretenden actuar sobre las consecuencias y no las causas de los procesos monetarios. Por supuesto que los efectos logrados son tardíos, poco eficientes ,y a menudo contraproducentes, sobre todo en la medida en que encarecen artificialmente los costos de crear y mantener empleos productivos.
Otro “remedio” que tantas veces se propone es generar más impuestos. ¿Es o no peor que la enfermedad?
Como en todos los países y momentos históricos, la inflación enriquece (relativamente) al Estado y los grupos de intereses asociados al mismo para vivir a su costa. Su presupuesto crece, y el Estado se endeuda e imprime billetes sin respaldo, con la intención de complacer a todos. Para colmo, el Estado también suele distribuir privilegios monopolísticos – verdaderos : subsidios ,protecciones, insumos por debajo del costo – eximiendo a ciertos y determinados productores de la obligación de competir en igualdad de derechos con los demás oferentes actuales o potenciales. Así genera mercados cautivos de unos pocos oferentes, que pueden aumentar los precios sin importar la calidad de los bienes y servicios que ofrecen. Curiosamente, lo poco numeroso de la población empresarial de un país constituye la principal de las presiones alcistas sobre los precios reales- sobre todo de los bienes finales -, y bajista sobre los salarios reales.
A través de la frustración, rabia y sentimientos de impotencia e injusticia que origina, la inflación siempre amenaza a la democracia que tanto esfuerzo y sacrificio costó y cuesta entronizar y consolidar. Cuando una democracia se basa en la riqueza del Estado y no en la de sus ciudadanos, Y en la idea de que el Estado tiene que repartir esa riqueza para subvenir a las necesidades de la gente, cada quien se siente que recibe menos que otros- cosa que en realidad ocurre-, y menos de lo que cree merecer.
En cambio, cuando una democracia coexiste con una economía de mercado- Y las libertades económicas conviven con las políticas en un clima de estabilidad monetaria, esos problemas ni siquiera se plantean. Porque está claro a todos que la riqueza no es algo que tiene el Estado para repartir, sino algo que cada quien debe crear mediante actividades productivas para subvenir a sus necesidades. El Estado debe ser policía y juez, Militar y diplomático, Y constructor de obras públicas, Pero nunca liberticida.
Venezuela ¿un país “inmensamente rico”?
Algunos pretenden que como “Venezuela es un país inmensamente rico” aquí entre nosotros las leyes universales de la economía no funcionan, o lo hacen distinto a otros países. Como si en Venezuela las cosas abundantes se encarecieran, o si las escasas se abaratasen. Como si los costos de producción pudiesen ser mayores que los precios de venta. Como si las empresas pudiesen eximirse de ser rentables, o si pudiesen pagar su productividad. Como si multiplicando el dinero y los medios de pago éstos no se depreciasen en términos de su poder adquisitivo.
Pero no es así; la inflación es ejemplo ilustrativo. No se puede escapar a las consecuencias de la inflación monetaria. Aquí, tanto sus consecuencias como sus causas son las mismas de siempre desde el Imperio Romano, que en su última etapa fue también bastante 《 democrático》 y cuya caída también se debió a la inflación hasta la fecha de hoy.
La nuestra, la venezolana, es la misma y única inflación que hay en cualquier otra parte del mundo. No determinada por el petróleo ni por algún factor genético o peculiaridad nacional exclusiva. Sino por el factor de siempre: Exagerado crecimiento del gasto fiscal, desproporcionado al consumo y gasto de la sociedad, financiado mediante el aumento en la cantidad de moneda- desproporcionada a la riqueza-; y con las mismas consecuencias universales: aumento general de los precios nominales- fuera de proporción al alza de los ingresos-; Descapitalización gradual de las empresas y empobrecimiento progresivo de la gente.
Es la misma inflación que en otras muy diversas épocas y latitudes, que ha producido sus erosionantes y destructores efectos en los tejidos económico, social, moral y político de muchas y variadas comunidades de las más diferentes composiciones etnoculturales y orígenes históricos. Con inflación es imposible el crecimiento sano. Y también con elevados impuestos, que matan el ahorro y la inversión.
Esas causas universales de la inflación son la pretensión,por parte del Estado de cumplir funciones que no le corresponden – cautivo complaciente de los numerosos grupos de intereses especiales-; y su inevitable consecuencia: falta de disciplina fiscal y monetaria. Causas que generan a su vez los cancerosos crecimientos completamente paralelos del presupuesto fiscal; la masa de dinero primario o de alta potencia; y los precios.