CorrupciónÉtica y MoralReligiónViolencia

Isabel Coixet: Henri Grouès

 

Abate Pierre - Wikipedia, la enciclopedia libre

 

Henri Grouès, nacido en Grenoble en 1907, más conocido por su sobrenombre de Abbé Pierre, fue vicario de la diócesis de Grenoble hasta que en 1939 fue movilizado durante la Segunda Guerra Mundial, donde pasó a la resistencia, ocultando a niños judíos para evitar su deportación. En 1949 fundó el movimiento Emaús. Este movimiento es una organización laica que lucha contra la exclusión y la pobreza. 

 

La revelación de estos hechos plantea profundas preguntas sobre la idealización de las figuras públicas

 

La notoriedad del Abbé Pierre creció como la espuma a partir del invierno de 1954, que fue particularmente frío y mortal para las personas sin hogar. El 1 de febrero de 1954 lanzó un llamamiento memorable en las ondas de Radio Luxemburgo (futura RTL) 33, que se hizo famoso bajo el nombre de ‘llamamiento del Abbé Pierre’.

Al día siguiente, los titulares de la prensa lo llamaron «la insurrección de la bondad». El llamamiento recaudó quinientos millones de francos (incluidos dos millones de Charlie Chaplin, quien dijo en esta ocasión: «Yo no los doy, los devuelvo. Pertenecen al vagabundo que encarné»). Fue el inicio de su leyenda como figura consagrada a la lucha contra la pobreza que ha perdurado hasta su muerte, en 2012.

Se le han dedicado monumentos, libros, películas, documentales. La mera evocación de su figura provocaba adoración y admiración sin límites. Hasta ahora.  

En los últimos dos meses, doce años después de su muerte, ocho mujeres lo han acusado de abusos sexuales de distinta índole que han hecho aflorar informaciones sepultadas varias décadas atrás.

En 1955, el Abbé Pierre se fue al otro lado del Atlántico para, explicó, «hablar con hombres generosos sobre los problemas humanos». Participa en una gira de conferencias, es invitado a la televisión, habla en las Naciones Unidas sobre la necesidad de erradicar la pobreza del mundo. El viaje durará quince días. Pero muy rápidamente las primeras informaciones se centran en su comportamiento problemático, según se desprende de los diarios de Jacques Maritain, el filósofo católico que lo acompañó en el viaje y que informó inmediatamente a las altas autoridades eclesiásticas. 

En Nueva York, varias mujeres se quejan de los requerimientos sexuales del Abbé y de los tocamientos continuos a los que las sometía. En sus notas personales, Jacques Maritain subraya la necesidad de enviarlo de vuelta a Francia lo más pronto posible para evitar el escándalo y enviarlo a algún tipo de terapia que cure «sus descontroladas pulsiones sexuales». 

Estas nuevas informaciones podrían constituir un punto de inflexión en el caso Abbé Pierre, al subrayar la gravedad de los hechos y el conocimiento que se tenía de ellos desde 1955. El presidente de CIASE (Comisión Independiente sobre los Abusos Sexuales en la Iglesia), Jean-Marc Sauvé, reconoció la gravedad de las acusaciones y afirmó que justificaban plenamente que se las tuviera en cuenta en los trabajos de la comisión creada para investigar las acusaciones que se conocen hasta hoy de ocho mujeres contra el Abbé Pierre, que incluyen tocamientos, felaciones forzadas y violaciones continuas; algunos casos, como el de una mujer que terminó suicidándose, son verdaderamente devastadores.

La revelación de estos hechos plantea profundas preguntas sobre la responsabilidad de las instituciones y la idealización de las figuras públicas, recordándonos que detrás de cada icono se puede esconder una realidad diametralmente opuesta a lo que conocemos. Emaús Internacional ha reaccionado creando una línea de ayuda para recoger otros testimonios, intentando desenredar la verdad de la falsedad en la compleja vida de este personaje al que los franceses consideraban un héroe intocable (fue elegido durante muchos años como la personalidad preferida de toda Francia). 

Resulta muy revelador que todas las víctimas hablen de su temor de que su testimonio debilite el compromiso de Emaús contra la pobreza. Por lo que ahora sabemos, a Henri Grouès nunca se le pasó por la cabeza esa consideración.

 

 

Botón volver arriba