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Ismael Pérez Vigil: Afinando estrategias

En la medida que se acerca el 28 de julio se van afinando las estrategias… y el nerviosismo. La campaña electoral se puede decir que avanza por los meandros sinuosos de la política, pues oficialmente no ha comenzado y ya es un “lugar común” decir que estamos en una campaña “atípica”, “épica”. ¿Realmente lo estamos? No y sí, veamos.

¿Campaña atípica?

Desde cierto punto de vista, la campaña no es “atípica” pues se parece mucho a las que hemos tenido desde hace 24 años: abusos en la utilización de los recursos del Estado; burlas, amenazas e intimidación por parte del oficialismo a sus competidores −o enemigos, como ellos usan llamar−. Por estas y otras cosas, esta campaña electoral es igual a muchas de las anteriores; ¡Que digo igual!, es peor. Es la campaña presidencial con las peores condiciones electorales, para la oposición, que hayamos tenido nunca.

Haciendo un pequeño inventario, en está no tenemos novedades, pero si hay cosas repetidas, solo que aplicadas simultáneamente; como por ejemplo: inhabilitación masiva de candidatos, llegando al extremo de impedir la inscripción de algunos, sin ninguna justificación; “judicialización” de los partidos políticos opositores, que es una manera “elegante” de decir que se está impidiendo la actuación de los partidos; parcialización de los organismos electorales, algo usual, pero que ahora sin disimulo reaccionan positivamente a las demandas del oficialismo, hasta el punto de adelantar la fecha de la elección y de adoptar las decisiones, según denuncia reciente de un Rector, de manera individual y no colegiada, como ordenan las leyes. Y podría seguir enumerando, aunque jamás lograría reflejar el listado de irregularidades, triquiñuelas y abusos de una manera completa, pero con lo mencionado creo que es suficiente para ilustrar el punto. No es “atípica” la campaña electoral, desde este punto de vista, solo se han exacerbado las irregularidades y los abusos.

Lo “atípico”.

Por otra parte, lo “atípico” está en varias cosas; no en lo “épico”, sin desconocer el esfuerzo y la valentía que se está desplegando, si recordamos a quien enfrenta la oposición democrática, todas las campañas han sido “épicas”; pero que duda cabe que esta es una campaña sin recursos, al menos para la oposición democrática, pues el Gobierno si los tiene y hace alarde de ello, hasta utilizar equipos militares −algo no tan visto en otras campañas− para trasladar a su candidato; entre la falta de recursos, está el poco o mínimo acceso a medios de comunicación, nuevamente, solo en el caso de la oposición democrática.

Otra característica “atípica” es que la oposición democrática tiene un candidato, que no es el líder indiscutible de la oposición, porque el liderazgo opositor lo encarna María Corina Machado (MCM), a quien se impidió ser la candidata; esa situación, de una líder diferente al candidato, claramente nunca la habíamos vivido. Como tampoco habíamos vivido una campaña paralela, con una líder con arrastre popular, junto a otros dirigentes de partidos políticos, recorriendo el país y buscando votos para el candidato y ese candidato, por su parte y más pausadamente, realizando reuniones con diferentes sectores y en apariciones esporádicas, en eventos puntuales, públicos, o en sectores populares, pero que todos han dado de que hablar.

Una tercera característica que resalto, para decir que no es “típica”, es que se haya logrado mantener un acuerdo unitario −para solventar la inhabilitación de la candidata seleccionada en masiva elección primaria− sin fracturas, sin desacuerdos públicos importantes, en satisfactoria armonía, a pesar de haber tenido en los últimos cuatro años significativas fisuras entre partidos y lideres opositores; recordemos tan solo la polémica disolución del “gobierno interino” de Juan Guaidó.

Una clara oportunidad.

Pero quizás la característica más “atípica” e importante de este proceso electoral, es que es la primera vez que las encuestas de opinión y la movilización de calle nos indican de una manera bastante contundente −para tirios y troyanos− que hay una oportunidad, clara, de que la oposición democrática logre el triunfo, si “juega” bien sus cartas. Y todo indica que, hasta ahora, eso es así, que se están haciendo las cosas bien. Por lo tanto, es hora de examinar algunos aspectos de la estrategia que deben ser afinados, que permitan asegurar el anhelado triunfo que quiere la mayoría del país, porque es así, es la mayoría del país que quiere el cambio político; incluso, una buena parte del llamado oficialismo.

Asegurar el triunfo implica, naturalmente, conseguir los votos; convirtiendo la enorme e indiscutible popularidad de algunos lideres, como por ejemplo María Corina Machado, en votos para Edmundo González Urrutia. Sin duda, ese debe ser un primer logro de la campaña electoral, la que se desarrolla recorriendo el país, en concentraciones masivas; y la más sosegada de las reuniones entre el candidato y diferentes sectores y actores populares.

Evitar la abstención y educación electoral.

Hace días afirme −ver Organización Electoral que es una falsa discusión esa de si la elección se gana con movilizaciones y concentraciones u organización de militantes y simpatizantes en las mesas electorales el 28J, pues todas esas acciones son necesarias y el triunfo es el resultado de la combinación virtuosa de todas ellas.

Pero para conseguir los votos de esa victoria, hace falta además otras dos cosas; una, tener la clara conciencia de que hay que evitar el morbo de la abstención, que sin quitar la responsabilidad que en ella tiene el desencanto popular y el hartazgo de políticas −y lideres− que no han solucionado los problemas del país, en buena medida es también causada por el pesimismo y la cantidad de preconcepciones y “mitos” políticos y electorales que pueblan la mente de los venezolanos y que se han estimulado por años, con falsas informaciones y medias verdades.

Lo que nos lleva a la segunda cosa que hay que hacer; además de la campaña electoral de movilización, de entusiasmo, y la tarea organizativa de seleccionar “testigos” para todas las mesas y organizar los equipos que los apoyarán, es necesaria una tarea educativa electoral, que vaya más allá de enseñar a votar y de capacitar al personal electoral; una tarea educativa que llegue a desalojar los “mitos” y pre concepciones que pueblan la cabeza de los electores venezolanos, de todos, incluidos los aparentemente más cultos e instruidos.

Partidos y lideres tienen en eso de librarnos de preconcepciones y “mitos” una responsabilidad muy importante; pero, todos podemos contribuir a esa tarea, desde lo individual y no solo desde lo colectivo; cada quien aportando en el medio en el que se desenvuelve y en la medida de sus posibilidades y las cosas que mejor sabe hacer. No es el caso de hacer un listado o de tratar de agotar todos los temas en una sola sentada, pero es cosa de comenzar con algunos de ellos.

Preconcepciones.

Veamos hoy las preconcepciones. Y solo a manera de ejemplo, una de ellas es la que en días pasados afloró en redes sociales y grupos de electores con la discusión acerca de si se estaba logrando el objetivo de ubicar testigos electorales en todas las mesas de votación; sobre todo en aquellos centros de votación en donde funcionarán una o dos “mesas electorales”, porque se supone que en ellos el gobierno tiene mejor acceso y obtiene mejores resultados.

Probablemente eso último es cierto y no vamos a repetir la discusión ni los argumentos, sobre todo porque el más importante es que aún no sabemos −al menos oficialmente− cuales serán, ni cuantos centros de votación estarán bajo esa condición y mucho menos de cuantos electores estamos hablando. Pero, lo importante es tener claro que en efecto la prioridad y el objetivo debe ser llegar a todos los lugares que sea posible; desde los más fáciles en los cuales se tiene pleno acceso y en donde históricamente la oposición ha ganado −que los debe asegurar, porque es probablemente allí en donde se garantiza el triunfo−; pero también debe llegar a esos lugares que llamamos remotos, inhóspitos, hostiles, dependencias militares, cárceles, barrios peligrosos, etcétera.

Y esto por dos razones importantes; una, porque allí la oposición también ha tenido votos, que también hay que preservar; y la segunda y más importante, es porque en esos lugares, peligrosos o difíciles seguramente han cambiado las cosas, las tendencias políticas, desde última elección presidencial, que fue hace once años. Pero esta discusión, queda en suspenso, espero que por poco tiempo, hasta que el CNE dé a conocer la llamada “tablamesa” y sepamos exactamente de cuantas mesas, centros de votación y electores estamos hablando.

Conclusión.

Con ese ejemplo de “preconcepciones”, dejemos para otra oportunidad el tema de los mitos electorales a despejar, sobre todo dos de ellos, el secreto del voto y la vulnerabilidad o poca seguridad del sistema automatizado de votación.

 

 

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