Jorge Poveda: Educación o barbarie
Apostar por la educación es el único camino viable para acabar con la violencia a largo plazo
Las dos vías para combatir al Daesh: del papa Francisco a Donald Trump
Un amigo diplomático ha publicado recientemente un artículo sobre el tema del atentado acaecido en Manchester, Inglaterra, y se planteaba una única pregunta: ¿cuál es la solución?
Pensaba al respecto que cada quien tiene una lectura distinta de frente al tema, toda vez cada persona es la resultante final de su trayectoria inscrita en su geografía circundante, cultura, ideología y posición social.
Hoy día nadie -al igual que antaño – puede escapar a esas circunstancias, máxime que la extraordinaria y rapidísima circulación de noticias en esta época nos pone -a diario, sin necesidad de movernos de la comodidad de nuestro hogar o lugar de trabajo -de frente a toda clase de acontecimientos, sin importar ocurran en nuestras proximidades o en lo que antes era lejano y hoy es también obligado vecindario.
Desde una perspectiva de creyente de que la humanidad es la resultante de un largo proceso de evolución que aún no comprendemos en todos sus detalles , aunque – sin embargo – existe la obligación de seguir hurgando en ese pasado recóndito que refuerza el concepto de que las diferencias son obra de la geografía que afecta la genética y no de otras condiciones como algunas culturas han pensado por mucho tiempo.
Sobre esta base de igualdad humana tengo la certeza de que toda cultura tiene derecho a expresarse con respecto de otras culturas en paridad de respeto como lo demuestra fehacientemente la genética moderna, dado ninguna raza o etnia es superior a otra . Nótese que formulo esta afirmación, que parece sobrar a estas alturas del desarrollo humano, porque la suspicacia y trato diferente entre humanos se ha ido poniendo de moda por razones diversas particularmente en algunos países occidentales.
Hay otras culturas que albergan en su seno desviacionismos por malas lecturas de sus libros divinos o devocionales a lo que debemos agregar la acumulación de resentimiento social ,y en el caso particular del movimiento que los musulmanes denominan Daesh, esa es la situación ante la cual nos enfrentamos.
Para efectos prácticos algunos piensan que ya no es importante bucear en los orígenes del resentimiento social, así como tampoco en los orígenes del desviacionismo religioso, pues basta suprimir de golpe y porrazo a los violentos y se termina el problema.
Colocados en una tesitura más humana -sin embargo- otros piensan que esa aproximación al tema es totalmente equivocada toda vez es ampliamente conocido que siempre la violencia engendra más violencia, independientemente de su proveniencia.
Si uno hurga en la historia de la humanidad va a encontrar que siempre- desde sus orígenes aun inciertos- gracias a los nuevos hallazgos de la antropología, arqueología y genética – han habido enfrentamientos y que estos han estado dirigidos a suprimir a los que se considera inferiores o distintos. Y si uno sigue revisando la historia -hasta nuestros días- encuentra que esa pulsión, aunque pareciera haber cedido a la educación y a la modernización, sigue aún vigente con acentos igualmente distintos según algunas regiones y países.
De lo anterior puede concluirse, en primer término, que no es con violencia como se suprime la violencia, así que el ser humano debe ser más imaginativo que el simple ceder a sus impulsos.
Esto nos lleva a pensar que la educación, que siempre se ha postulado sirve para suprimir impulsos y a permitir la convivencia sobre bases menos discriminatorias, es la solución-pero a largo plazo- de los conflictos humanos.
Esta situación: la necesidad de suprimir la violencia y el problema que la educación solo opera a largo plazo nos coloca frente a otro problema .
Este es: ¿cómo se obvia el largo plazo..?
Para algunas personas que lideran países o movimientos, la forma apropiada de enfrentar esta amenaza sin esperar al largo plazo que nos plantea el uso de la educación como arma disuasiva varía dependiendo de su formación y su cultura propias.
Confieso que, dado vivo en Occidente, solo tengo -por ahora- conocimiento de dos medidas que se mencionan insistentemente en los medios de información.
Y advierto son polares, porque parece imposible ponerlas en práctica conjuntamente.
Una solución la plantea el Papa Francisco : se trata simple y sencillamente de seguir la prédica de Jesucristo respecto a la violencia … y que a primera vista es difícil de poner en ejecución toda vez Occidente se ha decantado por devolver golpes al golpe.
Otra solución la plantea el Presidente de EE.UU, Donald Trump: armarse hasta los dientes y responder con total violencia generalizada a las acciones de violencia circunscritas a la violencia de individuos, que tanto pueden encontrarse en sus reductos en algunos países del Medio Oriente, como en los barrios de muchísimas ciudades europeas.
La primera, la recomendación papal- es harto difícil de poner en ejecución porque implica hacer eclosionar un nuevo paradigma en la evolución de los países para amarnos los unos a los otros, lo que no ha sido práctica común, menos consuetudinaria, en todo el proceso de evolución humana.
La segunda -también- es harto difícil de poner en ejecución porque implica que los presupuestos de los países europeos deben desviarse de sus fines primordiales y detener las acciones gubernamentales que no se enfoquen en la línea del fortalecimiento del brazo armado, para dedicar ingentes emolumentos presupuestarios a engrosar ejércitos, sofisticar armas y hacer la guerra, creyendo ingenuamente que matando cuerpos se eliminan las ideas.
Dado tengo suficiente edad para recordar las consecuencias de la polarización social resultante de la I y II Guerra Mundiales, así como para acordarme del nacimiento de las Naciones Unidas, cuyo cometido se encaminaba a un vasto esfuerzo dedicado a crear condiciones para nunca más estar bajo la amenaza de guerra, debo admitir, sin embargo, que, con el tiempo, he visto como esa noble aspiración ha ido desvaneciéndose a pasos agigantados , toda vez que la existencia de un Fondo Monetario Internacional y de un Consejo de Seguridad ponen condiciones dirigidas a mantener y a fortalecer las confrontaciones, no a disminuirlas, no a liquidarlas.
Así que queda planteada de nuevo la pregunta : ¿cómo se combate al Daesh? A la que agrego la pregunta que la complementa: ¿cómo se combate la discriminación a lo interno de los conglomerados sociales en donde se desenvuelven distintas culturas con distintos rasgos de identificación?
Si retomo las pregunta del lado de una respuesta sencilla no encuentro -en verdad- respuesta alguna.
Y si retomo la pregunta del lado de una respuesta mucho más compleja replanteándola así: cómo se combate al Daesh y a las condiciones que propician su existencia fuera de países islámicos -concretamente en Europa- me encuentro de frente a una variación de la misma pregunta, pero sin solución alguna también, pero, sin embargo, más simple, pues se debe descartar la solución propuesta por el presidente norteamericano y dejar la solución en manos de los Gobiernos europeos y, por tanto, de sus sociedades.
Y si me permiten formular un consejo agregaría algo que los países europeos saben practicar mejor que en EE.UU: la solución debe ser mediante una metodología participativa, esto es, involucrar en el diagnóstico situacional y en la solución posterior a los sectores de los cuales emana la violencia.
En la formulación de planteos sobre los cuales intentar este vasto proceso, la Universidad para la Paz puede ayudar si se le permite sugerir las reglas de juego que -necesariamente- deben ser reglas participativas, con metodología participativa, algo que, si bien parece consustancial con la democracia moderna, es de difícil práctica en el campo de la planificación.