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Jorge Vilches: Un Gobierno sin precedentes

«Es la primera vez que tenemos un Gobierno que se dedica a hacer oposición a la oposición. Lo hace como reclamo electoral y para ocultar su negligencia»

 

Un Gobierno sin precedentes
                                             Ilustración de Alejandra Svriz.

Es el Gobierno de las primeras veces, como el anuncio de Chispas, aquella colonia infantil de los ochenta, pero para mal. La obsesión por estar en el poder a cualquier precio, mezclado con la corrupción y otros delitos, ha empujado a Sánchez a terrenos que antes se mantenían vírgenes por responsabilidad y vergüenza. Este avance errático confirma que a día de hoy la prioridad de Sánchez es que la acción de la justicia no llegue a su entorno familiar y político. El resto es prescindible, incluidos los presupuestos generales del Estado.

No hay precedentes porque el sanchismo se ve impelido a buscar soluciones a su situación judicial. No hay antecedentes de un fiscal general del Estado que haya cometido presuntamente un delito para ganar la «batalla del relato» a una adversaria política del Gobierno. Tampoco jamás ha sido imputado un fiscal general. Ni nadie podía imaginar que un altísimo cargo público como el suyo, en el que descansa buena parte del entramado garantista de la democracia, fuera capaz de borrar los mensajes de su móvil y de su correo electrónico el mismo día que fue imputado.

Tampoco la ley Begoña tiene precedentes en España ni en la Unión Europea. Recordemos que es una norma pensada para anular el juicio que señala los negocios presuntamente ilícitos e inmorales de la esposa del presidente del Gobierno. Sánchez quiere que esta ley tenga efectos retroactivos y anule la acusación particular que sentó a Begoña Gómez ante un juez. Podríamos imaginar una maniobra así en Venezuela o en cualquier otra tiranía populista de Iberoamérica, pero no en España.

Todo en este Gobierno es tan primerizo como anormal desde un punto de vista democrático. Es cierto que Sánchez apuntaba maneras. Lo vimos venir y confiamos en la fortaleza de las instituciones para detenerlo, por eso mismo el presidente colonizó el Estado, para que nos diéramos de bruces con su poder. De ahí que haya convertido el Tribunal Constitucional de Conde Pumpido en una cámara de rectificación de las sentencias que le incomodan, como la de los ERE. Hay quien dice que incluso el TC puede corregir al Tribunal Supremo si finalmente García Ortiz es condenado por revelación de datos de un particular, destrucción de pruebas y obstrucción a la justicia.

Esto ha sucedido porque también era la primera vez que la esposa de un presidente del Gobierno se ha dedicado a hacer negocios y a construirse una carrera profesional aprovechando la situación. Ese es el caso de Begoña Gómez, inédito en nuestra historia democrática e incomprensible en la vida política europea desde 1945. Solo por este motivo Sánchez debería volver a sus labores privadas.

«Sánchez reina pero no gobierna, no manda, no dicta de verdad, sino que lo hacen sus aliados chantajistas»

Este embrollo condujo a otra situación novedosa en la política nacional, como fue que el presidente se retirase cinco días a «reflexionar». Debió haber dimitido entonces ante Felipe VI y pasar a Marichús Montero los trastos gubernamentales. Por capricho y cálculo populista dejó al país sin presidente. Bien es cierto que Sánchez reina pero no gobierna, no manda, no dicta de verdad, sino que lo hacen sus aliados chantajistas.

Porque también es la primera vez que un partido con sentido de Estado se apoya en Bildu para gobernar y, además, lo hace orgulloso. De igual manera se asienta en dos partidos golpistas como ERC y Junts, ante los que se humilla porque quiere. Por eso concedió un indulto y una amnistía a pesar de que dijo poco antes que eran imposibles. A esto se han sumado numerosas cesiones al nacionalismo, desde el cupo catalán hasta el lenguaje que el sanchismo utiliza para referirse al «conflicto» y al procés, incluso al supuesto lawfare de los jueces.

Esa alianza obliga a demonizar a la derecha, al PP y Vox, a los que insultan diariamente, especialmente a Feijóo y a Ayuso. Incluso esa animadversión ha llevado a cosas inéditas en la política española como es abandonar a una población necesitada, los valencianos, para dañar al Gobierno de Mazón. Jamás un Ejecutivo había sido tan inhumano y despreciable. Frases como «si necesitan ayuda, que la pidan» o «yo estoy bien», que dijo Sánchez cuando lo importante eran las víctimas, quedarán para la recopilación futura de infamias en la democracia.

Es la primera vez también que tenemos un Gobierno que se dedica casi en exclusiva a hacer oposición a la oposición. Lo hace como reclamo electoral y para ocultar su negligencia ministerial. De hecho, no hay datos sobre un Ejecutivo que saque a los sindicatos verticales a la calle para manifestarse contra los opositores. Y como la nacional no le basta para intentar que los españoles no vean sus carencias, que se inventa enemigos exteriores, como los dictadores caribeños. Así empezaron los insultos a Milei o a Trump, a los que mete en una invención infantil a la que llama «Internacional reaccionaria», auspiciada por la «tecnocasta».

Es un Gobierno sin precedentes, con ministros que se insultan en público, como Yolanda Díaz a Cuerpo, que se llevan la contraria, como Mónica García y Óscar López, y que son al mismo tiempo candidatos autonómicos. El conjunto es tan improvisadamente primerizo que huele mal. Por lo menos Chispas olía a frutas.

 

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