Democracia y Política

José Antonio Viera-Gallo: En busca de un autor

La carga más pesada de la condición humana es nuestro inconformismo ante los hechos, los fenómenos y los personajes, que nos lleva a una constante y a veces infructuosa búsqueda de sentido, como queriendo desentrañar una lógica de los acontecimientos que a primera vista se nos escapa.

No me refiero a la pregunta por el sentido de la historia, si lo tiene. Lo que algunos llaman los meta relatos. Aunque todavía vivimos de la idea de Hegel de que el pensamiento es tendencialmente racional, como racional es la realidad y que ellos se desenvuelven en el tiempo con un sentido de creciente progreso.

Apunto a algo más pedestre, pero no menos importante: a esa idea más reciente de “desarrollo”, que supone el crecimiento económico y que se proyecta en mayor equidad social y estabilidad política en un ambiente de libertad y solidaridad, un horizonte en que las personas, diría Amartya Sen, alcanzan el bienestar gracias a su capacidad de llevar una vida que tienen motivos para valorar.

Vivimos con la convicción de que el desarrollo era posible y estaba relativamente cercano. Chile podía llegar a ser como Portugal o Grecia, si realizaba políticas públicas bien diseñadas e implementadas. La modernización ha sido el norte de muchos movimientos en los países llamados en desarrollo. En Chile había dejado de ser una inspiración para transformarse en un proyecto compartido, con sus variantes económicas y políticas.

Hoy ese horizonte se ha esfumado en la niebla.

Un embajador acreditado en Chile el otro día me preguntó: ¿cómo imagina Ud. Chile dentro de 2 años? El diplomático pensaba en las inversiones que empresas de su país tienen en el nuestro país. Comencé por tranquilizarlo: no corren riesgo. Pero luego tuve que confesar que me resulta imposible imaginar nuestro futuro cercano. ¿Alguien puede afirmar con certeza cuál sería el perfil del gobierno de alguno de los actuales candidatos más en boga: Lavín, Jadue, Matthei, etc.? Los que se asoman tampoco traen claridades.

Hemos sido sacudidos de tal manera por fenómenos imprevistos, que nuestras certezas se han desvanecido. Estamos en la misma condición de Pirandello, quien confiesa que no se conformaba con contar historias particulares, sino que indagaba en el sentido de una posible narración, y que, al no encontrarlo, decidió dejar que 6 personajes entraran en escena buscando a un autor que construyera una obra.

Así ocurre hoy en la política.

Hay muchos personajes que se agitan buscando el hilo conductor de un proceso que ellos protagonizan sin conocer su razón de ser más allá de la competencia por el poder. A veces se aferran al pasado buscando seguridad identitaria, en otras ocasiones la procuran en la irreverencia crítica o en la reafirmación de postulados ideológicos gastados; otros optan por actuar al compás de una música de fondo que piensan interpreta el cambiante sentir popular; no faltan quienes recurren a la autoridad de la ciencia para sostener sus posiciones. Casi todos –como el hidalgo caballero de la Mancha– las emprenden contra molinos de viento: el neoliberalismo o el populismo, la izquierda blandiendo una retroexcavadora, la derecha amenazando con la autoridad y el orden.

Al hacerlo no hacen sino revelar que estamos en medio de un mar proceloso. No sabemos si el actual esquema de partidos resistirá la embestida. Ni tampoco conocemos el humor de la calle ante la conjunción de varias crisis simultaneas.

Como en la obra de Pirandello todo sucede tumultuosamente, en forma fragmentaria, con violentos escorzos, en una situación de relativo desconcierto. No obstante, el escritor nos advierte que su representación tiene una trama oculta.

El acoso de las interrogantes y la espiral de las ansiedades, sin embargo, no ha afectado la estructura básica de la sociedad, que sigue funcionando pese a la pandemia y a las revueltas de superficie. El piso puede temblar de vez en cuando, pero su arquitectura es sólida y resiste. Fue construido durante los vilipendiados 30 años. Sin embargo, requiere urgentemente más de un ajuste para poder seguir sosteniendo las esperanzas y frustraciones acumuladas.

El próximo año puede ser decisivo para encontrar el hilo de Ariadna que nos conduzca a la salida del laberinto, la trama oculta de Pirandello. La Convención Constitucional puede ser un hito de inflexión relevante para lograrlo. Coincidirá además con la renovación de todas las autoridades electas, salvo una parte del Senado. Es una ocasión que no debiéramos dejar pasar.

Tal vez haríamos bien en detener la agitación y entrar en “modo de reflexión” para registrar los fenómenos que van cambiando el escenario y lograr, entonces, que la acción sea conducente a un propósito colectivo de bien público. Sin dejar de escrutar el firmamento límpido de las noches estrelladas, hay que bajar la mirada intentando descubrir sino la lógica final del cambio de época que vivimos, al menos el derrotero de los que años han de venir. Así tal vez recuperemos energías para un nuevo impulso en la dirección de un desarrollo que se muestre menos esquivo, y de paso la política sea percibida como la actividad noble que es.

 

 

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