José María Aristimuño P.: Balaam y Trump
El desconocimiento propio genera soberbia; pero el desconocimiento de Dios genera desesperación.
San Bernardo de Claraval.
Balaam, el profeta que en 1400 a. C. vendió su alma por oro y plata, ¿qué hizo? Utilizó el nombre, la palabra y los hechos de Dios para su beneficio.
Vivió en Petor, una ciudad entre Irak y el norte de Siria, en la región del Kurdistán. De origen mesopotámico y considerado un adivino de bastante poder y malos consejos, Balaam trajo la plaga sobre Israel (22:5-7).
Los hechos sucedieron durante el éxodo, cuándo los israelitas escapaban de la esclavitud, desde Egipto a las tierras de Canaán. Intentó atraerlos con ídolos e inmoralidad sexual.
A Trump, un excelente vendedor agresivo, no se le ocurrió mejor idea. Además de ofrecer zapatillas, perfumes, incluso monedas de oro de fantasía, se posicionó en el mercado como vendedor de biblias, aduciendo que quien puede vender el libro sagrado puede vender cualquier cosa. En oferta, al precio de USD 59.99, la Biblia protestante de Jacobo, rey de Inglaterra, adornada con la canción patriótica Dios bendiga a América del cantante estadounidense Lee Greenwood, de larga trayectoria en música country, quien lo apoya; así como ejemplares de la Constitución, la Carta de Derechos, la Declaración de Independencia y el Juramento a la Bandera! ¡Gran desfachatez!
Pero se equivoca. La Biblia es el libro sagrado. No es la corona de Miss Universo, de la cual fue patrocinador.
En el reality show El aprendiz, la canción lo dice todo: For the Love of Money, del grupo estadounidense de R & B, O’Jays.
Trump proyecta su sentido del éxito atacando la autoestima de los concursantes. Su eslogan fascista “Estás despedido” es una intimidación para el americano medio, tan trillada en las películas: el personaje sale cargando una pequeña caja, llevándose sus pertenencias. Un impacto emocional con el que perfeccionó la técnica del espectáculo.
El Museo de la Biblia (Washington D. C.), una organización de última generación enfocada en la narrativa histórica y el impacto que ha tenido la Biblia, tiene un pabellón exclusivo para entender cómo las distintas biblias llegaron a USA, su influencia en católicos, metodistas, luteranos, presbiterianos, protestantes etc.
La Biblia no es un producto, pero con ella se intentan vender líneas conservadoras, como la prohibición del aborto en un país multicultural, con ideas liberales, en el siglo XXI.
No se puede hacer proselitismo, y menos político, con el libro sagrado. Los grandes reverendos comunican el lenguaje del evangelio en su mano derecha (Isaías 41:13 No temas yo te ayudo) y no ven la venta como objeto, sino al sujeto. Lo subliminal funciona.
Trump no toma en cuenta el mensaje del evangelio sobre la expulsión de los mercaderes del templo (Marcos 11:15 – Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas; y no consentía que nadie atravesara el templo llevando utensilio alguno).
¿El enemigo silencioso? La religión.
El papa Francisco está claro: “Proselitismo no es evangelización”. Afirma que Jesús no hizo proselitismo, que es lo que intenta el Trump vendedor de biblias: “Quien anuncia a Dios no puede hacer proselitismo, no puede presionar a los demás, sino aligerarlos; no imponer cargas, sino levantarlas; llevar la paz, no la culpa”.
Después de todo, agrega el papa, “no estamos en el tiempo de las cruzadas”, “todos somos hijos de Dios” y “la Iglesia no crece a través del proselitismo. Más bien, por atracción, por testimonio”.
Pero Trump, por conseguir la presidencia, es capaz de vender su alma al diablo.