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José Rodríguez Iturbe: La geografía de los conflictos

 

Tratar de geografía de los conflictos supone hacer referencia a la geopolítica y a la geoestratégica, con la cual se desarrolla la geopolítica. Sin embargo, hablar de geopolítica o de geoestratégica supone una tautología, porque, como recordaba Pierre M. Gallois, [1911-2010], no hay política o estrategia que ignore o pueda ignorar el espacio humano físico en el cual se desarrolla una acción atenta prioritariamente a las dimensiones públicas de una comunidad humana o a las relaciones entre diversas comunidades humanas entre sí.

Las guerras en la historia de la humanidad han variado según las épocas y los avances tecnológicos. Entre la Guerra del Peloponeso y las hipótesis de conflicto bélico de la era nuclear no hay solo diferencias de tiempos y de escenarios geográficos,(locales, regionales o mundiales),sino también inmensas diferencias tecnológicas. Si vis pacem para bellum. Se ha considerado y se sigue considerando que la mejor forma de prevenir la paz resulta estar preparado para la guerra. La prevención del conflicto vendría dada por el reconocimiento de la capacidad bélica. La propia y la de los actuales o potenciales adversarios. Las guerras, en la elipse de formación y desarrollo del Estado-Nación, fueron guerras de objetivos limitados, hasta que se planteó la guerra total, propia de la etapa de la industrialización contemporánea; industrialización que supone también, en la paleología, la consideración del avance tecno-científico y de la producción de armamentos.

Los conflictos externos (internacionales) por contraposición a los internos (civiles) están marcados por la política exterior. Si en todo fenómeno bélico la geografía es muy importante, en los conflictos internacionales la valoración política de los espacios en conflicto (o de escenarios de conflicto) resulta imprescindible. No hay política exterior desinteresada. Si la acción exterior de un Estado careciera de relevancia para su interés nacional, lo único que podría afirmarse es que ese Estado no posee una auténtica política exterior. Forma parte del interés nacional la búsqueda y obtención de todo lo que contribuya al logro del fin social. Por tanto, se incluye en él todo factor de aporte positivo al desarrollo perfectivo del Estado.

El interés nacional debe ser, así, el punto de referencia de cualquier toma de decisiones en política exterior. Se ha abusado de la cita de una frase, que se atribuye a Talleyrand (otros señalan como autor a Palmerston), la cual señala que, en su acción exterior, los Estados no tienen amistades, sino intereses. Las amistades y los intereses no son necesariamente antagónicos o excluyentes en política exterior. Las auténticas amistades en las relaciones internacionales llevan a la clara determinación de áreas de interés común, puesto que dichas áreas de interés común facilitan las relaciones amistosas entre los Estados. En situaciones normales, la existencia de aspectos antagónicos en el interés nacional de los Estados, puede llevar, en mutuo beneficio del interés global de cada uno, a dar un bajo perfil a esos aspectos antagónicos (lo cual no supone ni la ignorancia de su existencia, ni que cada uno deje de buscar por su cuenta lo más conveniente a su patriótico interés).En situaciones de crisis, o de graves tensiones que permiten prever, a breve plazo, una situación de crisis, una política realista impone, por el contrario, la valoración destacada de los aspectos antagónicos. Justamente lo que configura las situaciones de crisis es que los parciales aspectos antagónicos cobran una influencia decisiva en la política exterior de los Estados y gravitan, cada vez más, en el marco de su acción exterior considerada como un todo.

El interés nacional se traduce, en términos políticos concretos, en seguridad y defensa. Seguridad para la búsqueda, sin solución de continuidad, del fin social. Defensa contra todo factor que resulte contrario, actual o potencialmente, contra dicho fin. En política exterior es, por tanto, la seguridad y defensa la que determina la jerarquización de los objetivos en la acción del Estado en la esfera internacional. La seguridad y defensa posee una vertiente militar, pero no es exclusivamente militar. Ella no puede reducirse al aspecto estrictamente castrense porque, aunque supone lo militar, abarca también lo político, lo económico, lo social y lo cultural. Por estar vinculada a la seguridad y defensa, en pocas esferas de la política como en la política exterior resulta tan evidente que la dirección precisa debe ser política antes que técnica. Ello no supone desconocimiento o minusvaloración de la técnica. La técnica, en la dinámica del Estado, está al servicio de la unidad y de la eficacia de la política. Ella es insustituible en la formulación de opciones y en la implementación y ejecución de las decisiones adoptadas. La armonización de los elementos técnicos y su óptima utilización conjunta sólo viene dada, sin embargo, por la coherencia que otorga la política. En efecto, la mayor parte de los problemas medulares de la política exterior—por el hecho de ser medulares— son políticos, no exclusivamente técnicos.

Las guerras civiles son un tipo diferente de conflicto en el cual el furor delirante de los combatientes dentro de una misma comunidad lleva al enfrentamiento de los mismos contra los mismos, que terminan por considerarse radicalmente otros. Es un tipo de guerra que marca con la demencialidad a las dos partes, que, en su mutua negación de identidad, buscan en la lucha no tanto la derrota del adversario cuanto la eliminación del que se tacha de enemigo. Aquí no se hará referencia a las guerras civiles. Baste decir respecto a ellas que afectan, de manera letal, la affectio societatis, resultando un virus que resulta obstáculo insuperable para el vivere civile.

La historia del mundo de Occidente, de raíz judeo-cristiana y greco-latina, fue eurocéntrica hasta la Primera Guerra Mundial, 1914-1918.El primer gran adversario de ese mundo, con Mahoma (vida pública 622-632), resultó el Islam. Su expansión militar gravitó sobre la Europa de la Edad Media (Alta, Plena y Baja) y del Renacimiento desde el siglo VII (aparición del Islam) y VIII, el 711, Tarik (Táriq-ibn-Ziyad.[670-720])y Mussa (Musa-ibn-Nusair [640-716]) en la Península Ibérica, con el establecimiento de Al-Ándalus, hasta el siglo XVI. La Reconquista duró desde el 711 (un hecho significativo, luego de tres siglos, fue la toma de Toledo en 1085) hasta la caída del último reino moro, el de Granada, en 1492, año del descubrimiento de América. Ocho siglos desde la caída del último reino visigótico hasta el nacimiento de España (Isabel y Fernando, Castilla y Aragón). La expansión musulmana en Europa, varios siglos después, no fue realizada por los árabes, sino por los Otomanos. Los ejércitos cristianos fueron derrotados en Kosovo en 1389 y en Nicópolis en 1396. Los turcos tomaron Constantinopla en 1453. Y luego penetraron, por las llanuras danubianas, hasta el mismo corazón de Europa: Budapest, 1526 (tomaron la colina de Buda, pero no pasaron el Danubio para ocupar las llanuras de Pest).Viena fue sitiada en 1529. Estos últimos acontecimientos se dan en el contexto de la Reforma Protestante en Alemania, en el siglo XVI, y del llamado del joven Emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano-Germánico (Carlos I de España [1500-1558], nieto de los Reyes Católicos) a la defensa de la cristiandad. Viena fue todavía un siglo después, en 1683,sitiada por segunda vez, siendo entonces salvada por el polaco Jan III Sobieski [1629-1696]. En cuanto al dominio del Mediterráneo, la supremacía turca musulmana solo fue vencida en 1571, en Lepanto, por la Liga Santa (flotas de España, Estados Pontificios, Venecia, Génova y Saboya), que tuvo por Generalísimo a D. Juan de Austria [1547-1578], hermano natural de Felipe II. La gravitación del inmenso Imperio Otomano sobre Europa se extendió, sin embargo, durante el siglo XIX e inicios del XX, en un arco de tiempo que abarca desde la independencia de Grecia en 1831 y las Guerras Balcánicas 1911-1912, hasta la derrota del Imperio Otomano (de la Sublime Puerta) en la I Guerra Mundial y la consolidación del poder de Mustafá Kemal, padre de la Turquía moderna, en 1922-1923.

Históricamente han sido grandes movimientos humanos los que caracterizaron los conflictos antes que se esquematizarán los tipos de ellos como aquellos que enfrentaban a potencias marítimas con potencias continentales. Este tipo de conflictos adquirirá relevancia a partir de los grandes descubrimientos geográficos, a finales del XV. El antagonismo fundamental desde el siglo IV a. C. hasta el siglo XIV d. C. resulta, en el continente euroasiático, el de que se da entre nómadas y sedentarios. Desde los Hunos hasta los Mongoles aparecen en el foyer pérturbateur (presencia perturbadora o disruptiva) que se extiende en la Europa, no solo Oriental y Central, sino también Occidental. Abarca, por tanto, desde el tiempo del Bajo Imperio Romano de Occidente hasta la Baja Edad Media. (S. III a S. XIV). No fue solo un fenómeno en Occidente. Se dio también en el Oriente asiático. Esa expansión perturbadora afectó a la China de los Han y las dinastías siguientes hasta los Ming. La llegada al poder de la dinastía Manchú en 1644 significó la victoria de los nómadas. Los Mongoles, en el siglo XIII, dominaban la periferia de China e influían en Vietnam, Birmania y Corea.

Intentaron incluso llegar a Japón, pero sus intentos de desembarco fracasaron por fenómenos climáticos. Los pueblos nómadas se hicieron presentes, hacia el oeste, en Rusia, Ucrania, Polonia y la llanura panónica o Cuenca Cárpata, la gran llanura de la Europa Central. Otra presencia perturbadora fue la de los beduinos de Arabia.En menosde un siglo, desde a muerte de Mahoma (632) hasta la consolidación de Al–Ándalus (722), los árabes, expandiendo el Islam, se apoderaron de Irán, Siria, Egipto y el Magreb (voz árabe que significa donde se pone el sol, y abarca las zonas del África del Norte) y la antigua Hispania romana. El avance musulmán se extendió también hacia el Oriente. Hasta la llegada de los británicos los Grandes Mongoles reinaron sobre el subcontinente asiático, desde Malasia hasta Mindanao,las islas más meridionales de las Filipinas,donde el avance musulmán fue contenido por España, con sus expediciones marítimas seguidas de su presencia política hasta fines del XIX (Guerra Hispano-Norteamericana de 1898). El Islam penetró en el África Negra (sub-sahariana) en los siglos IX y X. Su expansión violenta allí aún continúa. También debe destacarse otra expansión nómada: la de los nómadas del mar que fueron los Vikingos. Si bien su impacto principal fue en las Islas Británicas y en Francia, los guerreros escandinavos, conocidos como los varagianos, llegaron hasta Novogorod y, bajando por el Volga, contribuyeron a crear la Rusia de Kiev. Por todo lo anterior, Chaliand, subraya que lo que parece caracterizar la historia del continente euroasiático, desde “una perspectiva geopolítica fundada en la duración, no es la oposición entre potencias marítimas y potencias continentales, sino la oposición entre enclaves sedentarios e irrupciones nómadas”.

Desde el s. XVI se opera un cambio en el teatro de los conflictos: de euroasiáticos se convierten en mundiales. Desde 1492 (Descubrimiento de América) a 1945 (fin de la II Guerra Mundial) va el largo tiempo que señala la mundialización progresiva de los teatros de los conflictos. La dimensión marítima del mundo se pone de relieve con los descubrimientos a partir del siglo XV. Entonces los nómadas pierden su superioridad militar. El nacionalismo moderno supuso, a su vez, la muerte de los imperios. Después de la II Guerra Mundial los imperios coloniales, en su versión tradicional, desaparecieron.

El siglo XVI fue un siglo español. “Sólo es libre el hombre que no tiene miedo”. Es la sentencia que figura en el himno atribuido literariamente a los Tercios Viejos de España. Fueron los Tercios la infantería invencible durante más de un siglo, hasta que, con honor, el 19 de mayo de 1643, conocieron la derrota en Rocroi, ante las fuerzas francesas, dirigidas por el joven Luis II de Borbón-Condé, Duque de Enghien. Desde 1505 el estandarte de los Tercios fue (y sigue siendo hoy el de la Infantería Española) la Cruz de S. Andrés, grabada en rojo, sobre paño blanco. La Cruz de S. Andrés es también conocida como Aspa de Borgoña, por ser S. Andrés el patrono de Borgoña. Con la Cruz de S. Andrés marcharon y combatieron, lucharon y murieron, vencieron o fueron derrotados, los infantes de los Tercios del extenso Imperio donde no se ponía el sol. Los Tercios representaron el honor combatiente de soldados con el alma unida por un mismo credo. Su fuerza derivaba, además de su capacidad de combate, de su cohesión moral. Eran hombres libres que, al combatir, más allá de los objetivos inmediatos que pudieran señalar sus jefes, sabían que extendían (aunque no todos tuvieran conciencia de ello) los amplios horizontes del espíritu con ansias de infinito, con anhelo de Dios.

El XVII es el siglo del despertar de las apetencias francesas e inglesas contra España. Los franceses se establecieron en el Caribe Oriental, en Guadalupe y Martinica en 1635. El espacio caribeño fue el objetivo inmediato de la fán de despojos. En1638 suele colocarse el inicio de la ofensiva formal de Luis XIV contra la España Americana.En1694 Jean-Baptiste du Casse (Ducasse) [1646-1715] tomó Jamaica e intentó infructuosamente la toma de Cartagena en 1697 en compañía de Bernard des Jeans, Barón de Pointis [1645-1707]. En 1741 se produjo la gran expedición británica contra Cartagena de Indias, encabezada por Edward Vernon [1684-1757]. La misma terminó en la derrota inglesa y una clamorosa victoria española, resaltando en ella la figura heroica de Blas de Lezo [1689-1741].

Fue a través de la España Imperial (la ruta naval entre las Filipinas y el Virreinato de la Nueva España) como el tráfico comercial entre Asia y América logró intenso desarrollo. Manila y Acapulco fueron los puntos de unión legal entre ambos continentes.Del siglo XVI al XIX España tuvo territorios en Europa, América, Asia, África y Oceanía.

Los siglos XVII y XVIII fueron siglos de transgresiones y regresiones fronterizas. Inglaterra se consolidó como gran potencia naval. Rusia, Prusia y Dinamarca redujeron entonces las apetencias de Suecia al ámbito concreto del Báltico. La geografía experimentó un progreso apoyada en los avances de la náutica.

El fin del siglo XVIII y el comienzo del XIX está marcado por los conflictos (coaliciones) contra la Francia revolucionaria y por la intensa sacudida que supusieron las Guerras Napoleónicas.

El Congreso de Viena y la Santa Alianza

La tensión ideológico-política desde el inicio de la Revolución Francesa hasta la batalla de Waterloo fue larga. Fue tan grande y prolongada que generó, por agotamiento, un pesante pragmatismo desideologizado. Fue un agotamiento cultural y político el que siguió a las guerras napoleónicas y a la búsqueda de la paz y de un orden pragmático posterior a 1815 (Congreso de Viena, la Santa Alianza). Ese orden pragmático posterior a 1815 tuvo que ver tanto con la actitud colectiva predominante en las sociedades europeas una vez desaparecido Napoleón (que era punto de referencia revolucionario) como con la Santa Alianza.

El Acta Final del Congreso de Viena fue suscrita el 9 de junio de 1815. La Santa Alianza, “uno de los tratados más extraños que se hayan concluido nunca en Europa”, se firmó en diciembre de ese mismo año.Ese tratado fue un “insólito y singular documento en el cual la piedad romántica vio el nacimiento de una Europa universalmente cristiana, y quienes tenían un sentido maquiavélico del poder, la legitimación general de la injerencia en los asuntos internos de otros países”.

El pragmatismo constituye en las épocas de crisis el refugio del maquiavelismo. Así, la Real politik [realismo político, política de realidades] no resulta,en verdad,otra cosa que una Macht politik [política de fuerza]. Sobre todo, en política internacional. El orden de la Real politik de 1815, el fraguado en el Congreso de Viena, fue un equilibrio de naipes entre poderes que se afirmaban a sí mismos negando a los contrarios. Contra la fuerza bruta de Napoleón, la fuerza bruta de las potencias que lo adversaron y finalmente vencieron fue la garantía de un panorama internacional diseñado a la medida de sus intereses.

La política internacional europea reflejada en el Congreso de Viena representó el esfuerzo de figuras como Klemens Wenzel von Metternich [1773-1859], Henry Robert Stewart Castlereagh [1769-1822] y Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord [1754-1838] por restaurar el orden europeo alterado por las guerras napoleónicas.Tal empeños iguiómoldes clásicos y el esfuerzo de la diplomacia era central, porque el final de la confrontación no perseguía tanto la aniquilación del enemigo cuanto la firma de tratados que aseguraran a los vencedores la hegemonía y el fiel de la balanza en las decisiones internacionales.

A ese período dedicó Henry Kissinger [1923-2023] el más erudito y académico de sus ensayos: Un mundo restaurado. Como el propio Kissinger pone de relieve, desde las páginas iniciales de la obra,la guerra en el período napoleónico (cosa que no acontece en el presente) era limitada y la diplomacia clásica buscaba, por la vía de la negociación, la legitimidad del orden internacional, el cual, al ser generalmente aceptado, provocaba la estabilidad,la cual, a su vez,era la garantía de la paz,concebida como la no guerra,en el sentido de no generalización del conflicto bélico.

Pocos años después del Congreso de Viena, Karl von Clausewitz [1780-1831] publicó en Berlín, en 1834, Vom Kriege [De la Guerra], donde planteó que la guerra es un simple instrumento de la política. “La guerra no es —escribió— sino la continuación de la política por otros medios”. Pero agregó más adelante: “Si la guerra forma parte de la política, ella asume su carácter. Cuanto más adquiera la política dimensión y potencia, tanto más aumentará también la guerra y tal proceso puede llegar hasta el punto culminante en el cual la guerra asume su forma absoluta”.

Geografía e Imperialismos contemporáneos

Un fenómeno político, el imperialismo, ocasionó en los siglos XIX y XX una valoración especial de la geografía en los expansionismos de carácter mundial. El término imperialismo ha tenido diversos sentidos a lo largo de su uso histórico.A mediados del siglo XIX se calificó como imperialistas a los partidarios del II Imperio Francés (1852-1870) de Napoleón III (Luis Napoleón Bonaparte [1808-1873]). Los liberales de William Gladstone [1809-1898] lo utilizaron para atacar la expansión colonial del gobierno de Benjamin Disraeli [1804-1881]. En la década 1880-1890 significó, por el contrario, la adhesión de la opinión (mayoritaria) europea a la expansión colonial.

La Conferencia de Berlín sobre el África se realizó en la capital alemana del 15 de noviembre de 1884 al 26 de febrero de 1885. Se desató en Europa una violenta carrera colonialista. Los motivos de ella no fueron prioritariamente culturales, religiosos o humanos, como pregonaron a menudo los forjadores de imperios. La auténtica razón debe verse en la búsqueda del poder político. “Se trata ─señala Marc Nouschi [1952], describiendo la competencia─de poner un pie en el continente negro,de plantar la bandera,de imponer un idioma, un comercio…África es víctima de un imperialismo por defecto que alimenta fantasías sobre la ‘fuerza negra’ indispensable paraOccidente”. Y agrega: “la carrera por los territorios alimenta el orgullo y la frustración: orgullo por los Estados que, como Francia o el Reino Unido, consiguen crear bloques imperiales más o menos homogéneos en términos geoestratégicos. El África Oriental anglosajona, organizada alrededor del eje El Cairo / Ciudad del Cabo, se opone a la Occidental, más recogida, controlada por Francia. Para Alemania Bélgica e Italia…solo quedan ‘jirones’ de colonias y están al acecho de un nuevo reparto que calme sus frustraciones”.

El mito de la raza generó (y extendió en el imaginario europeo y norteamericano) el racismo sociopolítico. Ese racismo suponía el desprecio de las consideradas razas inferiores y de los pueblos formados por ellas. La supuesta superioridad del hombre blanco motivó las elaboraciones intelectuales (pseudo intelectuales, sería mejor decir) del mito racista. Hay que destacar que inicialmente no estaba el mito racista intrínsecamente vinculado al antisemitismo como antijudaísmo.El prejuicio antijudío seguía otras en dateñida de envidia, hostilidad y discriminación, incluso con reflejos legales en algunas legislaciones europeas. Ello aconteció tanto en la Europa prevalentemente germánica como en la Europa prevalentemente eslava; sin excluir algunos casos escandalosos en la Europa latina, como el Caso Dreyfus, en Francia. El mito racista se limitaba inicialmente a la proclamación de la supremacía blanca. El antijudaísmo fue una perversión adicional. Si todos los antijudíos fueron racistas, no todos los racistas fueron antijudíos.

El antijudaísmo fue la degradación mayor del racismo, sobre todo, cuando fue convertido en política de Estado en el III Reich. Antes de Hitler y el nazismo, sin embargo, el mito racista recibió elaboración “intelectual” y formulación política por intelectuales y políticos que, algunos, a su modo, no fueron antisemitas. Digo a su modo, porque siguieron siendo racistas en sus propias patrias, en las cuales (fue el caso de los Estados Unidos) la lucha por la igualdad de derechos necesitó, para triunfar, de no pocos mártires y de varias décadas de luchas sociales y políticas posteriores a la derrota del nazi-fascismo en la II Guerra Mundial.

En la propagación del mito racial vinculado a la supremacía del hombre blanco merece mencionarse, como caso prototípíco, el de Rhodes, que pone de relieve cuál era el imaginario del mundo occidental europeo y norteamericano, lanzado con prepotencia a las aventuras imperialistas y colonialistas.

Rhodes: Mitoracial  y Mitoimperial

Cecil Rhodes [1853-1902], encarnó como pocos el imaginario racista e imperialista de mediados del siglo XIX a comienzos del XX. Con un desprecio profundo hacia la gente de color (sus expresiones son semejantes a las usadas por Carlyle, lo cual muestra que eran de uso común en personajes de cierto relieve en la sociedad británica), Rhodes fue un factor muy importante en la presencia económica y política de Gran Bretaña en África del Sur.

Se trasladó en 1870, por motivos de salud, desde Inglaterra al África Austral, donde su hermano tenía un establecimiento algodonero. Enterado del auge de la explotación de diamantes en Kimberly, dejó a su hermano y se trasladó allí. Tuvo notable éxito: comenzó comprando a bajo precio los títulos de las minas estimadas de bajo rendimiento; para 1888 la mayoría de las minas de Kimberly y de De Beers eran de su propiedad. Fundó con otros socios la Compañía De Beers que, para 1890, controlaba el 90% de la producción mundial de diamantes.Desde1887 logró también importante participación en la explotación minera del oro en Transvaaal.

Incursionó en la política sin abandonar su función empresarial. Fue Parlamentario en El Cabo desde 1881, y Primer Ministro de El Cabo 1890-1896. Procuró rodear los establecimientos de la población Boer, de origen holandés, y expandir los dominios británicos. En 1885 se anexó Bechuanalandia y después de hacer firmar a un rey local un documento de sumisión a Gran Bretaña, convirtió en territorio británico el gran territorio situado al norte del Transvaal, que desde entonces se llamó Rhodesia (territorio de las actuales Zambia y Zimbawe). Estableció, además, un protectorado británico sobre Nyasalandia. Después de tener rodeados geográficamente a los Boers, que estaban concentrados en Transvaal y en Orange, ofreció al Presidente de los Boers, Paul Krüger [1825-1904] la formación de una Federación, que garantizara, conjuntamente, con la supremacía inglesa, el dominio de la minoría blanca sobre la mayoría negra. No aceptando el control británico, Krüger rechazó la oferta. Dejó entonces Rhodes que un grupo dirigido por Leander Starr Jameson [1853-1917] procurara la toma militar de la capital del norte, Johannes burgo.El intento fracasó,pero fue la demostración de la decisión británica de usar la fuerza para consolidar su control económico, político y militar en África del Sur. La llamada Guerra de los Boers estalló en 1899. La derrota de los colonos de origen holandés fue definitiva en 1900. La paz se firmó en 1902, año del fallecimiento de Rhodes. En 1906 se concedió un Estatuto de Autonomía al Transvaal y a Orange. En 1910 se fundó la Unión de África del Sur, agrupando, en un solo Estado racista, a británicos y a boers.

Al fracasar su intento de unión con los Boers en 1896, Rhodes finalizó su mandato como Primer Ministro. Rhodes no pudo ver hecho realidad su sueño de toda una extensa Sur África Británica. En 1889 Alemania obtuvo la llamada Franja de Caprivi [Caprivizipfel] (por el conde Leo von Caprivi [1831-1899], general, sucesor de Otto von Bismarck [1815-1898] como Canciller de Alemania, 1890-1894) que impidió la expansión británica hacia el Norte, hacia Namibia alemana. En 1890, Bélgica extendió su colonia en el Congo hacia la región minera de Katanga. En 1891, el Acuerdo Anglo-Portugués consolidó la presencia de Portugal en Angola y Mozambique.

La vida pública y privada de Rhodes estuvo marcada por el racismo y por su abierta vocación imperialista, entendida por él como la manifestación más elevada del patriotismo. Rhodes ejemplificó cómo el patriotismo fue entendido por las élites coloniales como la afirmación del dominio, político, económico y militar,de las potencias imperiales que daban vida histórica al mito de la supremacía del hombre blanco. Y existió una abierta empatía racial (no política, ni militar, ni económica) entre el imperialismo anglosajón y el minoritario imperialismo alemán. Rhodes dejó como legado un plan de Becas Rhodes para enviar a estudiar a Oxford a estudiantes del Imperio Británico, Estados Unidos y Alemania. No parece que en la intención del donante estuviera facilitar el acceso a la educación superior de alta calidad a jóvenes africanos de color, sino a integrantes de la élite blanca colonial.

En Rhodes se unieron dos mitos imperiales: la superioridad de la raza blanca y la superioridad del mundo anglosajón. Por vía de su poderío económico intentó (y logró parcialmente) cambiar la geografía política del sur del continente africano.Cuando murió en 1902 tenía 49 años. A los 23, cuando comenzaba su éxito con la adquisición a bajo precio de los derechos sobre minas diamantíferas, escribió una especie de proclama que marcó toda su existencia: “Mi principal objetivo en la vida es ser útil a mi país. Si Dios tiene un Plan, hay que saber primero cuál es la raza que Dios ha escogido como divino instrumento para su Plan. Incuestionablemente, esa raza es la blanca. Dentro de la raza blanca, el hombre angloparlante, sea británico, americano, australiano o surafricano, ha demostrado ser el mejor instrumento del Plan Divino para desarrollar la Justicia, la Libertad y la Pazala más amplia extensión posible del Planeta. Por eso, yo dedicaré el resto de mi vida a los propósitos de Dios y le ayudaré a lograr que el mundo sea inglés”. Racismo, nacionalismo, versión protestante absolutamente heterodoxa del sentido del Plan de Dios y de la comprensión de la Biblia (que era común, para el desprecio del hombre negro, tanto de ingleses como de holandeses, que se mantuvo en la base “teológica” del Apartheid [separación, en afrikáans] en Suráfrica). Rhodes simboliza la mitología racista de la supremacía del hombre blanco nutriendo la teología política del imperialismo y del colonialismo. Como Javier Reverte [1944] señaló, si se sustituye, en el párrafo citado de Rhodes, Inglaterra por Alemania tendríamos a Hitler.

La globalización y la nueva geografía

Con el fin de la Guerra Fría y el desplome (implosión) del llamado mundo o campo socialista (en la terminología de la confrontación bipolar), algunos pensaron que se había llegado al término de una visión hasta entonces marcada por la dialéctica hegeliana. Frente a una tesis, el capitalismo, y una antítesis, el socialismo, había que esperar, según tal visión, una síntesis superadora, genéricamente llamada tercera vía. A esa síntesis superadora, según los gustos y las posiciones ideológicas,se le daba variedad de contenidos.Así, la expresión tercera vía, al no ser unívoca no era simplemente multívoca, sino que, lucía (luce), además de ambigua, equívoca. Más que a un riguroso proceso dialéctico en sentido hegeliano, el fenómeno contemplado en las últimas décadas del siglo XX estuvo caracterizado por la desaparición de la antítesis. Así el antagonismo clave de la dinámica dialéctica desapareció abruptamente con la aniquilación histórica de la URSS, el Bloque Soviético y todo lo que tales realidades representaban. Se afirmó, entonces, por tanto, que lo que había terminado por darse históricamente era la imposición de la tesis sobre la antítesis, sin la configuración de ninguna síntesis. En el marco del combate había desaparecido el contendor: no había alternativa, con vigencia histórica, a la democracia liberal, el sistema capitalista y la economía de mercado. Todo ello fue acompañado de la proclamación de la crisis de las ideologías y de la afirmación de un tipo de pensamiento único. Éste parecía destinado a imponerse en lo que la retórica de Francis Fukuyama fue denominado el fin de la historia.

Para Fukuyama el fin de la historia era, en términos descarnados, el entierro de la cosmovisión comunista como posibilidad de síntesis, y, dado el fracaso histórico-político del marxismo, la afirmación de la validez universal del mundo económico caracterizado por la técnica de estructuración social, de estirpe liberal individualista, conocida como economíade mercado. Esa validez universal suponía, de facto, la admisión globalizada del pensamiento economicista del capitalismo, que venía, así, a convertirse en pensamiento único;no porque fuera el único pensamiento existente en el orden de las ideas de un mundo marcado por la crisis de la modernidad, sino porque era el único considerado válido, a los efectos de unificar criterios con los cuales comprender la realidad a la confrontación bipolar y a la posibilidad de actuar con cierta certeza de manera adecuada en ella. El drama del soporte cultural-político de la globalización capitalista radica en que si la victoria del mundo del mercado se opera en las concretas circunstancias de la agonía del siglo XX, en eltiempo a caballo entre dos milenios (más allá del resultado favorable a la tesis capitalista sobre la antítesis socialista), ese triunfo, proclamado con estruendo y aceptado acríticamente, supuso la aceptación como “valores absolutos” de aquellos “valores” proclamados por la llamada economía de mercado; y el desplome de la antítesis se produjo en un tiempo en el cual ya parecía claro que del subjetivismo y relativismo de la modernidad se pasaba, con entusiasmo digno de mejor causa, a la imposición, en el marco de la cultura dominante, de las posturas típicas de la postmodernidad, signadas por el escepticismo y el nihilismo. La defensa a ultranza del modelo por parte de los voceros del fin de la historia (en el sentido de Fukuyama) rechaza, aparentemente,cualquier intento de moderación humana de la técnica de estructuración social capitalista, afirmando que las criticas éticas (“moralizantes”) que se hagan a la dinámica del mercado no deben, siquiera, ser tomadas medianamente en serio, en cuanto el sistema, como tal, prescinde de la perspectiva ética como elemento de juicio o moderación de las conductas.

Se cayó, así, en un abierto economicismo. Francis Fukuyama ha puesto de relieve que el debate sobre la globalización de la economía estuvo, en la década de los 80 del siglo pasado, centrada en el debate entre los neomercantilistas y los ortodoxos economistas neoclásicos. Según él, ambas partes olvidaron en el debate el importante papel de la cultura. Reconociendo Fukuyama que en el pasado la intervención del Estado en el proceso de modernización fue, sin duda, efectivo , no vacila en concluir señalando que la clave del éxito de las sociedades modernas, en un mundo con una economía globalizada, puede ser el carácter de la sociedad civil y de las llamadas sociedades intermedias, cuya dinámica resulta impulsada por los que califica (inadecuadamente, a mi entender) de factores no racionales y cauces pre-modernos, entre los cuales menciona, en primer lugar a la cultura . Se entiende la vinculación entre cultura e institución porque, en términos simples, para un sociólogo, la institución es conducta. Conducta más duración, convendría, quizá, añadir. Así,genéricamente, en cuanto conducta,la institución es cultura.

El impacto de la globalización con los parámetros señalados por Fukuyama en la concepción de la geografía en su relación con actual eso potencial es conflictos es evidente: ya no importan tanto las fronteras como los mercados. Así la geografía de los mercados más que la geografía de las fronteras del Estado Nación es la que hipotéticamente adquiere mayor relevancia en la consideración de causas o desarrollos de conflictos.

El fin de la Guerra Fría

Veinte años después de la invasión del Pacto de Varsovia (liderado por la URSS) a Checoeslovaquia, en1968, el mundo bipolar caducaba, en términos históricos.El derrumbe del mundo socialista se debió, más que a la bondad del modelo opuesto, a una intrínseca dinámica de disolución, por lo que tenía de radicalmente antagónico a la naturaleza humana. El prototipo de tal dinámica se encuentra en la URSS: del partido totalitario de Lenin, que se planteó la reconstrucción total de la sociedad; al Estado totalitario, que con Stalin logró por el terror la total subordinación de la sociedad; al Estado paralizado por las trabas internas del corrupto partido totalitario que lo domina, con Brezhnev, hay como tres fases sucesivas vinculadas entre sí.

Disuelta la URSS, la Federación Rusa, que constituye su más relevante heredera, busca cooperación (o el antagonismo limitado, si se prefiere) con los países industrializados de Europa Occidental y con los Estados Unidos. (Aunque esta impresión inicial deberá ser moderada y modificada después de las incidencias de la Guerra de Ucrania, aún en desarrollo). Desaparecido el Pacto de Varsovia, las flotas aéreas y las bases navales que la URSS tenía en la Costa Oriental del Báltico —desde Rostock hasta Tallín— fueron desmanteladas. Las fuerzas militares asentadas en los países satélites regresaron a Rusia, al igual que las divisiones que permanecían en Polonia, la antigua RDA (República Democrática Alemana) y los Países Bálticos lo hicieron según un cronograma pactado.

Finlandia y Rusia declararon que el Pacto de fines de 1948 carecía de vigencia. Las revoluciones de 1989 significaron la muerte del Pacto de Varsovia y replantearon, cara al futuro, los problemas de la Alianza Atlántica. La URSS [Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas], agobiada de problemas económicos, no podía, sin duda, mantener las antiguas fuerzas armadas soviéticas. Los soldados de las mismas (cerca de 2 millones de efectivos) se vieron afectados, casi por dos décadas, por la Guerra (interna) de Chechenia y por la descomposición que, en todos los órdenes, en distintos niveles, alcanzaba a la vieja sociedad soviética. Después de 1991 se veía como un riesgo potencial para la seguridad europea una variación de la política interna de Rusia que supusiera, respecto a Europa, el desarrollo de una política exteriorneo-imperialista.BorisYeltsin[1931-2007],quesustituyóa Mijail Gorbachov [1931-2022], era una incógnita y había una desconfianza insuperablehacia todo aquel que viniera de la antigua Nomenklatura comunista. Era, en síntesis, la desconfianza de que el cambio fuera más aparente que real.

En el inicio del siglo XXI la desconfianza de los Estados Unidos, el Reino Unido y de la Unión Europea parecía (y no deja de parecer) centrarse en el autoritarismo continuista de Vladimir Putin [1952] y en su afán de reconstruir, sin el totalitarismo soviético, una Rusia imperial acorde a los nuevos tiempos. Algo de eso se percibió (y se percibe) en la actual guerra de Ucrania.

 

Universidad de La Sabana على X: "Comienza el conversatorio "Una profesora de química camino a los altares". Guadalupe Ortiz de Landázuri, con la intevención de José Benjamín Rodríguez Iturbe. "El mundo universitario

 

También se vio entonces como riesgo la posibilidad de metástasis político del cáncer de la antigua Yugoeslavia: conflictos nacionalistas, con ingredientes étnicos, religiosos y lingüísticos.Detrás de la aparente indiferencia o ineficazc apacidad de reacción de Europa frente al genocidio serbio en Bosnia-Herzegovina estaban todos los fantasmas de la historia. Europa, no deseaba ni desea una República Musulmana casi en el centro de Europa. De Praga a Sarajevo hay pocos centenares de kms en línea recta. Las antiguas defensas frente al Islam armado en Budapest y Viena siguen pesando en el imaginario colectivo y en la actitud de muchos líderes europeos. Desde los inicios de la década de los 90 del siglo XX ha sido constante en Europa la búsqueda de una política de seguridad. El escenario de esa búsqueda abarca tanto a los miembros de la Unión Europea como a aquellos que no son miembros de ella pero que aspiran a serlo. Tanto la Unión Europea Occidental (UEO), la estructura de defensa común de la Unión Europea, como la OTAN, como pacto de defensa con participación de los Estados Unidos, forman parte de los instrumentos de seguridad colectiva cuya naturaleza y tareas, en función de las necesidades derivadas de los cambios, están en proceso de redefinición. El drama de las migraciones africanas y el medio oriente hacia Europa genera problemas actuales de no menor cuantía; e incertidumbres, por no decir temores, respecto al futuro.

Cualquier posibilidad real de un nuevo orden mundial sigue suponiendo la posibilidad de integración progresiva de las entidades europeas del antiguo Bloque Soviético al mundo occidental. Resulta ilusorio pensar en dicha integración como un fenómeno a corto plazo. Es, además, sólo pensable como un fenómeno histórico-político de dinámica compleja y con un marco de realización totalmente europeo. Se ha señalado que con la incorporación de los 510 millones de habitantes de la Europa del Este y de la parte europea de la antigua URSS, sumados a los 340 millones de la Europa Occidental, Europa puede tener, en conjunto, un mercado potencial de 850 millones de personas. Para lograrlo, Europa Occidental debe dar gran ayuda económica a EuropaOriental. Lester Thurow [1938-2015] no vacilaba en afirmar a comienzos de los 90 del siglo XX que si Europa aprovechaba sus ventajas estratégicas, podía convertirse, bajo el liderazgo de Alemania, en la principal superpotencia económica de los próximos 50 años, sin que ello supusiera cuestionar la supremacía militar de los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XXI. Valga anotar que tal criterio era antagónico al expresado por Samuel P. Huntington [1927-2008], quien consideraba la supremacía económica como pre-requisito de supremacía político-militar indiscutida. “Una vez perdida su supremacía económica ―dijo Huntington― Estados Unidos no volvería a ser la única superpotencia mundial, pasando a ser simplemente una más entre las grandes potencias”.Hoy quien discute esa supremacía no es ningún país de la Unión Europea, sino la República Popular China, quien despliega una intensa y extensa proyección continuada,de carácter económico-político,en Medio Oriente, África y América Latina.

La realidad geoestratégica, desde el punto de vista político-militar, se presenta, con la desaparición del mundo bipolar, con una confusión tendiente a la anarquía. La seguridad nacional concebida en términos de relaciones de poder lleva a los Estados a buscar tanto poder como sea posible. Desde tal perspectiva, el expediente de la intervención militar no es descartable; más aún, ésta se considera necesaria si el balance de poder está en peligro, o si la estabilidad regional o global resulta seriamente amenazada. Ello no deja de generar serias interrogantes, porque el balance de poder pareciera no ser ahora de índole primordialmente político-militar sino de índole político-económica; y la estabilidad sólo puede lograrse en función de un nuevo orden mundial cuyas características aún no aparecen definidas con claridad. La reducción del perfil institucional de los Tratados Regionales de Defensa, parece ir acompañada de una atención preferencial a las alianzas bilaterales privilegiadas en el orden económico-político. Para poder considerar con visión realista y sanamente pragmática el proceso de cambios en el orden internacional a raíz de la desaparición del orden bipolar,es necesario plantear, para su discusión, algunos criterios:

1. La actualidad del viejo principio bismarckiano que proclama como la única constante en política exterior la geografía;

2. La comprensión de que victoria o derrota no son categorías morales, sino situaciones histórico-políticas;

3. La afirmación de que intervención o no intervención es una cuestión de oportunidad, no de concepción;

4La convicción de que el factor militar(su perfil y dimensión) está inexorablemente unido a los desafíos, actuales o potenciales, que en relación a su seguridad tenga el Estado Nación;

5 La negación de que el mundo post 1989-1991 se haya convertido en monopolar, entendiendo por tal un mundo con una sola potencia capaz de regirlo.

Geografía, Información, Geopolítica y Seguridad

La búsqueda de una reordenación internacional ha llevado, tanto en el orden académico como en el político sen sustricto, a un area actualización de la geopolítica.La geopolítica es inseparable de la geografía,en la consideración de las relaciones de poder en el escenario internacional. En una sociedad de información como la actual, pareciera que la pronta y veraz información es un elemento imprescindible,además,para la formulación de opciones y la toma de decisiones atinentes a la seguridad y defensa. Respecto a la geografía, no se trata ya de la teorización tradicional entre potencias marítimas y potencias continentales.

Sobre las ventajas y desventajas estratégicas de unas y otras, según las características de los escenarios de conflicto, se ha escrito abundantemente desde hace mucho tiempo. Se trata de resaltar, con perspectiva actual, lo que puede lucir obvio. Sería absurdo, p. e., prescindir de las consideraciones geográficasente mas tan medulares para la aplicación de las políticas de seguridad y defensa como

-Realidades de la logística;

-Efectividad de aplicación de tecnologías;

-Configuración de realidades económicas;

-Vinculación con factores culturales o mediáticos;

-Aplicación del poder bélico conjunto (jointwarfare).

Ciertamente puede y debe afirmarse, contra reduccionismos utópicos, que el llamado cyberspacio no substituye a la geografía. Más que un antagonismo con la geografía, en una objetiva y realista planificación política en temas de seguridad y defensa, todos los elementos de información a los cuales se accede por el cyberespacio constituyen un elemento imprescindible. La importancia de la información veraz, rápida y completa en la sociedad contemporánea ha llevado a algunos a ver la información como sustituto de la fuerza. De igual manera, la información hacia los aliados es un factor no secundario para tenerse muy en cuenta en la nueva configuración de las alianzas. Toda la tecnología de la información hace actualmente que las operaciones de seguridad y defensa sean necesariamente más transparentes, constituyendo, así, un factor de estabilidad. La aplicación de la información al poder militar posee tres elementos fundamentales:

-Percepción de la realidad (inteligencia)

-Procesamiento de datos (análisis y formulación de opciones)

-Uso de datos percibidos, procesados y analizados en la acción real (operaciones).

Ninguna tecnología ha avanzado tanto, en los últimos tiempos, como la tecnología de la información. En términos de seguridad y defensa, hoy inteligencia supone información veraz y amplia, lo más completa posible. El modelo tradicional de inteligencia es lineal, de un solo carril. Se ha planteado la necesidad de un sistema no integrado (en el sentido de no centralizado) para la planificación de inteligencia.

Huntington, ¿Profeta?

Samuel P. Huntington [1927-2008] desarrolló una tesis que algunos han considerado profética, viendo los acontecimientos desarrollados del 11S 2001 a la Guerra de Irak 2003; y desde entonces hasta nuestros días. Huntington publicó en el verano de 1993 The Clash of Civilizations? [¿El choque de las civilizaciones?] en Foreign Affairs. Tres años después, en 1996, publicó el libroThe Clash of Civilizations and the Remaking of World Order [El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial]. Ha sido el libro del 96 el que se ha convertido en referencia habitual de analistas y académicos casi inmediatamente después de la tragedia que afectó directamente a los Estados Unidos y sacudió la recta conciencia de las personas de cualquier latitud. En ese libro Huntington intentó plasmar correctivos a su planteamiento del artículo original. Las referencias, aquí, serán al artículo de Foreign Afffairs, más que al libro del 96.

Huntington planteaba que la fuente fundamental de conflictos en el mundo post guerra fría no sería primariamente ideológica o económica, sino cultural.El choque de las civilizaciones dominaría, así, la política global. El conflicto entre las civilizaciones vendría a ser la última fase en la evolución del conflicto en el mundo moderno. Mientras que las etapas de conflictos anteriores habían sido conflictos primarios dentro de la civilización occidental, los conflictos entre civilizaciones serían otra cosa. Huntington entendía por civilización una entidad cultural que podía abarcar un gran número de pueblos (colocaba como ejemplo a China) o un número muy pequeño de pueblos. Las civilizaciones, en su dinamismo, poseen su auge y su caída, pueden fundirse o dividirse.

El conflicto entre las civilizaciones,según la visión d eHuntington, posiblemente ocurriría por la falta de líneas culturales de separación entre una civilización y otra. Para él, el mundo se ha convertido en un pequeño espacio y las diferencias entre las civilizaciones no sólo es real, sino básica. Los procesos de modernización económica y cambio social han contribuido a separar a los pueblos de sus identidades locales. Sin embargo, las características y diferencias culturales son menos mudables y resultan menos comprometidas que las características políticas y económicas. Huntington destacaba la importancia de los bloques económicos regionales, señalando que la misma continuaría en el futuro, pero ya en su enfoque no era lo económico lo determinante de la dinámica mundial, y, específicamente, de la dinámica de los conflictos.

Visualizaba el choque de civilizaciones en dos niveles. En un nivel micro, en los grupos adyacentes a lo largo de las líneas no existentes de separación entre las civilizaciones en pugna, sin excluir la violencia en la búsqueda del control del territorio del otro. Y en un nivel macro, donde el escenario global estaría marcado por la competencia entre Estados de diferentes civilizaciones por el poder relativo económico y militar, luchándose por el control de instituciones internacionales y por la promoción de los particulares valores políticos y religiosos. Así, las líneas entre las civilizaciones venían a reemplazar las fronteras ideológico-políticas de la guerra fría, donde se producían en el ayer cercano los focos de crisis y los conflictos sangrientos. Toynbee había ya advertido la presencia relevante del choque de culturas y civilizaciones en el contexto de la guerra fría. No vacilaba Huntington en señalar, en 1993, que si el fin de la guerra fría había supuesto el fin de la cortina de hierro, y con ello la superación de la división ideológica de Europa, había resurgido con fuerza impensable la división cultural europea entre la Cristiandad occidental,por una parte, y la Cristiandad ortodoxa oriental y el Islam, por otra.

Huntington mostraba en sus consecuencias el carácter suicida del malthusianismo antinatalista, dogma del fundamentalismo secularista, impuesto internacionalmente por las naciones más industrializadas, usando a menudo los mecanismos de las estructuras multilaterales. Destacaba, en efecto, el crecimiento espectacular de población de lospaíses árabes, particularmente en África del Norte. Esa era una de las causas del incremento de la migración hacia Europa occidental. La minimización de las fronteras internas para impulsar el desarrollo común había, además, contribuido al desarrollo,dentro de los países de la UE, de movimientos xenófobos y, también, al incremento del racismo.

Usando terminología acuñada por Hugh David Scott Greenway [1935], Huntington hablaba del kin-country syndrome, el síndrome del país-familia. Cuando grupos de Estados provenientes de una civilización se ven envueltos en una guerra con un pueblo proveniente de una civilización diferente, tratan naturalmente de apoyar a los miembros de su propia civilización. Así, el hecho de integrar una familia de pueblos remplazaría, según él, a la ideología política en el tradicional balance de poder. Formar parte de unafamilia de pueblos venía a ser el nuevo criterio básico para la cooperación internacional y el establecimiento de alianzas y coaliciones. En su opinión,un mundo de civilizaciones enfrentadas resultaba, por otra parte y de manera inevitable, un mundo de double standards: los pueblos aplican un standard para sus kin-countries y un standard diferente para los demás.

Las diferencias entre las civilizaciones son reales e importantes; y, para Huntington, la conciencia de formar parte de una civilización era un fenómeno que,a fines del siglo XX, consideraba in crescendo. Los conflictos entre civilizaciones, sustituyendo las confrontaciones ideológicas y otras formas de conflicto, serían, por ello, en el futuro inmediato, la forma global dominante del conflicto.

Ha seguido abierta, después del 11S, la polémica que generó el artículo de Huntington en Foreign Affairs el verano de 1993, continuada por su libro de 1996. Si por la conducta del hegemón de la post guerra fría y sus aliados o por la reacción que ella genere se da cumplimiento histórico a su intuición,sin dudas ugerente, aunque discutible,el mundo del siglo XXI puede convertirse en un infierno.

La actual deconstrucción del orden internacional

La globalización como fenómeno económico-político (economía de mercado y democracia liberal) no es lo mismo que el globalismo como proyecto político de dimensión mundial. El globalismo presenta, sin duda, nuevas dimensiones de la geografía y de la posibilidad de los conflictos. El globalismo ha tenido proyección concreta en el Plan 2030 de Naciones Unidas, en conjunción con los planteamientos del Foro Económico Mundial de Davos. En realidad, el globalismo, tal como se le entiende en la actualidad, es la alianza de quienes poseen el poder de la Big Tech y tienen en sus manos el desarrollo de la inteligencia artificial, con los detentadores del poder económico y político.El poder real de tal alianza no está principalmente en los Estados. Éstos están sometidos al poder supra y extraestatal de quienes se sienten los nuevos dioses poseedores del futuro. Ello ha conducido a la utilización de las organizaciones internacionales para la deconstrucción del mismo orden internacional, sin excluir el recurso a la violencia revolucionaria o a la confrontación bélica. Los intereses del globalismo procuran la pérdida del sentido histórico de las personas y los pueblos. Con conciencia histórica se hace muy difícil desarrollar su estrategia de dominación. Se buscan sujetos pasivos sin vínculos con el pasado. Se procura no solo adulterar la historia y eliminar los símbolos patrios, sino exacerbar identitariamente, con la política del resentimiento, a minorías indígenas. El globalismo no busca la integración y desarrollo de éstas, sino su reduccionismo a perpetuas minorías con el sino histórico del reclamo por un pasado que, a menudo, se ignora y desfigura.

Los grandes intereses privados supra y transnacionales conservan en sus manos la capacidad de influencia y el poder de negociación. Eso lleva a un giro copernicano, en la concepción y desarrollo de las relaciones internacionales. El realismo tradicional veía una unidad en la política del Estado: la política interior y la política exterior eran el anverso y el reverso de una misma medalla. Consideraba, además, que la política exterior tenía como norte permanente el interés nacional ;y traducía el interés nacional en términos concretos de seguridad y defensa. La cultura dominante bajo el influjo del globalismo considera la soberanía nacional como un concepto del pasado. Aspira a determinar, desde la política exterior global, la política interna de cada Estado Nación. Puede decirse que, para ella, en términos reales, la soberanía nacional está muerta y enterrada,o,al menos muy disminuida.

Sería una ingenuidad desconocer que quienes prioritariamente controlan los avances tecno-científicos poseen alianzas operativas con los grandes centros de poder político mundial en función de la agenda globalista .A esas alianzas no les interesa tanto la política interior de los Estados. Les interesa, sí, que en ésta se refleje la agenda globalista. Los premios y castigos están a la orden: si aceptan e imponen en el orden interno la agenda globalista, los regímenes tendrán la calificación de progresistas y sus dirigentes obtendrán reconocimientos internacionales; en caso contrario, se difundirá sobre ellos una imagen negativa y, por supuesto, quedarán al margen de todo tipo de reconocimientos.

El llamado progresismo, como expresión post marxista de un liberalismo individualista extremo, lindante con el anarquismo, presumirá de avanzada social y política,aunqueno presente programas coherentes y sus experiencias hayan sido marcadas por la incompetencia y la corrupción. La solidaridad del globalismo progresista más que en vínculos de amistad programática se asienta en nexos de complicidad. Su agenda da atención prioritaria a países productores de materias primas o de reservas probadas consideradas de valor estratégico (petróleo, hierro, oro, diamantes, coltan, thorium, litio, etc). A la agenda globalista le interesan esas riquezas, pero no los Estados en cuyos territorios están; ni tampoco el bienestar y desarrollo de sus poblaciones.

La agenda post marxista del globalismo fue adoptada estratégicamente en América Latina después de la Caída del Muro de Berlín, en 1989. Es, por tanto, un fenómeno post Guerra Fría. Impulsado por la Cuba castrista se organizó el Foro de Sao Paulo, como estructura de cooperación y de formulación de políticas para una izquierda huérfana luego del desplome del Bloque Socialista y la desaparición de la URSS. La puesta al día de sus políticas vino dada, 30 años después, en 2019, con la aparición del Grupo de Puebla. Allí aparecen variados personajes de la izquierda social-comunista o social-demócrata de todos los países latinoamericanos y España. Se trata de una izquierda bastante amplia que compartía y comparte in genere los postulados de un marxismo gramsciano. Es una izquierda que en el último tercio del siglo XX había decidido, en el mundo desarrollado, cambiar las banderas de la revolución social por la revolución sexual. Desde entonces buscó no adaptar la sociedad a su programa, sino adaptar su programa a la sociedad, considerando como rasgos definitorios del cambio los fenómenos que evidenciaban una ruptura cultural.

Hicieron así,de esos vientos de cambio en el comportamiento social,su nuevo programa de combate histórico. Olvidaron los dogmas del marxismo-leninismo clásico y nadaron (y nadan) con el favor de la corriente de la decadencia de la postmodernidad, sin cuestionar sus postulados histórico-filosóficos, sino radicalizándolos al máximo.

Todo eso coincidió con que ya daba abundantes frutos lo que la Escuelade Frankfurt en su primera generación había sembrado en los Estados Unidos desde la década de los 30 del siglo pasado. Después de brevísima escala en Suiza, la primera generación de la Escuela de Frankfurt ―Adorno, Horckhaimer, Marcuse, Fromm [quien luego se separó del grupo, sobre todo por discrepancias con Adorno y Marcuse],etc.―,emigró a los EstadosUnidosal llegar el nazismo al poder, en 1933. Fue acogida inicialmente por la Universidad de Columbia; y, luego, se trasladó a California, hasta el final de la II Guerra Mundial, cuando sus representantes regresaron a Alemania. Así, el neo-marxismo, el post-marxismo y el globalismo fueron logrando consistencia programática, comenzando un romance ideológico político que culminó en una boda histórica que dura hasta el presente. Si no se le quiere llamar boda, para reflejar mejor su pensamiento se le puede llamar aparejamiento o como se quiera. Pero lo cierto es que en Estados Unidos ha copado el discurso de los liberals, ha hecho un casus belli la imposición de lo políticamente correcto y ha transformado su liberalismo en fanatismo. Esos sectores del establecimiento americano han sido, desde fines del siglo pasado, y siguen siendo en la actualidad, los grandes aliados, en todos los órdenes, del post marxismo continental del Grupo de Puebla/Grupo de Sao Paulo.

Esa gran alianza, prácticamente, hasta hoy, no ha encontrado alternativa. Muchas de las élites políticas de América Latina han reducido su mensaje a un economicismo. Ese economicismo se agota en un discurso conservador sin aliento de justicia social.Constituye sólo otra forma de planteamiento del individualismo liberal que no supone un cuestionamiento de los postulados antropológicos de la modernidad y de la post modernidad.Carece,portanto,dealientodelibertadyjusticia.Coinciden en mucho con los planteamientos del globalismo en cuanto a la separación del hombre de Dios y de la moral de la política.

El orden internacional surgido de la II Post Guerra parece estar llegando a su fin. La Organización de las Naciones Unidas nació con el impulso humanista de reafirmar la dignidad de la persona humana,después de los horrores del nazi-fascismo.(No se reafirmó esa dignidad frente al comunismo). El orden internacional refleja aún los intereses de los vencedores en la II Guerra Mundial. Eso queda evidente en las potencias con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. El globalismo hace ver a la ONU y a las organizaciones regionales como la OEA, como ejemplos de arqueología política. La vigencia del globalismo de facto parece prevalecer sobre la vieja estructura internacional que aún existe de iure. Se nota hasta en la estructura institucional de la Unión Europea, cuya dinámica actual tiene poco que ver con los ideales de los Padres de Europa, parteros del Tratado de Roma de 1957 (Alcide De Gásperi, [1881-1954], Konrad Adenauer [1876-1967]yRobertSchuman[1886-1963]).

Al margen de la estructura institucional de iure del orden internacional, se desarrolla una estructura y una dinámica paralela gestada y animada por los factores de poder real a nivel mundial. La más clara y pública manifestación de lo anterior estuvo en la declaración pública de la Rusia de Vladimir Putin [1952] y la China de Xi Jinping [1953], en Beijing, con ocasión de las Olimpíadas de Invierno, en vísperas de la invasión de Rusia a Ucrania en 2022. Después de ello el invitado estrella en el Foro de Davos fue Xi Jinping. Los precedentes y el desarrollo de la invasión ordenada por Putin recuerdan los incidentes previos a la II Guerra Mundial, con la Anschluss de Austria, la anexión de los Sudetes por Hitler;y los PactosStalin-Hitler (Molotov-Ribbentrop), que condujeron a la nvasión conjunta del III Reich y de la URSS contra Polonia y su reparto, así como a los pragmáticos entendimientos entre los totalitarismos nazi y comunista sobre zonas de influencia geopolítica. La crisis motivada por la acción de fuerza de Rusia contra Ucrania, altera radicalmente el orden internacional. Así como la invasión a Etiopía, por Mussolini, en1935, señaló la caducidad de la Sociedad de Naciones y del intento de orden post I Guerra Mundial, la invasión a Ucrania por Putin en 2022 puede señalar, ante la impotencia visible de la ONU, la caducidad del orden post II Guerra Mundial. Sería una ingenuidad considerar que la guerra de Ucrania sólo afecta al orden europeo. El Pacto entre la Rusia de Putin y la China de Xi Jinping (30 años de duración, “no hay áreas prohibidas de cooperación”, y comprende un amplio espectro de temas que van del económico al militar); así como el Pacto entre la China de Xi Jinping y el Irán de los Ayatolás, no pasan desapercibidos para quien siga con atención los asuntos internacionales.

La deconstrucción en marcha del orden internacional surgido de la II Post Guerra genera, pues, no pocas interrogantes sobre la nueva geografía y su incidencia en conflictos de nueva índole que resulta prematuro intentar describir o tipificar. Lo que ciertamente puede adelantarse es que tal deconstrucción significa la reducción y autonomía del Estado Nación.

Fronteras políticas de los Estados, la realidad espacial de los mercados, las líneas geográficas (a veces solapadas) de realidades culturales y religiosas contrapuestas o no siempre convivientes. Todo ello aparece, en un cuadro cambiante de las relaciones internacionales como la pluralidad de los factores polimórficos de una fluida y variante concepción de la geografía en su relación con actuales o potenciales conflictos, limitadoso globales.-

 

 

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