Juan José Monsant Aristimuño: Yersinia Pestis
El singular presidente de El Salvador, Nayib Bukele, acaba de recibir (ya lo tenía previsto), más de dos millones de dosis de vacunas procedente de China y los Estados Unidos, contra el Coronavirus. Son elocuentes las graficas de enormes aviones cargueros aparcados en la pista de aterrizaje del aeropuerto Internacional de Comalapa, también conocido como Monseñor Romero, bajando enormes cajas de madera contentivas de decenas de miles de unidades para miles de salvadoreños expectantes; y se anuncia la llegada progresiva de vacunas hasta cubrir la totalidad de la población.
El Salvador es un pequeño país, en términos territoriales, que bordea los 21.000 kilómetros cuadrados, el más densamente poblado del continente americano, donde habitan cerca de seis millones y medio de personas que comparten una historia rica en conflictos armados, el último de los cuales culminó en 1.992 con los Acuerdos de Paz firmados en el castillo de Chapultepec -donde Venezuela tuvo una participación relevante- entre el gobierno y el FMLN.
No todo concluyó allí, el transcurrir del tiempo y las realidades nacionales e internacionales terminaron por adormecer los fines trazados, y los partidos asumieron y desplazaron la soberanía nacional, que reside en el pueblo, y no en las organizaciones políticas y gremiales. Nada nuevo, es parte de la historia de Hispanoamericana.
Por suerte, hubo un cambio de paradigma, y una nueva generación accedió al poder público y con ella una nueva movilidad social que, confiamos, será más apegada a los principios, fines y valores del texto constitucional.
El hecho es que el manejo de la pandemia, la celeridad en crear una infraestructura que garantice a todo salvadoreño y ciudadano residente en el país la inmunización contra el mortal virus, contrasta dramática y desconcertantemente con la situación de Venezuela, que de haber sido el país que eliminó la malaria, la tuberculosis y la fiebre amarilla, que descubrió la vacuna contra la lepra, y llegó a tener la mayor biblioteca científica de la región el siglo pasado, pasó a ser en la actualidad, el país más desprotegido y miserable del continente. No solo no adquirió vacunas, ni lo previeron, sino que Nicolás Maduro y sus cómplices, ahora indican que las importarán de laboratorios cubanos. Sí, de la Cuba que también muere de mengua y desconcierto. “Gotas mágicas”, las llama Maduro.
La Venezuela actual se nos asemeja a aquellas ciudadelas de la Edad Media signadas por invasiones, luchas de poder, ignorancia, dogmatismo religioso y estrictos estamentos sociales. Sobre todo por los prejuicios e ignorancia que concluían en total insalubridad mental y corporal, dado que la exploración del cuerpo humano estaba prohibida por la Iglesia, y la Iglesia era el poder. Cuando apareció la peste negra en el siglo XIV, murieron alrededor de 100 millones de personas entre Asia y Europa y el espectáculo fue tan deprimente como la peste misma. La gente moría de mengua, dolores, desconcierto; los cuerpos yacían en las calles mezclados con heces, orines, desperdicios orgánicos, animales pudriéndose junto a cadáveres humanos malolientes, llagosos, gangrenados; cuerpos esperando ser recogidos para amontonarlos e incinerarlos, transportado el nauseabundo hedor al interior de chozas y castillos.
No existía investigación, la peste negra como se le llamó por el color de las pústulas que aparecían en el cuerpo del infestado, hizo estragos en pobres y ricos, vasallos y monarcas; los que sobrevivían se refugiaban en sus casas, rezaban, sin atreverse a salir, sin saber protegerse. La ignorancia finalmente les hizo encontrar un culpable conveniente: los judíos, y aparecieron los progromos, un crimen que hoy se lo conoce como de lesa humanidad. Solo fue cinco siglos después cuando se descubrió que la peste negra era provocada por la bacteria Yersenia Pestis (nombrada así en honor al científico Alexander Yersin, quien en 1894 descubrió que la bacteria era transmitida por las pulgas que portaban las ratas).
Venezuela no es un erial, es una tristeza, un bochorno existencial, no hay vacunas, sanidad, féretros, medicinas, seguridad, alimentos, la pandemia no es el Covid-19, es la tiranía ignara y malvada que la ha retrotraído a los peores momentos de la Edad Media y su peste negra.