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Karina Sainz Borgo – Bestiario estival (I): La Crida Puigdemoníaca

Descrita con detalle en los libros fantásticos como una criatura que practica el nado sincronizado en las aguas estancas de Waterloo, los doctores de las tertulias radiofónicas la consideran una mutación de la hidra mitológica

Carles Puigdemont J.M NIETO

 

En las aguas estancas de Waterloo, una criatura depredadora practica nado sincronizado. Descrita en los manuales fantásticos europeos como Crida Puigdemoníaca, los doctores de las tertulias radiofónicas la relacionan con la hidra mitológica. Comparte con la de Lerna el cuerpo de serpiente de múltiples cabezas, así como la naturaleza correosa e innoble de los seres que practican el estilo mariposa en la piscina de sus excrecencias. Permutación de aquella a la que a Heracles le tocó exterminar como el segundo de sus doce trabajos, la variante Puigdemoníaca de la hidra vive a remojo en la leyenda negra flamenca que una pitonisa leyó en los pozos del pan tumaca. Hay quien piensa que el hijo de Felipe II, el que pinchaba los ojos a los caballos con alfileres, pudo quedar hechizado por la mirada biliosa y mesiánica de esta criatura. Sin embargo, los bestiarios dan fe de que su existencia es anterior a las revueltas contra el imperio romano en tiempos de Brian, de ahí que su estampa sirviese como símbolo heráldico al Frente de Judea. Dicen los habitantes de Hispania que el apetito de la Crida Puigdemoníaca es insaciable y sus métodos para procurar alimento retorcidos, incluso más que los de las dinastías payesas que saquearon el Reino. La Crida Puigdemoníaca traga y escupe llaves que no abren ningún palacio, ni quiera el de la Moncloa. Sus tentáculos extensibles son capaces de alcanzar cinco veces la longitud de sus presas, a las que aspira y succiona. Así ha aumentado el huerto de eunucos de los que vive hasta arrebatarles la última neurona. Según la antigua leyenda, de las bolsas testiculares mutiladas a los ciudadanos a los que exprime nació el bosque de Elsinor gerundense, una localidad en la que vive una criatura gemela capaz de sustituirla en caso de muerte. La Crida Puigdemoníaca ha devorado a dos cónsules hispanos. Al primero, el pontevedrés, lo engulló sin apenas esfuerzo, luego de que este desembarcara en sus dominios a bordo una goleta decorada con un canario amarillo identificado como ‘piolín’ en los papiros de la Warner Bros. Al segundo cónsul, conocido en el inframundo como el Tigre de los espejos y la telegenia, se lo comió de a poquito. Primero le colgó el cascabel para saber por dónde se movía, luego le susurró al oído palabras dulces de amor y secesión y capturó su mirada hasta doblegar por completo su voluntad. El árbol genealógico de las criaturas fantásticas recoge la posibilidad de que la Crida Puigdemoníaca sea una mutación defectuosa del monstruo original. La hipótesis se confirma al comprobar su naturaleza retráctil y ladina. Por mucho que intentaran mutilarla, la Hidra no retrocedía y si era cercenada, se reconstruía. El monstruo gerundense huye, se esconde y vacaciona en el exilio de una patria inventada. Un poder, sin embargo, distingue a la Crida del vulgar camaleón o las salamandras: su capacidad para amplificar, reflejar y replicar las medias verdades que susurra a los marinos, para que estos las repitan en todos los puertos del mediterráneo y lleguen con su buena nueva de secesión hasta los viñedos de Perpiñán. Viscosa, desparramada, reptante, se amolda a cualquier lugar que le permita esconderse, desde una madriguera a un maletero para cruzar la frontera del inframundo. Iba para mártir, pero la Crida acabó disecada en el museo de la infamia. Cuando se deposita un euro, canta ‘Els Segadors’.

 

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