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Karina Sainz Borgo: ¿Coronaqué…?

El presidente del Gobierno ha olvidado de golpe el nombre de la enfermedad. ¡Ya no la menciona!

El Pedro Sánchez 1.0, el de marzo y abril de 2020, se calzó botas militares y ajustó la faja del uniforme de campaña. Hablaba en jerga militar y se gustaba en su perfil de mariscal de campo. Dar la batalla, luchar contra el virus, derrotar, a las barricadas, saldremos de esta… así hablaba. Sus largas intervenciones sabatinas llegaron a hacerse costumbre, pero como la población confinada no tenía otra opción, tragaba.

Ocurrió un fin de semana, y el siguiente, y el siguiente a ése. Nuestros mayores. Nuestros sanitarios. Médicos y médicas. Españoles y españolas. Monserga y neolengua, lo usual. La realidad parecía sustituida por sus palabras, consumidas como cerillas. Un puñado de cenizas al viento, como si hubiesen abierto todos los hornos crematorios del país.

El Pedro Sánchez 2.0, el de junio de 2020, cambió la mesa campaña por el llamamiento a la quermés. Con el desconfinamiento y el verano a la vuelta de la esquina, decretó una nueva normalidad. Ocurrió de forma literal. Una vez caducada la sexta prórroga del estado de alarma, propuso una batería de medidas sanitarias para disfrutar de una vida hecha de hidrogel y embozada en paños calientes.

Ya entonces el Instituto Carlos III hablaba de 43.000 víctimas, pero el Gobierno sólo reconocía 28.000. Corría julio del año 2020. En un acto socialista en Orense, Pedro Sánchez dijo a los ciudadanos: “Hemos vencido al virus (…) No nos dejemos atenazar por el miedo, hay que salir a la calle, hay que disfrutar de la nueva normalidad recuperada (…) Hay que recuperar la economía”. Ahí comenzaron los problemas.

 

Es inútil: Pedro ya no recuerda, lo han formateado. Ha vuelto a ser una hoja en blanco. La misma de siempre

 

El desplazamiento de personas durante el verano (entre viajeros y trabajadores temporeros) produjo un aumento de casos que el presidente de Gobierno atribuyó al «relajamiento por parte de la ciudadanía de los niveles de protección y emergencia sanitaria». Entonces, a Sánchez le preocupaba, y mucho, el estado de la salud pública y de la evolución de la epidemia en Madrid, hasta el punto de presentarse en la mismísima Puerta del Sol.

Seis meses después, en enero de 2021, la versión Pedro Sánchez 3.0 mira para otro lado cuando se habla de pandemia. Él sólo cita dos ideas: la vacuna, la misma que escasea en toda España y Europa, y recuperación económica, ésa que el FMI redujo sus perspectivas de crecimiento del 7,2% al 5,9%, en línea con los socios europeos. A esas incorpora un tercera: las elecciones en Cataluña. Ni rastro del coronavirus. Tampoco del ministro Salvador Illa, ahora convertido en candidato.

Ni el Pedro soldado, ni el concejal de festejos ni el amnésico hablan de la soledad de los hospitales y las funerarias, tampoco del tamaño que ahora ocupa la muerte en nuestras vidas. Tanto tiempo escondiéndose, evitándola o maquillándola con vacunas de utilería y baratijas. Es inútil, Pedro ya no recuerda, lo han formateado. Ha vuelto a ser una hoja en blanco. La misma de siempre.

 

 

 

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