Literatura y Lengua

Karina Sainz Borgo: Gangrenar la lengua

Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que aporrea son las palabras. La propuesta de la nueva 'ley Celaá' que plantea dejar fuera al castellano de las lenguas vehiculares de España lo confirma

Aumenta el PIB. Sube los sueldos. Da empleo a 3,5 millones de personas. Existen en el mundo más de 550 millones de hispanohablantes que convierten al español en el segundo idioma más hablado del mundo. El español, de hecho, ha multiplicado por tres la atracción de emigrantes de América Latina hacia España en el decenio de 2000 y multiplica por cuatro los intercambios comerciales entre los países hispanohablantes.

El español es factor determinante para que cada curso académico 35.0000 universitarios de Erasmus decidan estudiar en España, que es el primer país de destino de este programa europeo, acogiendo al 17% de los alumnos de los 32 países que participan. El español es, además, la segunda lengua de comunicación internacional en la red, tanto por número de usuarios como por páginas web.

Limitarse a la descripción del español como gran instrumento de progreso social y económico quizá sea más efectivo como estrategia argumentativa, pero falta a los rasgos esenciales de su naturaleza: su riqueza y variedad, a ambos lados del Atlántico; un repertorio de palabras que multiplican y amplían nuestra forma de comunicarnos. A eso se suma que la primera novela moderna, El Quijotehunde sus raíces en el castellano y por tanto el español, que involucra la idea panhispánica de la lengua que la RAE y el Instituto Cervantes afianzan.

Para Octavio Paz, el lenguaje suponía el motor esencial del destino de la sociedad humana. Castrarlo y arrinconarlo son signos de malestar colectivo

La lengua era el arpa y el centro de la obra del Premio Nobel mexicano Octavio Paz, quien se definía como poeta hispanoamericano y en función de esa naturaleza moldeó su obra luminosa con la arcilla de un idioma que une a España y América. Para el escritor, el lenguaje suponía el motor esencial del destino de la sociedad humana. Castrarlo, amputarlo o arrinconarlo son signos de un malestar. “Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje. La crítica de la sociedad, en consecuencia, comienza con la gramática y con el restablecimiento de los significados”, escribió en Postdata.

El ejercicio de gobierno de Pedro Sánchez posee una conciencia bastante clara de lo que el lenguaje permite y sus infinitas posibilidades para la propaganda. Que la primera muerte ocurre en el lenguaje es algo que los últimos doscientos años corroboran. Ningún territorio de la palabra es infértil y justo por eso ha de ser conquistado. Ya lo dijo Doris Lessing: la primera tarea de quien ejerce el poder es la degradación del lenguaje, la segunda es la repetición y la tercera el recurso del eslogan, reducir ideas complejas a una fórmula verbal simple.

Esta semana, a través del diputado catalán, Jaume Asens, Podemos pactó de manera directa con el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, las líneas más polémicas de la propuesta de la nueva ‘ley Celaá’, que plantea dejar fuera al castellano de las lenguas vehiculares de España. Usar el idioma como la zanahoria para lograr el apoyo de los nacionalistas a los Presupuestos es una visión miope e instrumental, por no decir cerril, oportunista y hasta milenarista.

Por muy telúricas que sean las pulsiones nacionalistas, ninguna sociedad en su sano juicio renunciaría a comunicarse con lo que la rodea. Cuesta entender por qué Cataluña querría apearse de la locomotora de su industria editorial, su principal bastión, ni cuál es la naturaleza vernácula de aporrear y maltratar la lengua que nos vincula con el resto del mundo. Tenía razón Octavio Paz: cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje.

 

 

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