La caída de Podemos: El pacto con IU costó 417.000 votos
El 54,8% de los votantes de Garzón (Izquierda Unida) optó por Unidos Podemos y casi un millón de los que apoyaron a Iglesias el 20-D no votó el 26-J
En el breve espacio de poco más de seis meses, España ha cambiado. La rebelión contra el bipartidismo, encabezada por Ciudadanos, y la insurgencia contra la democracia española nacida del régimen de 1978, liderada por Podemos, recibieron un duro golpe el 26-J.
Tras la mayoría absoluta de Rajoy en 2011, España se ve inmersa en el mayor plan de reformas que ha conocido. Al poco de cumplirse el primer año de firme voluntad reformadora surge el escándalo Bárcenas, que, convenientemente aireado y sobredimensionado por determinados medios, pretende acabar con la carrera política del hombre que está eliminando los lastres que limitan el crecimiento. La conspiración apunta al mismísimo Rajoy. El acoso es de tal magnitud que en febrero de 2013, la confianza en el sistema democrático cae con mayor intensidad que las bolsas mundiales tras la quiebra de Lehman Brothers. La participación en las generales celebradas 13 meses antes, en diciembre de 2011, fue del 69% y las encuestas que se realizan tras airearse el escándalo sitúan la participación ante unas hipotéticas generales en el 50,8%. Además, los sondeos auguran un desplome notorio del partido del Gobierno y del principal partido de la oposición. La suma de PP y PSOE en las elecciones de un año atrás fue de 74,5%. En febrero de 2013 sería del 58,4%.
Desde ese momento, los ataques por corrupción al PP afectarán también al PSOE. Los socialistas tardarán años en percatarse, tanto que hasta en la campaña del 20-D siguieron cometiendo este error para divertimento y engrandecimiento electoral de las alternativas al bipartidismo.
En las elecciones al Parlamento Europeo de 2014, Podemos y C’s participarán por primera vez midiéndose al bipartidismo, debilitado por el «caso Bárcenas». El resultado de las urnas será un castigo a ambos partidos. El tratamiento mediático del asunto Bárcenas trajo consigo el deterioro de la credibilidad con el sistema democrático, que no comenzó a recomponerse hasta las elecciones de junio de 2016.
El desastre de PP y PSOE en las europeas de 2014 es claro y notorio: los populares pierden 2,6 millones de votantes y el PSOE, 2,5 millones. Desde este mismo momento, parte del PSOE comprende que su destino va unido al del PP, pero la mayor parte de los socialistas no lo entiende y seguirá errando atacando al PP por los casos de corrupción, sin saber que están tirando piedras sobre su propio tejado y que tanto el neonato Podemos como Ciudadanos, ahora en su dimensión nacional, hacen caja.
En las elecciones municipales y autonómicas de 2015, Podemos y Ciudadanos siguen creciendo, y las pérdidas de votos de PP y PSOE suman entre los dos 3,1 millones con respecto a las elecciones locales de 2011, pero será en las elecciones generales de 2015 en las que Podemos y Ciudadanos alcanzarán su plenitud y su techo electoral, sumando 6,1 y 3,5 millones de votos, respectivamente, mientras que los populares perdían 3,7 millones de votantes y los socialistas 1,5 millones.
Pero en las elecciones del 26-J se pone fin al ciclo de descenso del bipartidismo y al alza de Podemos y Ciudadanos. En el caso de Podemos, sus pérdidas son de 1,1 millones de votantes, que representan el 18,2% de sus votos de 2015. Sus confluencias no son ajenas al retroceso: la valenciana pierde 129.617 votos, el 16,5%, mientras que la gallega cede 66.555 votantes, el 16,2%. La sucursal catalana de Podemos tampoco escapa y se desprende de 81.354 votos, el 8,7%. Dejando a un lado las confluencias, las pérdidas de votos de Podemos e IU llegan a 846.111 votos, el 20,9% de lo obtenido en 2015.
Una de las razones del pinchazo de la burbuja electoral de Podemos es el comportamiento de los votantes de IU, que sólo en un 54,8% han votado a Unidos Podemos, cuando la media de fidelización del voto entre las distintas formaciones que componen UP ha sido del 75,6%. El 22,1% de los electores de IU se han pasado al PSOE, porcentaje que contrasta con el 5,3% de votantes del conjunto de Podemos que ha ido al PSOE.
Pero, sin duda, la mayor de las causas ha sido la abstención: 979.000 votantes del conglomerado de siglas que componían Unidos Podemos y sus confluencias han optado por la abstención y la mitad corresponde prácticamente en su totalidad a sus votantes que en los días previos al 26-J dudaban entre votar a UP o abstenerse.