La calidad democrática empeora en la mitad de los países de América Latina y el Caribe
El último informe de IDEA constata el deterioro institucional de la región, profundizado por la pandemia
La salud democrática de América Latina atraviesa su momento más delicado en dos décadas. La región ha sido una de las más golpeadas por la pandemia, que ha agravado un problema de legitimidad institucional que ya se venía arrastrando en los últimos años. La mitad de los países de América Latina y el Caribe (Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Barbados y Uruguay) muestran signos de erosión en su democracia, mientras Brasil sigue profundizando su retroceso democrático, según advierte el informe El estado de la democracia en las Américas 2021, del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA).
El informe, que se presenta este miércoles en Panamá y que ha sido escrito por Daniel Zovatto, Tomás Quesada Alpizar y Alberto Fernández Gibaja, dibuja un horizonte difícil para una región marcada por un profundo malestar social. El descontento ciudadano ya existía antes de la pandemia, como demostraron las protestas sociales de 2019 en países como Colombia, Perú o Chile, pero todo hace indicar que irá en aumento. La crisis derivada de la COVID ha elevado las tasas de la pobreza y la desigualdad “hasta niveles nunca antes alcanzados durante la última década”.
Uno de los puntos más significativos a los que apunta el estudio es el deterioro democrático de Brasil. IDEA fija en 2016, año en el que se consumó el impeachment contra la entonces presidenta Dilma Rousseff, el punto de partida del declive democrático de Brasil. Un país que en la década de los 90 y a principios del 2000 estaba por encima de la media regional en indicadores claves como elecciones limpias, libertades civiles, control del gobierno y participación de la sociedad civil. El retroceso, añade, se ha prolongado y se “exacerbó especialmente en los últimos dos años”, coincidiendo con la presidencia de Jair Bolsonaro.
El documento destaca la “dimensión vital de la democracia en la juventud” que, de ser aprovechada y encauzada “podría convertirse en la principal reserva democrática de la próxima década”. Las protestas de fines de 2019, señala, evidenciaron el profundo descontento con las élites políticas, a las que la mayoría de la población considera desconectadas de las necesidades de la ciudadanía y enfocadas en defender sus propios intereses y privilegios, y los de unos pocos grupos poderosos. “Las instituciones tradicionales de representación —los partidos políticos y los parlamentos— se encuentran sumidos en una profunda crisis de legitimidad y de confianza”, sostiene.
Pocas regiones del mundo abrazaron la democracia como lo hizo América Latina en las últimas dos décadas después de años de dictaduras y regímenes autoritarios. La firma hace ahora 20 años de la Carta Democrática Interamericana por la Organización de Estados Americanos (OEA) fue el punto de partida del mejor momento democrático de la región a mediados de la primera década de este milenio. El informe hace una llamada de atención al documento de la OEA, que nació para ser garante y evitar las traumáticas experiencias del pasado, por no haber sabido enfrentar a tiempo los desafíos y los ataques contra el Estado de derecho en varios países de la región: “Sus promesas y sus mecanismos de protección de la democracia resultan insuficientes”, destaca. En el camino, desde 2007, la región perdió cuatro democracias: Haití y Honduras, a los que el estudio califica como “regímenes híbridos en proceso de deterioro” y Nicaragua y Venezuela, cuyos “rasgos autoritarios, que se añaden a la experiencia autoritaria de larga data de Cuba, continúan profundizándose”.
La situación, más allá de estos cuatro países, se deteriora en todo el territorio. La mayoría de las democracias de la región están estancadas en lo que IDEA considera un nivel de desempeño medio (Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana, y Trinidad y Tobago), otras cuatro (El Salvador, Guatemala, Jamaica y Paraguay) tienen un bajo desempeño. Uruguay es la única democracia latinoamericana con lo que se considera un desempeño alto.
Estados de emergencia frente a la pandemia
El documento alerta de que los estados de emergencia que se declararon para contener la pandemia afectaron, en ocasiones de manera arbitraria, a las libertades civiles, abrieron una puerta a la corrupción, como se vio en algunas compras de material sanitario, o produjeron retrocesos históricos en materia de igualdad de género. “Excusándose o no en la pandemia, algunos actores políticos han intensificado sus ataques contra la libertad de expresión y las autoridades electorales y judiciales, y han involucrado indebidamente a las fuerzas armadas en funciones relativas al mantenimiento del orden público”.
El informe, que no cae en el pesimismo pese a la cruda radiografía que hace de la región, destaca que restablecer la confianza ciudadana es “una condición necesaria pero no suficiente para evitar el ascenso de gobiernos populistas y autoritarios en la región”. Además, añade, es preciso contar con parlamentos, poderes judiciales y órganos electorales independientes y bien financiados; con medios de comunicación confiables e independientes, y con una ciudadanía empoderada que controle y escrute a sus gobernantes.
El fortalecimiento o deterioro de la calidad democrática se enfrenta además al reto mayúsculo de revertir unas consecuencias de la pandemia que aún no han dado la cara. Mientras los efectos sanitarios y socioeconómicos ya se pueden ver en todos los países de la región, otros como el apego ciudadano a los valores y principios de la democracia tardarán más en manifestarse, advierte el informe, que pide, una vez más, poner el foco en la gente: “La ciudadanía sigue desempeñando un papel activo en la defensa de la democracia (…) Hoy más que nunca el destino de la democracia en América Latina y el Caribe está atado a su capacidad de producir resultados tangibles”.
Es la jefa de la oficina de EL PAÍS para Colombia, Venezuela y la región andina. Comenzó su carrera en el periódico en el año 2011 en México, desde donde formó parte del equipo que fundó EL PAÍS América. En Madrid ha trabajado para las secciones de Nacional, Internacional y como portadista de la web.