La Cuba que vendrá después de la cuarentena
Regresaremos a aquella etapa de los “permisos de salida” en el pasaporte y los “no pasar si no es extranjero ” como letrero a la entrada de bares y hoteles
LA HABANA, Cuba. – El azote del nuevo coronavirus no solo traerá enfermedad y muerte. Si bien el virus ha puesto en jaque a muchos gobiernos, también probablemente ha permitido a algunos poner en prácticas experimentos sociales y económicos que cambiarán nuestras vidas en el futuro, y habrá sido el miedo al contagio, que llevaremos impregnado en la mente por mucho tiempo, quien justificará cualquier atentado en contra de la democracia siempre que sea “en favor de cuidar nuestra salud y bienestar”.
Esto sucederá de un modo u otro en muchas sociedades democráticas pero en el caso de los regímenes totalitarios pudiera alcanzar niveles dramáticos, en tanto el estricto control y la represión de las libertades constituye el corazón de la maquinaria, siempre bajo el pretexto de “proteger el bien común” que, sabemos, es apenas “propiedad de una ideología”.
En el caso de Cuba las cosas pudieran continuar empeorando en virtud de “proteger a la ciudadanía”. Pudieran retornar muchas de aquellas “restricciones” que fueron eliminadas o menguadas, suavizadas, cuando al Partido Comunista se le ocurrió dialogar con el gobierno estadounidense y entonces debía llegar a la mesa de conversaciones con una imagen “cambiada” o “trucada”.
Después que, en un mes —incluso más pronto de lo que muchos imaginan— el gobierno cubano decida volver a echar a andar su industria turística, aunque sea enfocado en la “promoción de salud” —porque sin dudas lo hará—, ¿cuánto durará la restricción de salida que afecta hoy a todos los ciudadanos cubanos? ¿Establecerá excepciones entre aquellos que generan más ingresos de divisas frescas y aquellos otros que, como las llamadas “mulas”, son una vía de escape de las divisas al exterior? ¿Continuarán los arrendadores de vivienda impedidos de aceptar huéspedes extranjeros hasta tanto la Organización Mundial de la Salud declare que la COVID-19 fue erradicada, lo cual pudiera tardar años en suceder? ¿Se mantendrán congeladas actividades —ahora privativas para el sector estatal—, como las de transportación, restauración y recreación dirigidas a los extranjeros? ¿Se prohibirá por decreto cualquier contacto físico entre extranjeros y nacionales residentes? ¿Se limitará nuevamente el acceso de los cubanos a las instalaciones hoteleras? ¿Podremos coincidir los de aquí con los “de allá” en espacios como piscinas, cabarets y otro tipo de lugares para el ocio como playas, balnearios, cayos, incluso espacios que fueran públicos en su momento?
Dentro de un tiempo tendremos las respuestas pero, probablemente, como se comienza a dibujar el paisaje, daremos un giro hacia aquella etapa de los “permisos de salida” estampados en el pasaporte y los “no pasar si no es extranjero ” como letrero a la entrada de bares y hoteles. Quizás hasta avancemos a ese momento en que una reunión de más de dos personas, sin estar “autorizados”, sea una desobediencia punible, y ya cada cual puede imaginar las consecuencias, sin que nadie, absolutamente nadie, pueda hacer algo al respecto. Los medios de prensa se han encargado de crear las condiciones para que cualquier abuso de poder se justifique frente al contagio.
La situación de pandemia, el miedo global a la enfermedad, la aceptación casi generalizada de que suprimir las pocas libertades de movimiento, reforzar el racionamiento, prohibir las reuniones, el contacto con extranjeros y las salidas del país son beneficiosas —y de hecho lo son “coyunturalmente”—, pudiera convertir la “obediencia extrema” en patológica, y así en comportamiento habitual, legalizado, si la COVID-19 continúa latente por más tiempo y amenazante.
De modo que, solo por poner un ejemplo de nuestro contexto peculiar, la vigilancia y represión policiales, las medidas y disposiciones legales, tributarias, regulatorias del trabajo por cuenta propia que hoy son excepcionales, pudieran terminar por derogar, en la práctica, todo lo legislado, aprobado, permitido y dispuesto en años anteriores. Incluso esta situación “excepcional” convertida en “norma” daría pie a que, “justificadamente”, desapareciera todo aquello “privado” que molesta y hace competencia al ámbito empresarial estatal, con ventajas ideológicas más que económicas para un Partido Comunista obsesionado con recuperar el control “total”.
El régimen cubano está aprovechando muy a su favor la situación de miedo provocada por la COVID-19, que constituye el centro de la noticia en todo el planeta. Hoy las búsquedas en Google dan como tendencia las palabras “síntomas”, “cura”, “remedios”, así como numerosos sitios digitales alientan el mito de que los países cálidos no serán tan afectados como aquellos donde el invierno es duro, sin dudas, una táctica mercantil que conviene a muchos del lado de acá y en la que caerán los ingenuos del lado “de allá” más que los imprudentes.
Ya el Ministerio de Turismo cubano y sus agencias de viajes asociadas estuvieron explotando el tema de “Cuba, paraíso a salvo del coronavirus” hasta hace unas semanas cuando se vieron obligados a cerrar las fronteras pero, todo indica que, aunque absurda, no han renunciado a retomar la idea y se apresurarán a levantar lo más pronto posible aquellas “restricciones” que sean un obstáculo para continuar ganando dinero con el tema de la “excepcionalidad” frente al contagio.
Cuando los europeos pronto comiencen a salir de sus casas, luego de tanto temor y de haber sido bombardeados con la opinión de que “Cuba es el superhéroe de la medicina mundial”, querrán embarcarse desesperadamente rumbo al Caribe, y aquí también correrán a abrir las fronteras, las sombrillas de playa y a preparar mojitos en cantidades industriales pero… ahí vendría lo mejor del asunto, la iniciativa privada quedará fuera de un juego exclusivo para las empresas estatales y las extranjeras.
No serán tantos los turistas que lleguen pero serán, y es la oportunidad de retenerlos como clientes para temporadas venideras cuando todo pase a la normalidad. También es la oportunidad de eliminar todos esos negocios privados —pero atención, no todos— cuyos verdaderos dueños, residentes en el exterior, no dejan las ganancias dentro de Cuba y por tanto constituyen una amenaza “financiera”. La COVID-19 puede ser la oportunidad única esperada para sacar de la ecuación aquellos emprendimientos para los que, teniendo todo en regla, no había manera legal y “poco escandalosa” de cerrarlos.
Coinciden los expertos en que no se podrá hablar de una cura eficaz, definitiva, para la COVID-19 hasta dentro de un año, quizás más, de modo que los gobiernos deberán mantener las medidas de contención social como paliativo, aunque sin excederse hasta el punto de hacer quebrar la economía, por lo que se arriesgarán a ir pasando a la normalidad, aunque sea poco a poco y hasta donde les convenga políticamente.
En una situación de crisis profunda que arrastraba desde antes de la pandemia, el régimen cubano no puede darse el lujo de extender la cuarentena por mas tiempo y, de acuerdo con su habitual comportamiento, no se perderá la oportunidad de acoger todo ese turismo extranjero que evitará vacacionar en República Dominicana, Miami, y otros destinos de sol y playa que, en situación normal, se llevarían buena parte de la mejor clientela.
Fijémonos en que el gobierno cubano ha venido haciendo hincapié en la estrategia de sacar de las casas de arrendamiento privadas a los pocos turistas que quedan en la isla para trasladarlos a instalaciones hoteleras estatales donde, aseguran, estarán mucho mas protegidos del contagio. Puede que sí. Pero, de hecho, a los últimos turistas que arribaron a la isla no se les permitió alojarse en negocios de renta particulares como medida de contención, aun cuando bastaba con hacerles un test y un seguimiento sanitario.
Cuando en unas semanas vuelvan a abrirse, aunque sea cautelosamente, las fronteras de la isla pudiéramos asistir al momento preciso en que muchos de los sectores más importantes de la iniciativa privada comenzarán a desaparecer en virtud de una contingencia sanitaria que se prolongará en el tiempo muy “oportunamente”.